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Apenas he pegado ojo esta noche. No me siento bien, nada bien. De un modo u otro, sé que Joyce tiene toda la razón del mundo, pero aún y así no me arrepiento de nada, es decir, no he hecho nada malo... o, bueno, tener el impulso de querer besara otro no que no es tu novio no es malo del todo, ¿no?. Termino de vestirme y me dejo guiar al instituto por mi hermano.

-¿Qué te pasa Iris?- tengo la vista fija en la ventana.

-Eh, ¿qué?- digo despertando de mi trance.

-Estás muy callada- comenta -¿Te pasa algo?- pregunta con la vista fija en la carretera.

-No, sólo estoy cansada- le digo con media sonrisa de lado.

Todo es tan distinto. Antes me pasaba las horas con ellos dos, con los gemelos, y ahora he llegado incluso a considerar a Ence como mi enemigo por el mero hecho de tenerme sobre-protegida. Ya no me sale el ir y contarle lo que me preocupa, ya no echamos partidas a la Xbox hasta las tantas, ahora solo nos cruzamos por casa y eso es todo.

-Si te pasa algo, sabes que me lo puedes contar- me dice.

-Lo sé, hermano- le aviso y le dedico una sonrisa tranquilizadora.

Llegamos al instituto y me despido de él con un beso en la mejilla. Me meto en el edificio y reviso mi teléfono en busca de alguna señal de Joyce, pero no hay ni un solo indicio que me indique que él ha intentado contactar conmigo. Resignada entro a clase y me ubico al lado de Carlena.

-¿Lista para este fin de semana de escándalo?- comenta emocionada. Cierto, el fin de semana con las chicas, lo había olvidado.

-Claro- le sonrío y saco los utensilios para la clase. Me irá genial despejarme y pasarlo bien con las chicas. No he vuelto a salir desde aquella noche en la que conocí a Blake. La noche maldita.

Las clases transcurren con tranquilidad. Mi rutina se basa en llegar a casa, hacer los deberes y apenas mantener contacto con ninguna de las personas que pueblan mi casa. Lo único que hago es ponerme el pijama e hincharme a ositos mientras de fondo veo como pasan Anatomia de Grey.

Hago una reflexión mental, realmente creo que esto es el final de lo que fuese que teníamos Joyce y yo, pero lo que también sé es que no me debo juntar con Blake. Por alguna extraña razón hay algo de él que se me está escapando y debo saber cuanto antes lo que es, pero de mientras, contra más lejos esté mejor. Él es el causante de todos mis dolores de cabeza ahora mismo.

El zumbido de mi teléfono me provoca que me acerque a mirarlo. Desbloqueo la pantalla y frunzo el ceño automáticamente al ver notificación de Whatsapp del número de Blake. Mi mente me grita que lo borre, pero una vez más, vencen mis impulsos y en la pantalla se despliega el dichoso mensaje.

"Abre la ventana que por las noches ya hace frío, y más en esta zona."

Tiene que estar de coña. Me bajo de la cama y me acerco a la ventana con cautela. Retiro la cortina y saco la cabeza en busca de su persona, y lo descubro sentado en el tejado esperando con una chaqueta fina para la temperatura de afuera y una bolsa de papel en sus manos. Abro la ventana sin acabar de comprender qué coño hace él aquí.

-¿Qué haces aquí otra vez?- pregunto.

-Bonito pijama, rubia- y dicho esto, se cuela por un lado de la ventana y se mete en el interior de mi cuarto. Esto ya sobrepasa el ayanamiento.

Miro hacia abajo. Tampoco está tan mal mi atuendo, ¿no? Es decir, es un pijama de Bob Esponja, tampoco es tan raro.

-No esperaba visita como para tener que arreglarme- digo cruzándo los brazos.

-Tranquila, estás guapa igual- dice acercándose a la ventana y cerrándola. Justo después frota sus manos a modo de intentar calentarlas.

-¿Qué haces aquí?- pregunto de nuevo.

-¿Es que no te alegras de verme?- me pregunta elevando una ceja con una sonrisa divertida en la cara.

-No- miento, y además rotundamente.

-Mentirosa- dice él. Burlón y se deja caer en mi cama mientras observa la caja de ositos medio vacía -Veo que te gustaron- murmura con diversión.

-Blake, tienes que irte- le digo.

-¿Y eso porqué?- pregunta acomdándose bien en la cama.

-Pues porque lo digo yo- le digo seria.

-Necesito un argumento de peso, no esa tontería- ruedo los ojos.

-Me he peleado con Joyce por culpa de tu maldita novia- solo pensar que Blake está con una tía como esa me repugna.

-Espera, espera, espera- dice medio riendo -¿Hablas de Pharrells?- pregunta. ¿Acaso lo conoce?

-Sí- digo obvia.

-¿Estás con ese pringado?- y estalla en carcajadas que me veo en la obligación de silenciar para que nadie se percate de su presencia en casa.

-No es ningún pringado- lo defiendo, y no sé bien porqué.

-Oh, vamos, le pego cien mil patadas a ese tío y lo sabes- sí, lo sé, pero me dedico a rodar los ojos de nuevo por tal de no darle la razón.

-Vete- le ordeno.

-Oye, no he venido para que me eches nada más llegar- me dice.

-Nadie te ha pedido que vengas- le digo -Además, ¿para qué se supone que has venido?- le pregunto a la defensiva.

-Tenia ganas de verte- vaya, ese arrebato de sinceridad me pilla por sorpresa.

Simplemente me callo, me pongo roja y no sé qué decir, ¿qué se supone que se dice en estas situaciones?

-Te puedes quedar con una condición- rompo el hielo que yo misma he creado.

-Sorpréndeme- apoya las palmas de las manos en el colchón.

-Quiero que me respondas a todo loq ue te pregunte, apenas sé nada de tí- le digo.

-En ese caso, va a ser mutuo- me dice -Jugaremos al juego de las preguntas- me propone -Yo te lo responderé todo y tu a mi también, ¿de acuerdo?- le miro sin acabar de comprenderlo.

¿Qué se supone que Blake necesita saber de mí? Nada, o eso creo, no hay nada interesante en mi vida.

-Está bien- acepto. La curiosidad mató al gato.

Seis hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora