Epílogo

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Toqueteo el vaso con la pajita y absorbo el azúcar con esta mientras veo como todos ríen y yo con ellos.

-Nunca se me olvidará la cara de ambos, fue demasiado épica- murmura Ence riendo como un loco.

-¡Tú eras un gilipollas en esa época!- espeta Blake mientras ríe descontrolado, sin saber del todo si es por los dos mojitos que lleva encima o por que de verdad le provoca risa lo que dice mi hermano, las chicas somos las más sobrias del lugar.

-Ambos lo eráis- murmuro y oigo reclamos de ellos dos, pero el resto de la mesa parece de acuerdo conmigo y ahora la que río soy yo.

Blake echa su brazo por encima de mis hombros y me pega más a él todavía mientras veo la felicidad reflejada en sus ojos cuando me mira. Sonrío y le doy un corto beso en la boca, se queja cuando me alejo.

-Entonces, ¿dónde decís que os vais a ir de vacaciones?- esta vez es el turno de Tara.

-Yo quería ir a las Bahamas, pero la aburrida esta quiere que vayamos a Irlanda, ¿te lo puedes creer?- le pego a Blake en el brazo cuando lo oigo decir eso.

-Oh, cállate, tu eres el mayor huevón de la sala- chista mi hermano Gus.

-Para nada, yo estoy hecho todo un hombre mi casa- le miro mal de soslayo.

-Claro, por eso cuando te dije que íbamos ahí y no había discusión aceptaste sin más- él se sonroja y me río por su expresión -Además, no es una casa, es un piso, tonto- le digo y él sigue rojo.

Todos ríen y miro a mi grupo de siempre, algo diferente pero grupo al fin y al cabo. Blake y yo, desde aquel momento juntos, sin que nada más se volviese a interponer entre ambos durante estos tres años y medio de relación, mi hermano y Tara se dieron una pequeña oportunidad  hace unos cuantos meses y han sido inseparables desde entonces, y me alegro por ambos, nombre de perro resultó convertirse en amiga mía después de todo. Dos personas tan iguales estaban destinadas a eso.

Mi vida con Blake era totalmente diferente a lo que estaba acostumbrada. Él me cuidaba y se preocupaba por mi a todas horas. Cuando acabé el instituto y empecé la universidad, ambos nos mudamos a Culver City, mucho más cerca de la universidad y de una ciudad, juntos y sin separarnos. No vivimos juntos hasta dos años después, pero no nos ha ido mal. Ahora le miraba a él, que me sostenía mientras acariciaba mi dedo anular en el que yacía mi anillo. No podía estar más feliz, todo había salido a pedir de boca. Tenía a mi lado al hombre de mi vida y había logrado mantener a mi lado a mis seis hermanos. Esta era mi vida, así había sido, y pese a todo, no la cambiaría absolutamente por nada.

Seis hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora