40: Sorpresas.

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Capítulo cuarenta.

Sorpresas.

Mia Hobbs.

Me encuentro caminando por la oscura y larga calle. Me estremezco antes la brisa fría que recorre mi cuerpo, me aleje de la casa minutos después que hable con Alex, no di tiempo de nada e incluso no pude hablar con Daxon, es que joder. ¿Cómo actuar en una situación cómo está? Tal vez digan que soy una ridícula pero este es un tema muy fuerte que no le pasa a casi nadie, así que nadie merece juzgarme por mis acciones.

— ¿Por qué mierda hace tanto frío? — susurro para mí misma abrazándome.

Al seguir caminando logró escuchar algunas musicas movidas y unas luces en el aire me hacen cambiar de trecho. ¿Una discoteca en medio de la nada? Eso sí es cool, aunque muy pocas veces he ido a una, bueno solo una, ni hablar de lo que pasó ese día ¿Verdad?. Al seguir caminando detrás de unos árboles veo la entrada a ella, lo que logra llamar mi atención es que tienen chicos armados en la puerta de entrada.

Empiezo a retroceder para volver a mi antiguo ritmo cuando aquella voz me hace maldecir en mi interior, tener el valor de voltearme a encarar a aquella persona no lo tengo, así que solo me mantengo a espaldas de ella rezando a lo bajo.

— Valla, parece que no me quieres ver.

Es una chica.

Es lo único que distingo de aquella dicha persona, aunque para ser una chica tiene una voz muy fuerte y segura, cómo decirlo, como una teniente de la academia, aunque dudo que lo sea. Me volteó tanteando y cuando logro verla mi mente se vuelve un caos, es una señora no tan mayor, con un cuerpo extraordinariamente perfecto y rasgos asiáticos.

— ¡Oh, valla! La suerte esta de mi lado ¿Oh no, Mia Hobbs?

— ¿Cómo sabes mi nombre? — pregunto totalmente segura.

Ella ríe agarrándome del hombro haciéndome caminar a su lado, mi corazón late fuertemente haciendo que se me dificulte respirar bien. Ella me mira de reojo como tratando de ver si trato de escapar, pero créeme con ese carácter prefiero estar con ella a las buenas que a las malas.

— Mia, estas demasiada grande, estás hermosa como lo era tu madre a tu edad — entrecierro mis ojos confundida, — Si estas por estos lugares es porque estás metida ya en una mafia. ¿O me equivoco?

— Te equivocas, yo no estoy adentro de esto así que por favor déjame ir.

— ¿Déjarte ir? — niega sería, — Ahora que tengo el privilegio de hablar contigo no lo desaprovecharé, no saber cuánto espere este día, y parece que hoy es mi día de suerte.

— ¿Qué quieres de mí? ¿Quién eres?

— Todo a su tiempo.

Reniego enojada, — ¡Maldición! ¿Por qué siempre me pasa esto a mi?

— Porque no eres una adolescente normal como las demás personas, eres alguien más especial. Es decir, una persona a la que todas tienen avaricia de tener en frente.

— Tus palabras me confunden, ¿Cómo que me avarician tener?

Al entrar en una puerta roja a mí mente llega el recuerdo de Álex asesinando a aquellos hombres, no se porque esto me recuerda a aquello. El miedo que tenía ese día jamás lo podré superar, y menos con todo esto que se ha hecho costumbre pasarme.

— ¡Ay, tonta Janes!

— ¿Janes?

En mi habitación jugando a las muñecas con mi padre, el olor a galletas recién horneadas abunda en mi habitación llenando todas mis fosas nasales.
Mi padre tratando de jugar conmigo es tierno, estamos jugando a la hora del té con las “amigas”, que solo son dos peluches de osos.

Al final todo no están malo.

— Hija, llegó tu tía Jaile.

Mis gritos de felicidad al bajar las escaleras para saltar a los brazos de mi tía me llenan de vida, mi padre más atrás con mala cara al verla llegar. Era niña, no entendía que pasaba.

— Mi querída, Janes. Cada día estás más hermosa.

Aquella señora es…

— ¿Tía Jaile? ¿Eres tú?

Esta me abraza y aunque sigo en confusión le recibo el abrazo muy afectuoso, — Mi querida Janes, cómo has cambiado tanto.

— Y tú también, ¡Waaaa! No te reconocí, es que cuando te vi por última estaba muy pequeña, aunque siempre te quería ver mis padres se negaron.

Me sonríe agarrándome de la mejilla, — Mi quería Janes, no sabes cuánto te busque, supongo que aún no lo sabes.

Entrecierro los ojos confundida,— ¿Saber qué?

— Vamos a mí mansión, está cerca de aquí, allí te cuento todo. — siento caminando a su lado.

Volverla a ver es algo que siempre quise, y aunque nunca lo había mencionado ella es muy importante para mí. De pequeña estaba conmigo todos los días, desde un tiempo después mis padres no me la dejaban ver, ni siquiera por llamada, y eso para mí fue como un trauma infantil.
De pasar a verla todos los días, no verla nunca más, arruinó algunas etapas de mi infancia.

Tú eres mía, princesa© (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora