Capítulo6

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La excitación es el fundamento del erotismo, su enigma más profundo, su palabra clave.
  
Milan Kundera.

Llevaba todo el día inquieta, parecía una niña pequeña en víspera de navidad,  sólo que mi regalo no iba ser una muñeca nueva, era un hombre guapo que me irritaba a más no poder.

En la mañana había recibido un correo de Alexander avisando de su llegada, a partir de ese momento me fue muy difícil centrarme en mis tareas.

Tenía las mismas ganas de desaparecer que de ir a esa cena. ¿Locura? , si. A pesar de eso no me podía quejar.

Cuando Robert dijo que los mejores iban a estar en el proyecto no mentía, había tenido en mis manos la información necesaria para sacar un buen informe en pocos días. Poder entregar lo que se me pedía a tiempo y con un buen desempeño era bastante parecido a un orgasmo, bueno, no tanto; depende de su procedencia. Estaba casi segura de que Alexander era de los que te dejaba volando. Oh por dios aquí vamos de nuevo. Necesitaba dejar de pensar en él.

A una hora del encuentro, aún estaba indecisa sobre qué aspecto era el adecuado. Por lo general era bastante rápida a la hora de vestirme, el problema radicaba en que había seleccionado dos atuendos. El primero consistía en ropa formal, una saya larga y entallada de color gris grafito, una blusa de seda holgada blanca y unos tacones negros, algo sencillo, práctico y hermoso. Pero mi vista no dejaba de detenerse en el otro conjunto; un vestido negro entallado largo hasta el inicio de mis rodillas, en la parte superior dos tiras gruesas cubría mi busto en forma de cruz, dejando un gran escote en el centro. El fabuloso vestido lo había combinado con unas sandalias rojas de tacón. Se veía sexy, hermoso y atrevido.

Volví a mirar varios atuendos y sin darle muchas vueltas tome el vestido. Fue el quien comenzó el juego yo solo iba a agregarle un poco de picante.

Entré a uno de los mejores restaurantes  de la ciudad. No era la primera vez que lo visitaba. De vez en cuando disfrutaba comer algo sabroso fuera de mi rutina y este era el lugar perfecto. También era el preferido de mamá por su acogedor y exquisito ambiente, además de unas excelentes pancetas de cerdo, siempre que me visitaba, intentaba consentirla trayéndola.

El restaurante era amplio, contaba con dos grandes salones que distribuían a la perfección las mesas. Destacaban los colores oscuros, la poca iluminación daba la sensación de estar en un túnel y ver la luz al degustar los platillos. En fin, encantador.

-¿Tienes reserva, señorita? – preguntó el maître con una cordial sonrisa   

-A nombre del Sr. Jefferson

-Sígame por favor – pidió de revisar en una extensa lista.El lugar era caro pero bastante solicitado, las reservas debía ser sacadas con días o semanas de antelación, aunque estaba segura que el apellido Jefferson había agilizado todo el proceso.

El hombre me guió a uno de los reservados. Nunca había estado en esta área. Quizás estaba destinada a las personas importantes y yo como simple mortal convivía en los salones comunes.

Alexander estaba sentado a una mesa en el centro de la habitación, vestía una gran sonrisa y se levantó cuando entré. El maître se despidió anunciando que en un momento vendría a tomar nuestro pedido.

-Buenas noches Sr. Jefferson – saludé formal y le tendí la mano. Su expresión risueña se tornó molesta.

-¿Me tratarás siempre como tu jefe Emma? – preguntó decepcionado

-Eres mi jefe, al menos por estos dos meses. Pensé que había quedado claro que esto era una cena de trabajo. Usted y yo no tenemos vínculos más allá de lo profesional para tutearnos

Rompiendo las reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora