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No estoy demasiado segura de cuánto tiempo he pasado conversando con este chico a cerca de motores diésel, carreras universitarias y Nirvana. Me doy cuenta de que he perdido la noción del tiempo cuando oigo un pitido suave providente de su muñeca: su reloj de pulsera.

-¿Qué hora es?- pregunto.

-Las seis- abro los ojos, mierda, tengo que ir a la biblioteca y ponerme como una loca a estudiar.

Bajo de un salto de la barra de bar y me apresuro a coger mi mochila.

-¿Pasa algo?- me pregunta.

-Tengo que irme- le digo.

-Bien, al menos deja que te acerque a dónde sea que tienes que ir- me dirijo a la puerta.

-Ya has hecho suficiente por mí hoy, gracias, pero ya me las apañaré- y dicho esto salgo por la puerta y corro por el mullido pasillo hacia el ascensor.

Las puertas se abren y me adentro. No estoy segura de mi si mi huida ha sido demasiado precipitada y loca, aunque estoy casi segura de que sí lo ha sido. Ni si quiera sé porqué he salido corriendo de esa manera.

Pulso el botón de la planta cero y bajo siete pisos en el montículo. Me dirijo a la salida y observo que, más o menos se situarme, Cave Creek no es demasiado grande, así que estoy casi segura de que pasará algún autobús cerca de esta zona, es decir, estoy prácticamente en el centro, tiene que pasar alguno por narices. Camino avenida arriba y a los ocho minutos, más o menos, me topo con una parada de autobús. Los minutos pasan y una vez en el autobús, voy revisando mi libreta con los apuntes y los ejercicios que hice ayer con Harvey. Necesito algo más que un repaso, necesito sí o sí buena nota, y la biblioteca cierra en una hora y media, eso no ayuda para nada. Llego a la biblioteca y me encuentro de lleno con la camioneta de Ence ¿Qué hace él aquí? ¿Qué se le ha perdido a mi hermano en la biblioteca? Me encojo de hombros y camino hacia el interior, pero justo antes de entrar alguien me agarra del brazo, el malo, dios, dolor.

-¿Dónde cojones has estado toda la tarde? Te he llamado como unas doscientas veces- mierda.

-Eh, eh, eh, suelta- me suelto de su agarre, agradezco la chaqueta vaquera que visto y tapa mi vendaje. Maldito Ence, ahora me duele por su culpa.

-¿Me vas a responder?- su tono es de sumo cabreo.

-He estado con Ryan, por ahí- eleva una ceja. Por favor, por favor, por favor, que no haya él estado con mi hermano.

-¿Con Ryan?- se rasca la nuca, indeciso, no sabe si creerme o no -¿Desde cuándo te llevas tan bien con él?- me pregunta. Ruedo los ojos.

-¿Quieres dejar de controlarme? Deja de creerte que eres papá- le pido y me cruzo de brazos –Siempre me he llevado bien con él, lo que pasa que ahora estás obsesionado, ni si quiera puedo tener vida privada sin que tu te entrometas- le digo.

-¿Qué quieres decir con eso de vida privada?- pregunta alarmado. Le miro mal –Acaso tu y Ryan…- le corto.

-¡No, mierda Ence! ¿Cómo se te ocurre?- le pregunto con exasperación –Con vida privada me refería a no darte explicaciones sobre a qué hora voy al baño cada día ¿Entiendes?- pregunto.

-Iris…- intenta ponerse a la defensiva.

-Déjalo, tengo mucho que estudiar- y me meto en el interior de la biblioteca, es el único lugar dónde él no puede armar un drama.

Me siento en una de la sillas libres por el fondo de la biblioteca y me dispongo a sacar todo lo que necesito. Algo en mi carpeta me llama la atención, es un post-it amarillo con algo escrito.

Seis hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora