Trampa

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PRESENTE


Yunping.



El sueño fue de lo más extraño.

Reconoció que estaba en Receso de las Nubes, pero todos estaban con una expresión adolorida, de lástima mirando hacia el Muro del Castigo. Respingó al escuchar el silbido del primer latigazo, pasando por entre todos esos uniformes blancos para ver a Han guang-jun recibir el segundo ataque de esa lengua cruel que lanzó un rastro de sangre hasta donde se encontraba. Conteniendo la respiración, llevó una mano a su mejilla manchada, viendo esas gotas carmesí en su palma mientras los latigazos continuaron.

Gritó.

Pero no alcanzó la mano de su Shijie, una espada estaba atravesando su garganta. El segundo grito fue más ronco y desesperado porque no era Yanli, era su pequeño hijo Wei Qiang. Y Lan Tian era el que lo había atravesado con Aliento de Vida.




—Wei Ying, todo está bien... todo está bien.

El Patriarca abrió sus ojos, sintiendo una mano retirar sus cabellos de su frente con cuidado y otra acariciar levemente su cintura, encontrándose temblando boca arriba en la cama y no sobre un cálido pecho. Su corazón latía demasiado aprisa y se dio cuenta que había estado sollozando. Han guang-jun lo observaba preocupado, limpiando sus lágrimas al notar que volvía en sí.

—Solo fue una pesadilla.

—L-Lan... Zhan...

—No es real.

Wuxian le abrazó, buscando calmarse con el aroma de Lan Wangji, efecto que funcionó igual que esas manos acunándole, una haciendo suaves círculos en su espalda para apaciguar su energía.

—No es real —repitió el Segundo Maestro Lan.

Le tomó unos buenos minutos recobrar la paz, para entonces sus ganas de dormir ya se habían esfumado pese a que todavía era de madrugada. Han guang-jun siguió acariciando sus cabellos, después tomando su mentón para verle, asegurándose de que ya no hubiera más pesadillas en sus ojos. Como en los viejos tiempos. Wei Ying al fin le sonrió, palmeando apenas esa mano que luego tomó para besarla por el dorso en un gesto de tiempos pasados que hizo dar un vuelco al corazón de Lan Wangji.

—Estoy bien ya. ¿Lan Zhan?

—Dime.

—Necesito verlos, asegurarme con mis propios ojos que están bien.

Han guang-jun no se lo negó, ayudándolo a vestirse. Ambos salieron de su habitación para ir a la de los dos dragones que dormían tranquilamente. Lan Tian estaba sereno, no había nada que lo perturbara, mismo caso de Wei Qiang aunque el pequeño parecía un remolino con sus sábanas hechas nudo. Con una sonrisa, el Patriarca lo acomodó de vuelta, dejándolo que siguiera en el mundo de los sueños. Solo había sido una pesadilla que se había sentido demasiado real.

—¿Wei Ying? —Lan Wangji buscó su mano que acarició por el dorso.

—¿Te parece bien si inspeccionamos el templo ahora mismo?

Salieron de la posada, encontrando como era de esperarse calles solitarias por donde corría libre una neblina fría. Wei Wuxian iba de la mano con el Segundo Maestro Lan, todavía inquieto por ese presentimiento arraigado en su corazón por esa pesadilla. La mano que sujetaba la suya le soltó, subiendo a su cintura que fue rodeada para atraerlo a un costado de Han guang-jun. Todavía su cuerpo tenía presente la sensación de haber estado con Lan Wangji, lo que ayudaba a mantenerse sereno haciéndolo sonreír porque era uno de los tantos beneficios de practicar el cultivo en pareja. Se abrazó al costado donde estaba pegado, caminando lentamente con la mirada de su pareja sobre él, levantando su rostro para escuchar sus palabras siempre de aliento.

Los Dos DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora