Capitulo 17

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La excitación es el fundamento del erotismo, su enigma más profundo, su palabra clave.
Milan Kundera.

Después de esa cena mi estado de ánimo había sido un poco caótico. Lo que quería y lo que necesitaba estaba yendo por bandos diferentes. Mi parte más egoísta quería robar esos pequeños momentos con Alexander, donde podría fingir que era una mujer normal y que la idea de conocer a alguien no me aterrorizaba. Luego estaba mi lado racional que me recordaba cuan desastroso sería darle cabida a alguien más a mi vida y lo mal que podía salir.

Aún no tenía claro quien estaba ganando, pero el proceso me está pasando factura.

Esa noche cuando llegué a casa el rubio me había pedido que me arriesgara, en cambio, había hecho lo que siempre hacia. Cuando Alexander se perdió por la avenida en su auto fui a un bar y tuve sexo con un desconocido. No me sentía avergonzada de mis acciones, pero algo muy profundo en mí que me gritaba que estaba desperdiciando una gran oportunidad al no intentarlo con Alex.

Por uno pocos segundos mientras el orgasmo inundo mi cuerpo había regresado a la sensación de seguridad, de control. Estaba en esa habitación de hotel con un hombre porque quería, nadie me había obligado, no obstante, cuando los últimos espasmos cesaron volví a estar como al inicio. Asustada y confundida, y con los mismos deseos de que fuera Alexander quien respirara pesadamente debajo de mí.

Ya habían pasado varios días desde esa cena y hoy me volvería a enfrentar a Alexander.
Decir que estaba nerviosa era un eufemismo.

Las piernas me temblaban mientras esperaba sentada en el asiento del avión y esta vez mis nervios no tenían nada que ver con mi miedo al transporte, una gran parte se debía a la inauguración al primer casino. Según mi reloj de pulsera en diez minutos estaríamos arribando a Los Ángeles y estaba vibrando por la anticipación. Ver a Alexander después de casi dos semanas era otro int ensivo a mis maltratados nervios

Idealice mi ansiedad en una bolsa de boxeo y la golpeé bien lejos mientras entraba en el lujoso hotel que había dispuesto el cliente para nosotros. Una chica de expresión amable me dio la bienvenida entregándome la llave de mi habitación y deseándome una estancia agradable. Sonreí aferrándome a su recomendación y caminé hacia el elevador.


Faltaba poco para la hora en que Alexander vendría a buscarme. Ya había pasado por la ducha y la mitad del pote de crema estaba esparcida por todo mi cuerpo dejándolo brillante y suave. La fragancia de rosas inundo mis fosas nasales y sonreí contenta. Hoy era un gran día; las horas de esfuerzo quedarían recompensadas en una increíble noche y mi cuerpo merecía ser mimado en consecuencia.

Dani me había ayudado a escoger el atuendo indicado para la velada, el cual se encontraba tendido encima de mi cama en espera de que me lo pusiera.

Habíamos tardado horas en encontrar la prenda perfecta y luego de cinco tiendas y varias visitas al probador el elegido había sido un hermoso vestido color piel con grabados en dorado que se ajustaba a mi busto y caderas cayendo hasta mis tobillos con un profundo escote en mi pierna derecha.

No era muy entusiasta a ir de compra, pero había valido la pena, vaya si lo hacía. el claro color acentuaba el color rojo de mi pelo mostrándome sensual y hermosa. Mi amigo había sido el culpable que escogiera unos de mis zapatos rojos, aunque estaba renuente a llevarlos, era cierto que hacía que el resultado final fuera explosivo. No quería darle muchas vueltas a mi elección de calzado, pero iba a ser triste usarlos y no poder apreciarlos en algún lugar de la habitación de Alexander.

Un golpe bajo sonó en mi puerta anunciando la llegada del rubio e hice un poco de ejercicio de respiración para tranquilizarme.

Vale podía hacer esto- me animé.

Rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora