Hipocresías

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PRESENTE


Muelle del Loto.



La guía de Wei Wuxian era completamente diferente a cómo alguien pudiera conocer la sede del Clan Jiang de Yunmeng. Mostró a sus hijos esas partes favoritas suyas del muelle, los puentes, los riachuelos, las calles o la orilla de los lagos donde solía andar cuando era joven, en lo que su memoria pudo ser fiable. Llegaron hasta el bazar, que el Patriarca observó con una sonrisa quieta. Ya no era el gran bazar en aquellos tiempos en los que vivía Jiang Fengmian y Madame Yu, no por ello perdía todo ese colorido, aromas y sonidos de los vendedores. Había caminado por ese bazar con su esposo hacía años, ahora tocaba el turno de hacerlo con sus muy silenciosos hijos.

—Bueno, este también fue mi lugar favorito —comentó, volviendo en sí y ofreciendo su mano a Wei Qiang, junto con su sonrisa.

El más pequeño de sus hijos ya se había removido la cinta que sujetaba sus cabellos para cubrirse el rostro, un gesto que molestó de alguna manera a Lan Tian, sin entender del todo por qué. Como tampoco por qué iba sintiéndose desairado ante las muestras de afecto de Wei Wuxian con su hermano menor. La mano del Patriarca no dejaba de pellizcar suavemente su mejilla, alborotar sus cabellos sueltos o entrelazar sus manos con Wei Qiang. No quiso pensar en la palabra celos, caminando bien erguido al buen estilo de los Gemelos de Jade cuando todos en el bazar se arrodillaron al verlo entrar por el ancho pasillo.

Fue la primera vez que no quiso que lo hicieran, incómodo porque Wei Wuxian como su hermano también le hicieron una reverencia, esperando a que caminara por delante respetando esa etiqueta para el Dragón del Cielo. Uno que estaba contrariado, mirando al otro dragón correr de un lado al otro preguntando qué cosas eran lo que vendían todos los locales con una inocencia que dolía, recordándose que Wei Qiang nunca había visto algo así. Todo lo que conocía era una pobre villa, caminos rurales y un escondite que ni él mismo había podido localizar, pero que a juzgar por esos juguetes macabros no era un lugar precisamente lleno de vida como el bazar de Muelle del Loto.

—/ ¡¿Qué es esto?! ¡¿Qué es esto?! /

—Ah, es una tarta de frutos secos —respondió el Patriarca— ¿Sabes? A tu padre al principio no le agradó cuando le di a probar porque pensaba que era picante, en realidad es muy dulce. Yo siempre tomaba de esto y otras cosas sin pagar, era tu... Jiang Fengmian quien pagaba por mí. No imagino la cuenta.

—¿Por qué no lo prueban? —la voz de Han guang-jun los hizo volverse a los tres.

—¡Lan Zhan! ¿Tan pronto acabó la reunión?

El Segundo Maestro Lan asintió, mirando al pequeño. —Toma lo que quieras, yo lo pagaré.

—Ah, Lan Zhan, ¿tú vas a quedarte con él hasta que agote todas las energías de tanta comida?

—Sí tú quieres.

—Pf, malcrías a este dragón que tiene un pozo sin fondo por estómago.

—Con mayor razón.

Wei Qiang pidió rebanadas de esa tarta para todos, incluyendo a Lan Tian, aunque a él no le entregó directamente su porción, dejando que fuese Lan Wangji quien lo hiciera, probando enseguida esa rebanada que se acabó en pocos mordiscos. Encontraron más adelante un puesto donde vendían cometas como esas mariposas de papel que eran la perdición del Dragón del Inframundo. Wei Ying se llevó una mano a la sien cuando su niño se giró hacia su padre buscando su consentimiento para ir corriendo a buscar un cometa y elegir una mariposa que quemaría en honor a los Wen y otra para A-Yuan.

Los Dos DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora