Capítulo 25

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La única batalla real en la vida es entre aferrarse y soltarse.
Shannon L. Alder.

Emma

Arrastré a Alexander hacia las puertas del casino rumbo a los ascensores.

Nuestro cliente al igual que en los Ángeles había dispuesto una de las habitaciones del hotel para la empresa y estaba planeando darle uso.

Nuestras manos iban entrelazadas intentando no perdernos, pero mi mente seguía insistiendo que no era un movimiento echo sin pensar sino uno de los planes de Alexander de volverme loca.

¿Cuándo me convertí en este tipo de persona? Alguien que iba de manos con un hombre, pero, no iba a comenzar una discusión absurda sobre nuestros dedos entrelazado cuando me sentía cómoda teniendo a Alexander como una extensión de mi misma.

Pasamos por un grupo de invitados que se reían demasiado alto producto al exceso de champaña y no pude evitar reírme de ellos. Mi mirada se fijó en una acalorada chica que miraba todo maravillada como si no supiera donde estaba, la pobre iba a tener una resaca de las buenas.

Cuando regresé la vista al frente chocamos con la pareja del momento.

Ya no había tiempo para tomar un desvió cuando Rebecca y Robert estaban a tan solo unos pasos de nosotros y obviamente nos habían visto.

Una fiesta de máscaras era una mierda cuando cualquiera podía reconocernos.

–Cole – resonó la voz baja de Robert en forma de saludo y retuve un bufido - ¿de salida? - habló señor obvio mirando nuestras manos.

Alexander que antes caminaba a mi espalda se puso a mi lado llevándome hasta él.

Negué divertida por su demostración de macho alfa y me concentré en el calor que irradiaba su cuerpo.

Miré con descaro a Rebecca levantando una de las cejas, pero su rostro se desvió hacia algún lugar de la sala evitándome.

Bien, Regina me había entendido. Al parecer no era del todo estúpida, aunque muy en lo profundo quería que me devolviera la pelota y pode golpear su bonito rostro.

–Sí, ya nos vamos. – respondió Alexander.

–Juntos – susurró la arpía y le resté importancia. La chica también veía bien, seguro le daría algún premio.

–La noche empieza – resaltó el mayor de los Jefferson y me encogí de hombros impaciente por que terminara esta absurda e incómoda charla.

–Supongo. - miré a Alexander quien taladraba con la mirada a su hermano y lo empuje más hacia mí – nos vemos en la oficina Robert.

–Alexander – fue el turno de la no tan inteligente Rebbeca de hablar y esta vez la furia de mi acompañante fue dirigida hacia ella.

Gruñí en su dirección, pero el rubio de adelantó en la respuesta.

–Con mi abogado- informó y esta vez fue él quien me arrastro fuera del lugar.

Sonreí victoriosa y seguí sus pisadas.

El murmullo incesante se detuvo cuando las grandes puertas de madera se cerraron a nuestras espaldas y respire tranquila por primera vez en la noche.  De vuelta con mi idea de terminar la velada en una habitación puse rumbo a los elevadores y Alexander me detuvo sospechosos.

–¿Estamos yendo a donde creo que es?

Me hice la desentendida mientras entraba a la caja metálica encontrado en los botones una buena distracción.

Rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora