CAPÍTULO 27

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Tenían al rededor de dos horas esperando en la sala del hospital con las ansias comiéndoles las entrañas y haciendo que sus movimientos fueran casi los de un tic nervioso.
Alex y los chicos estaban ya cansados y sobre todo, muy preocupados porque no les habían dado una sola noticia en cuanto a Piper, que a la hora del desayuno comenzó a ponerse mal, aunque llevaba ya casi toda la noche sin poder dormir por las molestias que sentía, y aunque estuvo rodando en la cama y la escritora le había sugerido ir al hospital, ella simplemente no había querido, pues se aferraba a que aún le restaba una semana más de gestación.
Los dolores comenzaron por la madrugada, y aunque Piper se aferraba a eso que habían leído sobre las contracciones de Braxton Hicks y pretendió que respirando con calma, sentada con la espalda en la cabecera de la cama y las rodillas separadas iba a pasarse.
La pelinegra se había sentado con ella acariciándole la espalda y preguntando cada dos minutos si la molestia había pasado, pero conforme el sol iba saliendo, el dolor aumentaba, y aún así, la rubia necia insistió en que debían preparar el desayuno para los niños y enviarlos a la escuela antes de que fueran al hospital.

Y ahora, Alex estaba como un león enjaulado caminando de un lado a otro en la sala de espera ansiando por cualquier cosa respecto a Piper que le diera un poco de calma.
Pensando una y otra vez en que debería haberla llevado a penas comenzó a sentirse mal, y que no debería haberse dejado convencer de que estaba bien aguardar hasta la mañana.
Quería calmarse, resistir un poco más y no dejarse consumir por la desesperación, pero al parecer, las luces en el techo solamente le estaban causando jaqueca, y los colores de las paredes estaban comenzando a causarle náuseas también, estaba hecha un desastre, y aunque no quería admitirlo, ella misma lo sabía.

Al final de todo los niños no habían ido a la escuela, y aunque estaban nerviosos, tanto Jane como Charlie trataban fervientemente de distraer a Jeremy que asustado por los signos de dolor que Piper demostraba gritando cuando salieron de casa, no paró de llorar en un buen rato.
Las enfermeras y doctores caminaban de un lado a otro cada uno en sus asuntos y aunque la paciencia de Alex se estaba terminando al igual que sus uñas, que hacía rato había arruinado ya por estarlas mordisqueando, quiso permanecer lo más tranquila que le fue posible, principalmente por los niños, para darles fuerza y también calma aunque ella misma se estuviera desmoronando por dentro.
Nicky le dijo que iba en camino a penas le contó que Piper había entrado en labor de parto por la mañana, y aunque la escritora le había insistido en que no era necesario, su amiga estaba aferrada a ir e intentar llevarse a los niños a casa, pues aunque estaba loca, sabía que el hospital no era un buen lugar para que ellos aguardaran tanto tiempo.

Ella se sentó por fin, y fue Jane quien se acercó a ella para tratar de tranquilizarla acariciándole la espalda y la escritora extrañamente recordó a su madre tratando de reconfortarla cuando las cosas tomaban un rumbo difícil.
"Tu fuerza es la paciencia, Alex." ella solía decirle mientras sus manos acariciaban su espalda en círculos con dulzura. "Siempre tienes que mantener la cabeza fría cuando tus emociones te calientan el pecho. Piensa: ¿qué haría si estuviera viendo esta situación desde afuera? Analiza todo, cariño, pero no lo pienses demasiado."
Casi pudo escuchar la voz angelical y dulce de su madre en su cabeza, y aunque solía hacer caso a sus consejos, en ese momento le parecía muy difícil mantener la cabeza fría y no pensar demasiado en que no tenía noticias de su prometida ni de su bebé.

— ¿Señora Vause? — el doctor preguntó mirándola un poco preocupado porque la había llamado con esa ya más de tres veces.

— Sí, lo siento... ¿Cómo está ella? ¿Y el bebé? ¿Todo está bien? — sus palabras se atropellaron al salir evidenciando lo nerviosa que seguía estando.

— Todo está perfecto. Ambos están bien, y justo ahora su esposa lo está alimentando, en un momento más podrá pasar a verlos. Felicidades. — le extendió la mano firme para saludarla como felicitación y ella la tomó casi con ganas de ponerse a saltar.

MI ALMA GEMELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora