Capítulo 20

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"Hay personas por las que vale la pena derretirse"
Frosen.

Emma

–Hola Lili – saludé a mi loquera.

Una sonrisa amble se dibujó en sus labios rojos y sus ojos café me miraron con simpatía. Su fachada no me engañaba, la tierna mujer que podría ser mi madre era un jodido látigo con sus palabras.

–Hola Emma, pensé que no te vería nunca más – comentó sarcástica aún con la sonrisa en los labios.

–Yo también lo pensé – murmuré mientras me sentaba en el cómodo sillón verde lima.

Lili era de esas psicólogas que pensaban que unas explosiones de colores en su oficina lograrían que el paciente se sintiera cómodo y recogiera algo de esa aura amistosa y feliz que podía transmitir sus paredes rosas. En mi caso me hacía sentir como un bicho raro.

Uno apagado y lleno de sombras que contrastaba con todo el lugar.
Me removí en mi asiento cuando su mirada se fijó en mí.

–¿Qué te hizo volver?

–Regresaron los ataques de pánico – contesté con resistencia.

–¿Hace cuánto vienen ocurriendo?

–Dos meses o más, no estoy segura – en realidad no llevaba en mi calendario la fecha exacta de cuando mi vida se había vuelto a descontrolar, pero eso no era algo que compartiría con ella.

–¿Te has enfrentado a alguna situación de tención?

–¿Es esto un interrogatorio?  – pregunté de vuelta irritada.

–Ya sabes el procedimiento Emma, si no hubieras desaparecido por tanto tiempo quizás supiera que es lo que pasa – ahí iba otro comentario mordaz – así que limítate a responder.

Asentí y suspiré.

–Conocí a alguien.

–Por cuanto tiempo has tenido contacto con esa persona.

–Quizás tres meses.

-¿Piensas que tus ataques de pánico estén ligado a esta persona?

–No lo sé Lili, Alexander me irrita, pero… no de esa forma – suspiré – es complicado.

–La mente humana es un misterio Emma, y la tuya precisamente es todo un enigma – declaró – los cambios no van con tu personalidad y a pesar de que este hombre pueda transmitirte cierta confianza tu mente puede regístralo como algo malo haciendo que tu cuero responda en consecuencia.

Alexander hacia que mi cuerpo respondiera, pero no precisamente como algo malo. Mis bragas eran un testigo fiable sin embargo ese era otro pensamiento que no compartiría con ella.

–Han pasado más cosas – solté sin querer alargar más la consulta.

–Te escucho – me animo.

Intenté contarlo con lujo de detalles todo lo que había pasado hace unos días en los Ángeles y Lili como buena psicóloga escuchó y apuntó en su agenda que ¿cómo no? era amarillo pollito.

–¿crees que haya sido una alucinación o alguien aleatorio que registraste como un peligro?

–Lo segundo – aseguré – las alucinaciones no han formado parte de mi vida desde hace un tiempo.

Volvió a asentir y escribir en su agenda.

–¿qué hiciste cuando llegaste a casa?

-Tomé las pastillas para la ansiedad y dormí toda la noche.

Rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora