CAPÍTULO 16

674 82 106
                                    

Charlie inconsolable trataba de hacerle entender a su hermanita que estaban frente a algo serio, mientras ella aún se tomaba las cosas a broma repasando el texto de aquella hoja que, aunque el chico ya había leído en Hawaii, ahora se había dado la tarea de encontrar entre los papeles de su madre solo para demostrarle a su hermana que lo que le estaba contando no era ningún tipo de complot en contra de Alex o alguna mentira solo para convencerla de algo.
Era real y él lo había descubierto sin querer, así que desde entonces no pudo sacar el asunto de su cabeza, aunque fue lo suficientemente caballeroso como para no arruinarle el resto de las vacaciones a su hermanita, y no fue hasta la segunda semana de haber llegado a casa, que le mostró aquel papel que exponía toda la verdad de su madre.

— ¿Podemos llamarle a eso "salida del clóset en Maui"? — Jane se río cuando vio a Charlie completamente decepcionado.

— Hablo en serio... — dijo sin mirarla.  — Estaba buscando una aspirina para papá en la maleta de mamá, y esto fue lo que encontré...

— Sé que estás enfadado y decepcionado, y aunque tampoco es algo que a mí me alegre, creo que... Bueno, ¿recuerdas cuando estabas detrás de Ellen Wilson ella usaba aún su aparato dental y todos creían que era una perdedora? — el chico sonrío limpiándose una lágrima. — A ti no te importó, solo seguiste tu corazón y creo que mamá está haciendo exactamente lo mismo. 

Charlie negó con la cabeza sin poder contener el llanto, se sentía traicionado y sobre todo, muy asustado por lo que vendría.
No es que pensara que su padre fuera el mejor del mundo, pero de alguna manera él siempre se había hecho cargo de su familia, siempre había buscado la manera de que ellos estuvieran bien, y es verdad que a veces era demasiado duro con ellos, sobre todo con su madre, pero eso no significaba que fuera un mal hombre, y estaba seguro de que si se enteraba de todo aquello, y de la forma tan dulce en que Alex le había escrito a Piper, se iba a volver loco tanto del dolor como la vergüenza porque aunque le costaba admitirlo, las personas de la iglesia eran buenas para apoyarse entre ellos, pero eran aún mejores cuando se trataba de señalar a alguien.
Las lágrimas de Jane tampoco se hicieron esperar, ella siempre había visto tan fuerte e inquebrantable a su hermano mayor, que en el momento en que lo vio romperse de la forma en que lo hizo, y sobre todo, saber que había estado guardando todo aquello prácticamente durante todas las vacaciones en Hawaii, le dolió profundamente.

Y precisamente no eran solamente ellos quienes sufrían por causa de Piper, pues aunque ahora hablaban más, Alex estaba al borde del colapso, entre molesta y dolida con ella.
En una de sus conversaciones por teléfono y por un arranque de enojo combinado con los celos que ahora eran peores, puesto que Larry ahora iba a todos lados con Piper, la escritora había presionado tanto a la rubia porque le dijera cuántas veces lo había hecho con su esposo, y Piper terminó confesándole que solo habían llegado a algo sexual un par de veces, sin siquiera dejarlo entrar en ella o tocar su intimidad y había sido solamente porque era su aniversario, cosa que había omitido decirle en primer lugar, queriendo disfrazar aquello solo de vacaciones familiares anuales, y ahora, aunque a destiempo, Alex lo sabía y no le hacía mucha gracia aquello, aunque ya nada pudiera hacer.
Cada que hablaban era seguro que un comentario u otro iba a llevarlas a pelear, y habían estado así desde que la rubia había vuelto de su viaje.

Un día de tantos, y después de dos cancelaciones por parte de Piper, la pelinegra esperaba sentada en la terraza de un café a las afueras de la ciudad, porque aunque ahora estaban tomándose el tiempo para buscar sitios que fueran más o menos privados para salir, Piper simplemente cancelaba de último momento.
Alex se recargó en el respaldo de la silla en que aguardaba y por cuarta vez le dijo al mesero que aún no quería ordenar nada porque estaba esperando a alguien.
Revisó su reloj una vez más con desespero, solo para asegurarse que hacía un poco más de una hora que tenía ya de retraso la rubia, y pensó que seguramente no llegaría otra vez. Suspiró hondo y se acomodó las mangas de su chaqueta, cuando de pronto, el celular en el bolsillo comenzó a sonar y aún sin ver la pantalla, supo quien era exactamente.

MI ALMA GEMELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora