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-¿No vas a decir nada?- me pregunta al cabo de unos minutos.

-Es que... uf, esto es incómodo- le digo finalmente -Lo siento- me disculpo.

-Tranquila- dice finalmente -Perdona por haberte tratado de aquella forma el otro día- se disculpa -Además, ambos habíamos bebido- me aclara.

-Si, no tiene importancia- digo. Y no la tiene, ¿no?.

El resto del trayecto se hace en silencio. Llegamos rápido a la tienda, le ayudo a agarrar todas las cosas, no cruzamos demasiadas palabras, pero parece que el ambiente está más calmado, igual de tenso pero sin mal humor, al fin y al cabo. Estamos en la caja y él me mira.

-¿Y lo qué tenías que coger?- me pregunta.

-Oh, no, es que quería hablar a solas contigo y pues...- me corta una carcajada suya. Río con él, y por un segundo, todo parece haber vuelto a la normalidad.

Le ayudo a cargarlo todo en el coche, parece que va a reventar. El camino sigue en silencio, pero en él ya no asoma todo el rato una mirada de soslayo dirigida a mí, al parecer, ha sido buena idea venir aquí. Llegamos a casa y son los chicos los que lo colocan todo. ¿De cena? Como no, barbacoa, y la mejor parte (o la peor, todo depende de con que ojos se mire) llega. Sacan el tequila y deciden jugar a un juego que, para empezar a beber, no está mal del todo.

-A ver, llenad todos los vasos- pide Ryan -Es muy sencillo, cada uno dice un hecho o acción, si lo has hecho bebes, y si no, pues no- dice Ryan.

-¿Qué tiene eso de divertido?- pregunta James.

-Qué cuanto más borracho estás, más verdades dices- advierte Tyler riendo.

-Panda de borrachos- digo y ellos ríen.

-¿Entonces, jugamos todos?- cuestiona mi mejor amigo.

-Sí- dice Gus.

Reunimos las sillas en un circulo cerrado, el primero en tomar la palabra, como no, es Ryam siempre lleva la voz cantante en todas estas gilipolleces.

-Yo nunca he meado en la calle- dice él.

-¿No había una situación más penosa, Ryan?- pregunto.

-Calla y bebe- me dice.

-Yo no hago eso- me cruzo de brazos.

-Ya, claro....- se jacta él de mis palabras.

-Sí, yo no tengo pene para metérmelo y sacármelo como me de la gana- todos ríen, inclusive él.

La primera ronda acaba y a penas he bebido, pero eso cambia. Entre la segunda y la tercera mi vaso está vació, y ahí está Tyler para llenármelo. En la quinta ronda, ya se puede decir que el alcohol ha empezado a hacer mella en nosotros, ya que ni si quiera mi hermano se molesta cuando el brazo de Joyce está sobre mis hombros. Y yo no me quejo. Es decir, mucho antes de esta trifulca, siempre he pensado que Joyce está como el queso, y de hecho, no soy la única que lo piensa.

-Oh, qué bonito, ¿ya sois amiguitos de nuevo?- pregunta riendo.

-Eso parece- murmuro en una carcajada.

-Oh, yo tengo una, yo tengo una- dice Tyler moviendo la mano de un lado para otro -Yo nunca me he sentido atraído por ninguno de los presentes- dice Tyler.

Observo a mi alrededor: bebe James, bebe Tyler, bebe Joyce (mirándome de reojo) y bebo yo.

-Os juro que si no viese doble os partiría la cara uno a uno- musita mi hermano, y seguido deja escapar una sonrisa.

El juego, poco a poco se dispersa, y de repente, me encuentro hablando en un banco con James y Joyce.

-Iris, ¿tu me quieres?- pregunta James.

-Claro que sí- alargo la "a" -Mucho, chicos- paso mis dos brazos por sus dos hombros y Joyce se junta a mí.

-¿Me das un beso?- pregunta Joyce, le miro riendo -En la mejilla, mira, dale uno primero a James, y luego otro a mí- me dice para darme confianza.

-Mejilla, eh- aviso.

Le doy un beso en la mejilla a James y este se ríe. Se levanta y se pone a bailar solo frente al lago.

-¿Y el mío?- vuelvo a soltar una risa.

Me dispongo a darle un beso en la mejilla pero gira la cara y nuestros labios chocan. Me aparto riendo y él ríe conmigo.

-Voy a por hielo- digo moviendo el vaso vacío delante de su cara.

Entro a la casita de madera y me dirijo a la cocina. Está oscura y solo se filtra luz a través de la ventana abierta, y es más bien poca. Agarro el hielo de la bolsa y me echo dos cubitos en el vaso. Me giro y me encuentro la sombra de Joyce apoyada en la encimera, veo el atisbo de una sonrisa en su cara e involuntariamente sonrío yo también. Me agarra la cara entre sus dos manos y de nuevo, vuelvo a sentir sus labios sobre los míos, por segunda vez en la noche. Paso mis brazos por su cuello y me eleva a su altura, sonrío contra sus labios e introduzco la lengua en su cavidad bucal. Él acepta, encantado, y algo en mi estómago se revuelve, me encanta la sensación de sentir la boca de Joyce sobre la mía. Nos separamos y exhalo profundamente sobre sus labios.

-¿Ya estamos otra vez?- le pregunto y él suelta una carcajada mientras me deja en el suelo.

-¿Ahora ya me hablarás?- me pregunta.

-Mmm...- digo -Me lo pensaré- sonrío y le tiro el pelo castaño hacia atrás.

-Vamos, anda, no quiero que tu hermano me corte las pelotas- y tras decir esto, junta los labios de nuevo conmigo.

El contacto dura no más de un segundo, lo disfruto y exprimo todas las sensaciones. Sonrío con los ojos cerrados y me quedo sola, en la cocina, con mi letargo y mis dedos delineando mis labios que, poco antes, estaban siendo explorados por Joyce.

Seis hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora