Capítulo 23

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Jodida Regina...
Emma Cole.

Me encontraba en la tranquilidad de mi casa revisando algunos papeles del trabajo, aunque mi mente no dejaba de recrear el fin de semana con los Jefferson.

Después de pasar un par de días rodeada de la algarabía de Mia y el coqueteo travieso de Alexander la tranquilidad que me rodeaba me sabia a poco.

Mi cuerpo aún burbujeaba por la noche compartida con el rubio y no podía evitar pensar cuan diferente fue a todos mis encuentros con otros hombres.

La masturbación nunca se sintió tan placentera, a pesar de haber sido compartida. Consideraba esa faceta como algo íntimo y privado. Donde dejaba a mi cuerpo ser libre sin embargo haber llegado al orgasmo en compañía de Alexander no elimino lo liberador del acto. No hubo tabúes ni miedos, solo dos cuerpos guiándose al placer.

Los juegos previos no eran lo habitual, mis encuentros con extraños se limitaban a una sucia penetración donde había intercambio de fluidos. No caricias, no abrazos de después. Era una transacción. En ocasiones no llegaba a compartir besos con quien calentaba el otro lado de la cama. Sin embargo, el hecho de que fue Alexander quien plantó la diferencia era algo que no me dejaba pensar con claridad.

¿Porqué le había dado ese derecho?

¿Qué lo hacía merecedor de mis momentos más privados?

Era en el mejor de los casos, raro y extraño. Aunque aún no había definido si como algo positivo o negativo y en realidad no me sentía lista para profundizar el asunto.

¿Que sentía?

¿Qué quería?

¿Que necesitaba?

Según Lili responder esas preguntas ayudaría a ordenar el desorden de mi mente, el problema radicaba que cuando llevaba las incógnitas a mi situación con Alexander mi mente se quedaba en blanco incapaz de darme respuestas concisas. Quizás era miedo a aceptar que entre el rubio y yo se estaba creando algo que escapaba de mis manos, algo de lo que no tenía control.

Sólo podía asegurar que esa noche acurrucada en su espalda mientras el sueño me alcanzaba, entre nosotros ocurrió una especie de complicidad; los secretos susurrados, el placer en estado puro y nuestras respiraciones al compás hicieron que se crearan grietas en mi armadura.

Y eso, hacía que mi cuerpo temblara de miedo.

Revisé por segunda vez la confirmación de la gala promocional del casino y decidí que era momento de parar de trabajar. Por primera vez mi mente me estaba impidiendo centrarme en lo importante para fantasear con lo imposible.

Con los músculos tensos y la mente dispersa me enfundé en mi ropa de deporte y salí del edificio rumbo al gimnasio. No había nada que Paul no pudiera sacarme con unos cuantos golpes en la lona.

La suave briza removió mis risos rebeldes mientras trotaba hacia mi destino. El acorde suave de una canción marco el ritmo de mis pasos y maldije cuando una canción pop me hizo aumentar la velocidad, metas absurdas como estas eran las que me excluirme del mundo real. Solo éramos la jodida música y mi respiración atormentada por la rapidez. Nada más y nada menos.

-Hola extraña- saludó Paul cargando unos guantes negros en su cuello - lista para un torneo.

-Siempre - sonreí quitando los audífonos mientras caminaba a la sala de entrenamiento.

El olor a humedad y sudor elimino todo pensamiento indeseado y la siguiente hora paso entre gruñidos y golpes.

Una sonrisa victoriosa se formó en el rostro sudado de Paul y resople molesta.

Rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora