Equivocación

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PASADO



Túmulos Funerarios.



Fue exactamente igual que con Lan Tian.

Y al mismo tiempo muy diferente.



De nuevo tuvo esa sensación en su cuerpo que pasó por alto porque había padecido esa herida causada por Jiang Cheng, creyendo que se debía a eso. Pero luego comenzaron a suceder cosas en Luanzang, como la aparición de flores negras o violetas que nunca antes habían florecido en semejantes tierras. O que de vez en cuando llegaban a ver espectros curioseando hacia la cueva sin hacer nada, como si simplemente quisieran ver algo o a alguien. Pastos verde oscuro, de tallos gruesos que silbaban al viento crecieron rodeando la colina. Era una suerte que los Wen no se hicieran tantas preguntas, cada vez más acostumbrados al sitio donde ahora habitaban. Lan Wuxian se mantuvo distraído con los campos o jugando con el pequeño Yuan a quien ya adoraba, alegrando sus días.

Wen Yuan no había dejado su hábito de morder su flauta, aunque parecía extrañamente más prendido a él como si también presintiera algo. Cuando Wei Ying quiso levantarlo en una ocasión, los brazos no le respondieron y por nada casi lo deja caer, afortunadamente el pequeñín solo resbaló por su regazo creyendo que era parte del juego. No lo había sido. Empezó a sentirse extrañamente más débil, como si lentamente estuviera perdiendo su energía espiritual y sospechó la razón, no creyendo que hubiera sucedido de nuevo. Al paso de los días fue aceptándolo. Todavía no quiso decir nada a nadie, queriendo confirmarlo por su cuenta.

Una carta llegó para él, que le entregó el Tío Cuarto. Venía de Gusu a juzgar por la envoltura. Wuxian se alejó del campamento, por si acaso había algo ahí que no fuera bueno para todos ellos. Sus manos temblaron conforme iba leyendo y esas letras tan bien escritas se mancharon con sus lágrimas al caer sobre el papel. Lan Qiren había solicitado el divorcio y fue concedido. Ya no era más Lan Wuxian, volvía a tener su propio apellido. Esa carta estaba firmada además por Han guang-jun, con los sellos de los clanes de Lan, Jin y Nie aceptando la decisión que además revocaba su relación con Lan Tian, ya ni siquiera podía llamarlo su hijo.

Lan Wangji había aceptado la separación.

El Patriarca de Yiling alzó sus ojos al cielo, tallándose con el dorso de la mano uno de ellos, jalando aire y caminando hasta perderse montaña abajo donde nadie le viera. Ahí dio rienda suelta a su dolor, cayendo de rodillas para llorar abiertamente, rasguñando el suelo con sus manos temblorosas. Lan Zhan ya no lo quería más, ni deseaba que viera a su hijo. Así como él había decidido quedarse con su nueva familia, también había perdido la que anteriormente formara. Y ahí estaba. No más Lan Wuxian, no más madre del dragón, no más un esposo o un hijo. Escuchó a lo lejos la voz de Wen Qing buscándole con preocupación, controlando su llanto y luego poniéndose de pie. Un ataque de náuseas lo hizo buscar un rincón donde vomitar.

—¿Wei Ying?

La joven Wen lo encontraría sentado en una roca, todavía lidiando con los mareos con la carta maltrecha en una mano. Quiso sonreír, esforzándose por no levantar sospechas de su estado, pero estaba bajo la celosa mirada de la mejor médico en todos los clanes.

—Ven acá —Wen Qing tomó su mano libre para examinar su energía y signos vitales, abriendo sus ojos de par en par— Wuxian, tú...

—Lo sé.

Los Dos DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora