Lo sé todo

873 116 12
                                    


PRESENTE


Tanzhou.



El sueño fue de lo más extraño.


Veía a sus dos hijos convertidos en dragones bailando en el aire, esos cuerpos largos entrelazándose y luego separándose para ir hacia él como si se dieran cuenta de su presencia. Entonces algo los detenía, un muro brillante. Corrió a ellos, pasando aquella barrera. Todo era oscuro ahora, con una figura más adelante que le daba la espalda. Al principio no lo reconoció, pero cuando se giró, se dio cuenta de que era Jin Guangyao.

Y de sus dos manos colgaban las cabezas de los dragones, decapitados.




—¡No...!

Wei Wuxian despertó, sudando frío y sentándose de golpe con la respiración agitada notando que se había quedado dormido largo tiempo, ya casi anochecía. Abrió sus ojos en temor al ver que su hijo no estaba a su lado y que a un lado de su cama había un fantasma. Uno que levantó un dedo para señalar hacia una dirección. No necesitó más explicaciones, saliendo a toda carrera de la posada hacia la calle que ya se había vaciado porque algo sucedía. El cielo nublado relampagueaba y el aire era casi gélido. Para Wei Ying fue una muy mala señal, sintiendo de pronto un tirón en su brazo, notando que era aquella vieja loca quien le llamaba.

—¡El terrible y poderoso señor del Inframundo nos hace sentir su ira! ¡Allá! ¡Allá en el templo! ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡Muerte a todos!

Un escalofrío recorrió la espalda del Patriarca, tomando su flauta para salir corriendo hacia el templo que le había señalado aquella vagabunda demente a quien dejó carcajeándose. Era el Templo de la Dama de las Flores, solo que ahora era un enorme sitio muerto sin jardines ni flores. Conforme subió por los escalones maltratados por el tiempo escuchó los quejidos de dolor de alguien más y para su horror, descubrió que eran de Lan Tian. Su primogénito estaba en aprietos al luchar contra el cadáver unido ya de Nie Mingjue, salvo por la cabeza, que estaba siendo dirigido por un rabioso Wei Qiang.

—¡¿QUÉ HACES?! —Wuxian fue hacia su pequeño, sacudiéndolo— ¡DETÉN ESTO AHORA MISMO!

Wei Qiang le miró con esos ojos rojos. —No.

Lan Tian cayó al suelo, siendo arrastrado por un brazo que lo estampó varias veces hasta hacer un boquete en ese jardín marchito. Wei Ying jadeó, con la energía del Sello del Tigre Estigio sumado al poder del Dragón del Inframundo, ese cadáver era demasiado incluso para alguien como el joven dragón teniendo esos sellos de restricción de poder. Una pelea que comenzaba a ser injusta.

—¡HE DICHO QUE TE DETENGAS! ¡WEI QIANG! ¡PARA!

El muy airado niño se negó, mirando hacia donde el cadáver arrojando como si fuera un muñeco a su hermano contra un pilar antes de poder enviar una señal de ayuda. Wei Wuxian pidió de nuevo que se detuviera sin que fuera escuchado, agitando esos hombros y recibiendo un manotazo en respuesta. Lan Tian se quejó, escupiendo un poco de sangre. El Patriarca gimió, apretando sus dientes con lágrimas en los ojos al momento de levantar una mano y darle una bofetada al menor de sus hijos.

—¡HE DICHO QUE ES SUFICIENTE!

El cadáver se detuvo, permitiendo que el Dragón del Cielo recuperara su posición de ataque. Sus blancas ropas estaban sucias ya, con rastros de sangre por las heridas provocadas igual que moretones y rasguños en su rostro, cabellos despeinados y una mirada que probaba que, aunque fuera un dragón tenía tanto miedo como cualquier joven normal. Wei Qiang se llevó una mano a su mejilla adolorida, sus ojos miraron atónitos a su madre, llenándose de gruesas lágrimas.

Los Dos DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora