CAPÍTULO 7

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Piper y Alex ahora se veían con más frecuencia, aunque si por ellas fuera, seguramente no les molestaría quedarse a dormir en la casa de Alex, con tal de seguir lado a lado hasta la madrugada y también al despertar.
Se anhelaban cada segundo, pero aún no podían decírselo con palabras.
Alex seguía pensando que lo de la rubia tal vez era solo curiosidad y nada más, nunca, ni en sus más profundos sueños se habría podido imaginar que Piper anhelaba tanto su cercanía como la misma escritora cada vez que veía un mensaje aparecer en la pantalla de su celular.
Y todo aquello de sus reuniones más frecuentes era posible gracias a que ahora Larry estaba envuelto en un proyecto muy importante que, según él, le demandaba el 100% su atención, y por Piper no había ni un solo inconveniente; así no tenía que soportarlo en casa, ni tampoco llegaba con la intención de tener sexo, pues incluso eso había disminuido de forma notable, pero a ella no le molestaba ni le importaba, de hecho, eso era uno de los motivos de su buen humor, eso sin contar que las insistencias de procrear otro bebé también habían desaparecido por ahora.
Pero el motivo más grande, sin duda, era ver más seguido a la pelinegra que se había vuelto una parte importantísima de sus días.
Adoraba lo natural que ahora se había vuelto para ellas llamarse al despertar o enviarse mensajes de buenos días y no parar hasta irse a dormir. Había algo mágico en aquello, en ver la disponibilidad de la otra a pesar de sus ocupaciones diarias que les llenaba un poco ese vacío que sentían al no verse físicamente, al no poder besarse las mejillas en señal de saludo o despedida, de no poder darse abrazos apretados como los que se daban todo el tiempo que estaban juntas cuando reían sin parar.

Acordaron verse, un día de tantos, en el departamento de Alex para hacer esa sesión de fotos con la que tanto había insistido Piper, aunque en realidad la escritora no estaba muy convencida de querer mejorar las imágenes que se incluían en las contraportadas de sus libros, pues tal y como se lo había dicho a Piper, a ella solo le interesaban sus letras y conectar con los lectores de forma profunda mediante cada cosa que escribía.
Así que la rubia misma se pasó toda la mañana buscando su set de fotografía, tenía una cámara profesional aunque no muy nueva, era bastante útil, un tripié, reflectores plegables, fondos de vinilo, entre otro montón de cosas empolvadas que ahora guardaba en el sótano y que hacía años que ni siquiera veía, puesto que no solía fotografiar ya ni siquiera a su propia familia, pues Larry siempre le insistía que era una pérdida de tiempo y que era mejor contratar a alguien que de verdad fuera profesional para hacer aquello, y como siempre, la rubia no ponía objeción aunque en el fondo se sentía herida porque su esposo no la considerara buena fotógrafa.
Revisó que todo estuviera en buen estado, y a penas terminó de limpiar cada pieza y empacarla en su mochila de fotografía, salió de casa con una sonrisa, porque si de por sí le encantaba observar a Alex, ahora iba a deleitarse de verdad viéndola a través del lente de su cámara.
Había algo seductor en aquello que Piper no alcanzaba a comprender, pero el tener a una modelo como Alex de su musa para hacer una sesión de fotos le hacía imaginar lo mucho que podría acomodar su cabello e incluso acariciar su rostro de vez en cuando fingiendo que la acomodaba de una forma pertinente para las fotografías, lo cual era todo un sueño para la rubia que conducía ansiosa rumbo al departamento de la pelinegra.

Alex estaba nerviosa. Había estado ocupada eligiendo un buen atuendo y en realidad no pudo hacer mucho, solamente buscó algo que la hiciera sentir cómoda además de sexy para tener valor de posar para la hermosa fotógrafa que iba a hacerle su sesión, se maquilló, arregló su cabello y aguardó bebiendo un poco de vino hasta que escuchó a Piper tocar en la puerta y se apresuró a abrir.
Le ofreció un poco de vino, pero parecía que la rubia estaba enfocada en ser lo bastante profesional como para rechazarla, y luego de observar la iluminación de las habitaciones de la casa de Alex, se decidió a elegir el estudio y comenzó a hacer uso del espacio acomodando las cosas, mientras que Alex solamente curioseaba como niña pequeña entre las pertenencias de la mochila de Piper.
No sabía bien para que eran la mayoría de las cosas que ahí guardaba, pero estaba muy segura de que Piper era toda una profesional. Nunca la había visto en acción, pero por el portafolio de hermosas fotos que le había mostrado, Alex no dudaba ni un segundo del talento que la rubia seguramente tenía con la cámara.

MI ALMA GEMELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora