Retorno

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PASADO



Receso de las Nubes.



Los Líderes de Gusu, Lanling, Nie junto a otros menores estaban reunidos en uno de los salones destruidos, debatiendo sobre el ataque a Muelle del Loto. Lan Qiren estaba furioso, había caído enfermo de enterarse de que Lan Wuxian había escapado con el Dragón del Cielo, y ambos estaban desaparecidos. ¿Es que acaso ese joven de Núcleo Binario no podía mantener la sensatez? Parecía que la maldición de su naturaleza comenzaba a despertar, empujándolo a cometer actos irracionables como el llevarse a un ser divino a la boca del lobo. Y ahora Yunmeng había perdido a sus líderes. Wen Chao había incinerado los cadáveres mutilados de Jiang Fengmian y Madame Yu y esparcido las cenizas en el río mientras brindaba para humillación de todos.

Jiang Cheng y su hermana, Jiang Yanli estaban ausentes, así que estaban buscándolos por todas partes.

—¡No podemos seguir así! —rugió Nie Mingjue— ¡Ya ha sido demasiado!

—Pero no tenemos una gran fuerza contra Wen Ruohan y sus espadas —replicó nervioso Jin Guangshan.

—Si continuamos huyendo de los problemas, los problemas se harán tan fuertes que nos aplastarán, y no habrá nadie que pueda auxiliarnos porque hemos permitido que los asesinen.

—¡Eso es, Gran Maestro Lan! ¡Atacar! ¡Es lo que debemos hacer!

—Aun sumando todas nuestras fuerzas, apenas si somos la mitad del ejército de la Secta Wen —Jin Guangshan se abanicó, suspirando— Debemos ser realistas también.

—O cobardes —gruñó Nie Mingjue.

—Debemos...

Lan Qiren calló al sentir una presencia aproximarse, sus ojos se abrieron de par en par como el del resto al ver subir los escalones a Lan Xichen con un grupo muy numeroso de líderes de pequeños clanes que ya habían sufrido los ataque de los Wen. El Primer Jade de Gusu había logrado escapar con un pequeño grupo de discípulos, comenzando a reunir fuerzas mientras Wen Ruohan se confiaba de que estaba ganando esa partida, olvidando que el daño que dejaban sus espadas solamente alimentó el hambre de justicia por parte del resto de las Sectas.

—¡Zewu-jun! —Nie Mingjue se levantó, sonriente— ¡Gracias a los Dioses! ¡Estás vivo!

—Y con buenas noticias, estos hombres se nos unen a la pelea con todo lo que tienen para derrotar de una vez por todas a Wen Ruohan —Lan Huan hizo un saludo a su tío— Siento mucho la ausencia, reunir a todos estos valientes me tomó más de lo pensado.

—Lan Xichen...

—No vengo solo.

Se giró, cediendo el paso a un encapuchado de entre aquellos golpeados hombres. El joven se descubrió, permitiendo que vieran su rostro. Era nada menos que Jiang Wanyi. Los ánimos se levantaron, sobre todo por la furia emanando en el ahora nuevo Líder de Yunmeng, quien pedía justicia para todos. Para su hermano Lan Wuxian que había desparecido justo cuando lo había salvado de las garras de los Wen. Lan Qiren miró a su sobrino, orgulloso de todas las buenas noticias que había traído.

—Tu regreso llena de alegría mi corazón.

Lan Xichen hizo una reverencia y levantó su rostro, sonriente al buscar a un apagado Lan Wangji en una esquina.

—También hemos encontrado a la Señorita Jiang. Tiene consigo a nuestro pequeño.

Nie Mingjue no pudo contenerse, sirviéndose vino que levantó en alto, brindando por la buena suerte que al fin se inclinaba hacia ellos en esa guerra.

Los Dos DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora