CAPÍTULO 6

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Los días pasaron y aunque fue pesado más aún por no ver a Alex y también bastante aburrido, Piper se las arregló para cumplir con las reuniones de padres de familia a las que debía asistir, al igual que a los deberes en la iglesia que ahora más que nunca la tenían harta.
No había podido dejar de pensar en Alex ni un segundo, y eso sin contar que habían estado compartiendo mensajes casi todo el día todos los días, excepto en los horarios en que Larry llegaba a casa, porque tampoco le gustaba ver a su esposa pegada al teléfono. En su opinión, solo estaba perdiendo el tiempo que podía dedicarle a su esposo y su familia.
Él quería que le sirviera la cena, le prestara atención a él y a sus hijos, pues eso era lo que la definía, según él, como una buena mujer.

La rubia no se había negado a obedecer a ninguna de sus peticiones, habían tenido sexo también unas cuantas y pocas veces porque él así lo consideraba prudente, y también se había encargado de no discutir en nada con él, en darle siempre la razón y hacer cada cosa como a él le gustaba y le parecía mejor aunque ella no quisiera.
Y no es que la rubia se sintiera bien con eso, sino al contrario, más bien aunque le fastidiaba hacer todo casi como si se lo estuvieran ordenando lo hacía fingiendo agrado, pero lo que ella quería era asegurarse de que Larry no pudiera negarse a dejar que llevara a sus hijos de día de campo con Red uno de los próximos días.
Y es que no solamente le emocionaba salir con su sabia amiga a la que además, sus hijos adoraban como si fuera su abuela, sino que también había quedado de ver a Alex ahí, y está más que claro que por tener un poco más de su compañía haría hasta lo imposible, o eso pensaba ella, siempre y cuando pudiera hacer que Larry no metiera las narices de más.

Después de un interrogatorio casi a nivel policiaco, Piper al fin logró convencer a su quisquilloso esposo de dejarlos salir como un día de madre e hijos, además se había encargado perfectamente de revisar la agenda de su esposo para elegir un día en que las horas de trabajo fueran extendidas, para que no estuviera solo en casa llamándola un millón de veces mientras estaba fuera interrumpiendo cualquiera de las conversaciones interesantes que seguramente estaría teniendo con Alex.
Estaba tan emocionada que un día antes ni siquiera pudo dormir bien solo pensando en la hermosa sonrisa de la escritora que siempre mostraba al verla aparecer, como si estuviera en verdad contenta y emocionada por verla, pues nadie jamás había hecho eso antes en la vida de Piper, y a ella le encantaba pensar que los ojos de Alex solo brillaban así con ella y con nadie más, aunque no podía asegurarlo.
Desde luego que también se sentía nerviosa de presentarle a sus hijos, pero sabía que Alex se las arreglaría para agradarles sin mucho esfuerzo, solo siendo la maravillosa e increíble mujer que era y que la había cautivado a ella misma desde el principio.

Alex pasó gran parte de la mañana ese día nadando para relajarse un poco. Sus días habían sido complicados pensando sobremanera en su rubia que no había visto ya casi en una semana, y aunque se enviaban mensajes, para ella era más que necesario escucharla y verla para convencerse de que en realidad estaba bien, de que seguía con su vida tranquila y no había nadie con el pie en el cuello de ella presionándola para no salir o hacer alguna cosa que ella no quisiera hacer, pero no podía estar segura de que Piper estaba bien mientras la rubia no estuviera con ella, a salvo.
Se dio una ducha, se puso crema humectante y después tardó un poco en elegir su atuendo, aunque terminó decidiendo solamente ir en jeans y camiseta, nada muy especial para no desentonar y para que nadie fuera a pensar de más en aquella reunión de amistad que iba a tener con los hijos de la mujer que le estaba robando cada pensamiento, porque solo era eso, ¿cierto? Un picnic de amigas para presentarle a un par de personas invaluables en la vida de Piper.
Todas las amigas muestran especial atención en presentarse a sus hijos, ¿o no? Alex no quiso pensar más en ello y prefirió darse prisa.

A penas estacionó en el parque sintió como sus manos sudaban, revisó el reloj y se dio cuenta de que su manía por llegar temprano tal vez iba a denotar su urgencia por ver a la rubia, así que decidió encender el estéreo de su auto y escuchar un par de canciones antes de bajar, por si Piper aún no llegaba o por si estaban acomodando las cosas recién.
Alex había llevado consigo una botella de buen vino de su reserva, sabía bien que el esposo de Piper no aceptaba que ella bebiera, pero tampoco es que le importara mucho, puesto que estaba convencida de que no era nada malo beber al menos un sorbo, y además la última vez que se vieron en su departamento, no pudo evitar notar lo mucho que el vino le gustaba a la rubia y lo bonitas que eran sus mejillas sonrojadas cuando bebía, eso sin contar que su lengua se soltaba un poquito más.

MI ALMA GEMELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora