Capitulo treinta.
Cordura.
Mia hobbs.
El chico ya me ha dejado en la casa, me dejó su número de teléfono por si necesitaba algo, me pareció súper lindo y que estuviera para mí en ese momento me hizo sentir segura. Entro a mi habitación encendiendo todas las luces del pasillo, dejando así todas las luces encendidas para iluminar la casa de punta a punta.
— ¿Alo?
— ¡Mia, por Dios! ¿¡Por qué no contestas el maldito teléfono!?
Arrugó los ojos fastidiada, — Me quedé dormida, mamá. — me escuse.
— ¡Prométeme que no has salido de la casa, hija!
— ¿Por qué, mamá?
La escucho muy angustiada golpeando algo demasiado fuerte.
— ¡Prometemos que no has salido!.
— ¡No he salido de la casa, mamá! ¡Yaaa!
— eso era todo, hablamos luego... ah, y ni se te ocurra andar sola por las calles.
Sin más cuelga dejándome un poco confundida, ya es como costumbre de ellos dejarme así, bueno, creo que todo el mundo goza de dejarme confundida. Cada uno viene hacia a mi hace alguna ridículas y luego se va sin explicarme nada.
Me desnudo dejando mi ropa en una silla que se encuentra adentro del baño, suelto un suspiro mirándome en el espejo, doy asco. Estoy toda sucia y rajada, es que la tela tenía alambre y me arañe cuando pase rápidamente, entro a la tina dejando relajar mi cuerpo. Unas velas de olor las he encendido en la esquina de la tina de color rosa, apoyo mi cabeza en una esquina mirando hacia el techo, el cansancio me consume y cierro los ojos volviendo mi vista en negro para luego respirar lentamente al quedarme dormida.
-
Un golpe fuerte me hace brincar despierta del susto, mis ojos palpitan sentándome en la tina mirando a los lados hiperventilada. Una mano sin darme tiempo me hace agachar mi cabeza de nuevo en el agua tratando de ahogarme, estoy muerta del miedo y ni siquiera sé porque. Mis gritos bajo el agua trancan mis pulmones y empieza a faltar el aire.
Mi garganta arde y pica por mis fuertes gritos ahogados, siento como mi pecho pesa por otra mano hundiendome aún más abajo.Cuando por fin logró salir de aquel ahogamiento me levanto apresurada calmando algunos sollozos y tosiendo por la presión en mi garganta. Corro a coger una toalla envolviéndola al rededor de mi cuerpo, cuando intenta agarrar la ropa que deje en la silla ya no está... ¡Ya no está!, Esto no me puede estar pasando, siento que me estoy volviendo loca.
¿Acaso perdí la cordura?
¿Tuve cordura alguna vez?
— La había dejado aquí... lo juro.
Susurro para luego salir lentamente del baño mirando a los pasillo de la casa donde había dejado la luz prendida y ahora están apagadas, a lo lejos puedo ver cómo las escaleras del ático está abierta y las escaleras chocan con el piso. Miro al lado agarrando mi teléfono para acercarme hacia allá, escucho como abren la puerta del jardín, lo sé, lo sé, reconozco el sonido, vivir en esta casa toda mi vida tiene buenos reconocimientos.
Camino rápido mirando hacia las escaleras esperando algún movimiento, una sobra se hace presente y me hecho hacia atrás cerrando fuerte los ojos. Sin ningún sonido ni un movimiento los vuelvo abrir dándome cuenta que nadie está frente a mi y que la sombra que vi solo fue una tonta alucinación, mi imaginación me está jugando una fuerte pasada.
El sonido de un teléfono me hace mirar a los lados buscando al causante, el mío no puede ser porque lo tengo en las manos, busco el sonido y todo indica que está en el ático… el sonido proviene del ático.¿Cómo llego un teléfono al ático?
¿Acaso me estoy volviendo loca?
O ¿Alguien se encuentra escondido arriba?
Corro subiendo las escaleras y un golpe de oscuridad impregnan mis ojos, brinco asustada por el fuerte impacto que ha ocasionado el sonido de la escalera cerrarse por completo.
— No, no, no… ¡Ash, Maldición!.
Grito frustrada golpeando la mini puerta intentadola abrir aunque sé que es inútil, el mismo sonido del teléfono me hace mirar a los lados buscando el teléfono en la plena oscuridad. Un quejido abandona mis labios al golpearme con una silla mal atravesada, mi mano tantea agarrando el teléfono en mis manos para luego contestar colocándolo en mi oído.
— Mia… Mia.
Una voz aguda me hace abrir mis ojos sorprendida, no sé que está pasando, pero solo se que estoy asustada o mejor dicho aterrorizada.
— ¿¡Quién es!? ¿¡Qué quieres!?
Ríen, — Estás pérdida.
— ¡Ya déjenme en paz! ¡Vallanse!
Mis ojos se fijan en una fija sombra frente a mi, sé que es una persona o al menos eso pienso, no creo que no sea lo que yo pienso.
Una brisa fría me hace estremecer agarrando fuerte la toalla que rodea mi cuerpo.Un golpe llega a noquear de una vez callendo al piso, veo como baja las escalera para luego voltearme a mirar, — Déjenme en paz, por favor.
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Tú eres mía, princesa© (Libro I)
Teen Fiction«La vida es una ruleta rusa que nadie a podido descifrar, y los que quieren mueren en el intento » Me llamo Alex McKay, y tú eres mía princesa, por las buenas o por las malas.