Pinceladas

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PRESENTE



Tanzhou.



—El niño está fuera de peligro ya, pero sufrió una pérdida de energía espiritual muy peligrosa. Recomiendo reposo con una dieta sana, debe comer mejor. He dejado las instrucciones a su madre, mi señor.

—¿Se recuperará por completo?

—A juicio de médico, debo aceptar para mi sorpresa que sí.

—¿Por qué dice eso?

El médico se rascó su nuca. —He conocido a pocos Núcleos Binarios en mi profesión, Maestro Lan, y las criaturas que pudieron concebir murieron en su vientre, en el parto o al año de vida por lo... enfermos que nacieron. Es la primera vez que puedo admirar un vástago tan fuerte y mayor. Yo solo sabía del Dragón del Cielo como único milagro similar. Aunque bueno, este pequeño no es del todo perfecto, las quemaduras en su rostro son la muestra de los núcleos defectuosos que lo albergaron.

—¿Quemaduras?

—Son de nacimiento, pobrecillo. Lleva la marca de la naturaleza de su madre para toda la vida.

Zewu-jun se quedó serio un par de segundos, ofreciendo su sonrisa cordial de nuevo.

—Gracias por venir tan aprisa.

—Un honor servir a Zewu-jun, vendré mañana a revisarlo.

Lan Xichen miró por la puerta entreabierta de la habitación donde estaban Mo Xuan Yu con su hijo, de quien no se despegaba ni un solo momento. No le había visto comer nada ni tampoco descansar, limpiando esa frente de sudor o acomodándole al verlo quejarse con una expresión de angustia y recelo extrañamente combinados. Le recordaba a un tigre acorralado que en cualquier momento podía lanzar un zarpazo de ser provocado. Su hermano menor le había enviado un mensaje diciéndole sobre el incidente en Ciudad Yi, con la ayuda de Mo Xuan Yu desde el cementerio de Yueyang, aparentemente bien enterado del asunto del brazo demoniaco y del rastro del Sello del Tigre Estigio. Ahora lo había encontrado en plena calle peleando con una pandilla de chicos al defender a su hijo enfermo, en una historia que tenía algunos huecos. Se acercó, tocando apenas con su espada en la puerta.

—¿Joven Mo?

Wei Ying levantó la mirada, levantándose para saludarle. —Gracias, Zewu-jun.

—Me has dado las gracias muchas veces en un solo día.

—Quisiera tener algo más que ofrecer en compensación por su bondad.

—Deberías comer algo o descansar, puedo vigilarlo mientras tanto. El médico vendrá mañana a revisar el avance de tu hijo. No te preocupes por los gastos.

—Lo hago —el Patriarca miró a Wei Qiang, con nuevos vendajes en su rostro— Solo... en cuanto esté mejor ya no molestaremos a Zewu-jun.

—Joven Mo, la salud de tu hijo es delicada, quiero ayudarte en todo lo que pueda.

—... mi hijo no es una abominación.

Lan Xichen frunció su ceño, esas palabras venían a réplica de aquellos pandilleros, pero también había una intención detrás que le pareció dolorosa. Como una verdad que anhela ser gritada a los cuatro vientos.

—No, no lo es.

Wuxian levantó su mirada, desviándola luego por miedo de que Lan Xichen leyera en él la verdad.

Los Dos DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora