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¿Y si es mala persona? ¿Y si tiene otras intenciones? ¿¡Qué coño hago en el coche de este tío cuándo apenas lo conozco!? Definitivamente debo de estar perdiendo la cabeza. Golpeo mi pie frenéticamente contra el suelo del coche mientras éste sigue en marcha.

-Tranquila, no pienso violarte- me dice observando mi pie con diversión.

Escondo ambos labios amagando una sonrisa. A veces, puedo sonar algo extremista. En realidad raz'n no le falta, si quisiera violarme lo podría haber hecho la noche que iba tan borracha, o el otro día, cuando no había nadie mirando.

-¿Ni secuestrarme?- ahora sí, esboza de nuevo una sonrisa.

-Sí, siempre que sea consentido- fija de nuevo la vista en la carretera. ¿Dónde se supone que me está llevando?

Estamos en la zona norte de Cave Creek. Cerca del centro. No es que haya demasiados edificios en el pueblo, este es uno de los pocos, y justamente, uno de los más altos. Nunca antes me había fijado en el tono blanquecino perfecto que lo recubre. Siempre había creído que era una torre de comunicaciones, o algo así, pero resulta que no, ya que Blake entra con el auto negro al interior de un parking privado en el sótano de éste.

Aparca el coche a la perfección y aprieto la herida entre mis manos, me duele y no deja de sangrar. Esa perra tiene que tener garras en lugar de uñas. Cojo la mochila y me la coloco en el brazo libre, colgando sólo de un hombro. No me había fijado en que ese vehículo negro no es nada más ni nada menos que un Porsche. ¿Un Porsche? Y no es nada comparado con la camioneta Humer amarilla que tiene justo en la espaciosa plaza de al lado. No es el único coche que llama la atención, lo más barato que debe de haber en este sótano es un Audi o un BMW.

-Rubia- oigo la voz de Blake al otro lado del sótano. No me doy cuenta de que me he quedado parada mirando los coches hasta que mis piernas se accionan de nuevo -¿Vienes o no?- asiento y camino hacia la puerta de metal que se encuentra frente al alto muchacho que ha decidido "ayudarme".

La puerta se acciona con un código que él mismo introduce y entramos a un espacio reducido con una puerta de aluminio color plateado, parece de un ascensor.

-¿Qué mirabas tanto ahí?- pregunta.

-Los coches- me encojo de hombros y observo mi mano manchada, es asqueroso. Hago una mueca.

-¿Te gustan?- pregunta, y asiento.

-No estoy muy acostumbrada a ver Porshe Carrera- le digo.

-¿Acaso sabes que había tipos de Porsche?- se burla de mí con sorna. Las puertas del ascensor se abren y el me indica con el brazo que pase primera.

Paso y él me sigue. De nuevo introduce un código y las puertas se cierran de nuevo. Me colococ ajusto a su lado, pero guardando distancia.

-Por supuesto que lo sé- le digo -Apuesto a que sé más de coches que tú- ahora me burlo yo de él.

Suelta una carcajada y las puertas se abren. Damos paso a una planta bastante elevada. El piso superior creo, desde el cual se puede ver a la perfección Cave Creek al completo y todos sus alrededores gracias a las grandes cristaleras que ocupan lo que parece un pasillo enmoquetado en color crema con paredes y techos blancos. Más que el pasillo de un edificio de apartamentos parece el pasillo del Hotel Hilton.

Acciona una puerta de madera grande y, sí, efectivamente, es lo que me imaginaba. Resulta que yo pensaba que este tipo era un macarra, y ahora resulta que es un niñato rico con un Porsche y, probablemente el apartamento más caro de este pueblo y los alrededores.

-Ven, hay que curarte eso ya- me avisa.

Camino hacia dónde proviene su voz y los descubro en lo que considero que es el comedor, o el salón, o ambas cosas, no estoy demasiado segura. Veo como está disponiendo cientos de botes, gasas blancas, tijeras y... Espera ¿Eso es una aguja? Me quedo de pue frente a él con el ceño fruncido.

-Siéntate- opto por sentarme en una de las butacas que están frente a él, que está sentado encima de la mesa de café de madera que ocupa el salón/comedor.

-Oye ¿Para que es la aguja?- le pregunto, con cierto recelo.

-Quítate la mano y veré si tengo que usarla- me retiro la mano y veo que observa a herida. Se pone unos guantes, vaya, el macarra pijo parece un profesional en esto de tratar con heridas profundas y sangrantes -Muerde fuerte, la perra- suelto una pequeña risa y él ríe conmigo.

Empieza a limpiarme la herida con un algodón y desinfectante. Duele pero no me quejo, hay cosas peores y que duelen muchísimo más. Una vez limpia la herida, descubro que es más profunda de lo que imaginaba. Veo como prepara la aguja y una especie de hilo.

-Oye, oye...- le agarro la mano para evitar que se acerque a mí con eso -¿Estás seguro que es necesario eso?- él suelta una sonrisa burlona -Es decir, solo es un mordisco, mi hermano me ha pegado cientos de ellos y nunca me ha hecho falta que me den puntos- le digo.

-Te ha rozado la arteria ¿Prefieres seguir soltando sangre y que en unos días tengas que ir para que te revienten el costrón que te va a salir ahí y te quemen la arteria o prefieres un par de puntos de nada?- dicho así, me dá hasta miedo la primera acción. Trago difícilmente.

-¿Dolerá?- pregunto finalmente soltando su mano y extendiendo el brazo de nuevo.

-Obvio- dice él. ¿Acaso está loco? En estos casos se suele decir que no -No soy mucho de mentir, que te atraviesen la piel con un aguja no es una sensación agradable- me dice.

Se concentra y empieza dando la primera punzada. Arrugo la nariz y los ojos, sí, duele, duele mucho, pero considero que mantener la compostura no es una mala opción. De todos modos aparto la vista, no soy una persona de demasiado estómago. Me doy cuenta de qu termina cuando me avisa. Me venda alrededor de las puntadas y aprieta con delicadeza.

-Listo- avisa y empieza a recogerlo todo.

Lo ayudo como puedo pese a su insistencia en que lo deje. Termina y no sé qué más hacer ¿Porqué sigo aquí? Ya me ha curado, deuda saldada, debo marcharme ya. Pero tampoco sé si debo avisarle, si debo irme sin más o si pedirle que me lleve a la biblioteca, ya que está bastante lejos de aquí ahora mismo.

-¿Cómo sabes de coches?- lo oigo que pregunta desde la cocina. Me pongo frente a él, lo único que nos separa es la barra de bar.

-Mi hermano trabaja en un taller- le digo -Y siempre me ha gustado ayudarle cuando traía a casa los coches de sus amigos para arreglarlos- le cuento.

Saca una lata de cerveza de la nevera y me mira, me la señala a la vez que creo que considera que darme una. Asiento y me la lanza. La cojo al vuelo con el brazo bueno y la abro. Él coje otra y apoya sus brazos en la barra.

-Eres curiosa- me dice. ¿Qué? ¿Curiosa?

-Es lo más raro qué me han dicho nunca, y me han llegado a decir cosas muy raras- él ríe.

-No he conocido nunca a una mujer que le guste la mecánica- me dice.

-Ni yo un tío que sepa coser heridas con esa facilidad- le digo y él río -Y digamos que sigo en la franja de chica todavía, no me quiero considerar mujer hasta por lo menos tener más de veinticinco- vuelve a estallar en risas. De un salto me siento en la barra de bar.

-Estoy estudiando medicina en la universidad- me explica, y entiendo el porqué de saber tanto sobre heridas y esas mierdas -¿Qué edad se supone que tienes, chica?- suelto una risita y pego dos tragos más largos a la lata.

-Cumpliré dieciocho en febrero- le explico -¿Cuántos tienes tú?- le pregunto.

-Diecinueve- lo suponía.

-Explícame bien eso que te ha dicho Tara- me pide.

-Oh, nada, me ha dicho que no me acerque a su novio, básicamente a tí, supongo- le digo y ambos bebemos -Tienes un gusto pésimo- él ríe.

-No es cuestión de gusto Iris- me dice riendo - Es cuestión de facilidad- eso aclara mis dudas. Nombre de perro es una guarra.

Seis hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora