Capítulo 22

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"Fue cuando comprobé que murallas se quiebran con suspiros y que hay puertas al mar que se abren con palabras"
Rafael Alberti.


Una lámpara de noche llenaba la habitación de una tenue luz amarilla haciendo que los detalles fueran casi imposibles de ver, aún así, con una rápida mirada supe que ese espacio era propiedad de Alexander Jefferson.

Di un vistazo a las ventanas y comprobé que estaban cubiertas por unas gruesas cortinas color azul imposibilitando la vista hacia el exterior eso hizo que mi respiración recuperara un poco de normalidad y pudiera apreciar mi entorno.

La decoración era simple, pero cada pequeño detalle identificaba a la persona que se acostaba a mi lado. Un libro a medio leer descansaba en la mesita de noche junto a una foto de Mia pequeñita, debía tener unos dos años.

Una gran imagen del océano llenaba la pared contraria a la cama dándome un indicio de cuanto lo amaba, no sabía si había sido deliberado, pero escoger a Los Ángeles como lugar para vivir había sido todo un acierto.

A pesar de eso su olor era lo más destacable. Lo inundaba todo desde la funda hasta la manta que me cubría.
Respiré profundo sin saber qué hacer, era demasiado extraño para mi estar en una cama con un hombre sin que el sexo estuviera involucrado.

-¿porque viniste Emma? - habló Alexander a mi costado.

Giré mi cuerpo para quedar frente a él.

Las dudas se internaron en mi rostro y resopló exasperado mientras pasaba una mano por su rostro eliminando los últimos síntomas del sueño.

-Rebbeca es la madre de Mia - confesó - antes preguntaste por ella, así que ahí está tu respuesta.

Tardé varios segundos en procesar lo que me estaba diciendo.

-Pensé que estaba con Robert.

-Y lo está - afirmó - es ... una larga historia.

-Tengo tiempo - le animé, pero mi curiosidad murió al ver la incomodidad reflejada en su rostro.

-Conocí a Rebbeca cuando estaba terminando la universidad - habló - en ese momento me encontraba demasiado molesto con la vida y conocerla fue un soplo de aire fresco. Ella no compartía mi mundo, no conocía mi familia y en el aquel momento eso era todo lo que quería de alguien.

Se detuvo por varios segundos como si le costara continuar, en ese momento aproveché para acercarme al calor que desprendía su cuerpo. Mi movimiento fue casi imperceptible, pero sentía como si hubiera dado un paso gigantesco.

Esperé paciente a que continuara y me dediqué a observarlo. La expresión de incomodidad había sido cambiada por la resignación y me sentí en sintonía con él. Recordar mi pasado me molestaba, pero con el tiempo aprendí a dejar de luchar contra él, simplemente aceptarlo.

-Estuvimos juntos por un tiempo - continuó después de un suspiro - cuando decidimos mudarnos juntos supe que era el momento de que conociera mi familia. Pensé que estaba siendo un idiota paranoico por no querer que se involucraran con ella, pensé que nada iba a cambiar.

-Pero todo cambio - me aventuré y asintió.

-En el momento que cruzamos la puerta de entrada comenzaron los problemas. Fueron pequeñas cosas, mi madre cambio su ropa y modales, según ella yo necesitaba alguien refinado que no avergonzara la familia. A mí me importaba una mierda si no sabía el orden de los cubiertos a la hora de comer, me gustaba por quien era, así de simple - resopló - mi padre fue el siguiente, su alegato fue que era demasiado hermosa como para no explotar los atributos que Dios le dio así que impulso su carrera de modelaje.

Rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora