Capítulo 24

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"De la vida obtienes lo que te atreves a pedirle."
Oprah Winfrey.


Alexander.

Vi salir un remolino de telas negras y risos rojos enfurecido de la puerta de uno de los aseos y mi respiración se detuvo sabiendo que era Emma.

Nadie en el salón irradiaba tanta fuerza.

La cola de su vestido rebotaba con sus pasos rápidos y seguí su camino hasta la barra embobado con su presencia.

¿Que la había hecho reaccionar así?

Con Emma Cole no había nada predecible. No tenía idea que le podía haber pasado, pero sí que con la furia pintada en su rostro era una criatura hermosa.

Maldije mi propio juego del gato y el ratón, ansioso por poder acercarme.

Sus mejillas debían estar rojas, reflejando toda su molestia y sus labios en un pequeño mohín inconforme por la ira.

Ella era siempre un espectáculo sin importar que estado de ánimo traía. Sin embargo, llena de esa aura oscura y salvaje era mi preferida.

Regresé mi vista a donde había salido Emma minutos atrás y mi boca se abrió con sorpresa cuando Rebbeca se asomó por la puerta, su rostro frio y distante se había vuelto una máscara de furia y algo parecido a la vergüenza.

La trigueña tomó su camino y prácticamente corrió a los brazos de mi hermano.

¿Qué hacían ellos aquí?

Me removí incómodo y curioso por saber que mierda había pasado allá adentro.

Emma conocía que tipo de relación guardaba con Rebecca y ella había dejado claro cuál era su opinión acerca de mi ex, pero mi conocimiento se quedaba ahí.

¿Que a había hecho explotar de esa manera?

Conocía la forma de actuar de Rebecca, era rastrera y fría pero el temperamento explosivo de Emma me decía que no había aguantado mucha de sus idioteces en todo caso la había mandado a la mierda.

Odiaba que tuviera que pasar tiempo con ella, mierda hasta yo deseaba que desapareciera y no verla nunca más, sin embargo, ambos teníamos una cosa que nos unía, pero mi chica no tenía que pasar ese mal rato. No si yo podía evitarlo.

Demasiadas preguntas sin respuestas.

Regrese mi vista a donde se encontraba el motivo de mi tormento y los celos burbujearon en mi sangre al verla reír con un hombre.

¡Qué mierda!

Caminé hacia ellos olvidando el estúpido juego. Su risa ronca retumbo hasta mi con un nuevo comentario del hombre y mi visión se volvió roja.

No sabía cuándo me había vuelto un tipo posesivo, pero no me hacía jodida gracia que otro hombre coqueteara con Emma.

Ese era mi papel, era yo quien quería hacerla feliz.

Que me tuviera la suficiente confianza para reír a carcajadas sin importar el lugar en que nos encontráramos.

El hombre vestido de negro miró hacia mí por un segundo y el alivio me detuvo. Era Daniel su mejor amigo, sin embargo, los celos no desaparecieron, ansiaba estar en su lugar.

Me centré en ella sin poder evitarlo mientras una nueva carcajada fluía de su rostro. El sonido era contagioso y me vi formando una sonrisa en mis propios labios.

Esta chica era asombrosa, tan rota y desconfiada pero tan llena de vida.

Su expresión se puso seria deteniendo cualquier derroche de alegría y miró directamente hacia mí, como si fuera capaz de sentir mi presencia.

Rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora