CAPÍTULO 11

826 89 85
                                    

Alex se levantó con la rubia aún pegada a ella, con las piernas bien envueltas en su cintura y los labios aún consumiéndose con la pasión encendida momentos antes, para caminar con cautela y subir las escaleras hasta su habitación.
Tenía urgencia, sí, pero sabía que estar así con Piper, de una forma tan íntima merecía algo más que hacer el amor en un sofá, ella necesitaba tener de aliada su cama y hacer que el momento fuera mágico y especial para las dos.
Trató de ser muy suave mientras la depositaba en la cama y se separaba un poco de ella solo para deshacerse de su propia camiseta que ahora estorbaba.
La pelinegra se puso encima de Piper despacio, tratando de contener toda la urgencia que sentía y de alguna forma automática sus piernas separaron las de la rubia para empujar contra ella sintiendo el calor que los roces iban regando por todo su cuerpo.

Piper extendió más sus piernas abriéndolas casi de par en par y envolviendo los brazos temblorosos al rededor de los hombros de Alex para atraerla a otro beso necesitado y caliente, acercándola más a ella de todas las formas posibles.
En un intento de mantener el control, la escritora deshizo el abrazo de Piper para sostenerla por las muñecas con ambas manos a los costados de su cabeza, provocando un gemido fuerte por parte de la rubia que sonrojada abrió la boca en busca de un poco de oxígeno, mientras los labios de Alex iban deslizándose sobre su cuello y su clavícula, cuya piel se erizaba conforme la respiración acelerada de la pelinegra chocaba con ella en forma de besos pausados y deliciosos.
Alex levantó un poco el rostro para mirar a la hermosa rubia sonrojada que con jadeos le indicaba lo mucho que estaba disfrutando aquello, soltó sus muñecas y deslizó un poco más abajo su propio cuerpo para besar sus pechos aún encima de la estorbosa tela de la blusa que Piper llevaba.
La espalda de la rubia se arqueó casi de forma brusca, como reaccionando con fuerza a los estímulos de Alex, lo que en seguida la llenó de seguridad.
Sin duda, le gustaba provocar aquello en Piper.

Los labios sedientos de Alex continuaron bajando por la tela hasta sus costillas que difícilmente pudo besar por los movimientos frenéticos de la mujer bajo ella que se revolvía con ansiedad haciendo que el calor de su cuerpo se sintiera insoportable, pero aún quería más. 
Con la necesidad de sentir su suave piel, la escritora levantó despacio la blusa de Piper y mirándola a los ojos le besó el ombligo con delicadeza, pero la rubia no pudo resistir mucho el contacto visual, pues se retorció de nuevo hundiendo su cabeza en la almohada y levantando un poco la pelvis con desesperación.

— Por favor... Alex... — susurró de manera sensual iniciando el incendio sin retorno dentro de Alex, que sabía bien lo que le estaba pidiendo.

— Voy a adorar todo tu cuerpo, Pipes... Voy a ser suave contigo, porque mereces que no me olvide de besar ni un solo centímetro de tu perfección. — le dijo quitándose las gafas y jalándola de la mano para incorporarla y quitarle al fin la blusa.

Las manos tímidas de Piper acariciaron las mejillas de Alex con ternura, mientras que la pelinegra sentada sobre ella casi comenzó a temblar por la forma en que la miraba, y de un momento a otro, la rubia la acercó para besar sus labios presionándose contra ella.
Sus manos se deslizaron por el cuello y luego hacia la espalda de Alex recorriéndola con calma y desespero al mismo tiempo, mientras que las de Alex subieron ahora por su abdomen despacio hasta encontrarse con las costuras de su sostén, casi dudando en ir más allá.

— Te deseo tanto... — susurró la rubia como nunca se lo había dicho a nadie más, y dándole a Alex el valor que le faltaba para acariciar sus pechos encima de la tela del sostén recibiendo un quejido ligero entre las respiraciones dificultosas de Piper, cuya espina dorsal estaba siendo invadida por un escalofrío nunca antes sentido.

Los dedos hábiles de Alex burlaron de inmediato el broche del sostén y mirándola a los ojos lo deslizó por sus hombros para luego lanzarlo lejos.
Un besito suave tras otro recorrió las clavículas de la rubia y luego sus pechos, despacio y con tanto amor que Piper no pudo esperar para hacer lo mismo con ella, y liberarla del sostén que estaba aprisionando la belleza de su cuerpo.
Con un poco de torpeza lo desabrochó y Alex sonrío en sus labios complacida mientras ella misma salía de la prenda y la lanzaba al suelo junto a la de Piper.
Alex la tomó por los hombros y la recostó suavemente en la cama, y mirándola sonrojada abrió sus piernas invitándola a estar encima de ella otra vez, así que la pelinegra no dudó ni un instante.

MI ALMA GEMELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora