Capítulo cuarenta y tres.
Mil maneras.
Mia Hobbs.
Me desperté hace rato, estoy en la cocina, los chicos me hicieron el desayuno y se estaban arreglando porque ya se van al instituto, la verdad no tengo ánimos de ir. Decidiendo quedarme porque tengo que pensar bien las cosas, tengo que idealizar mi vida, que quiero, y que estoy dispuesta a ofrecer por cumplir mis metas, aunque ya son pocas la verdad.
Olivia me da un beso en la cien al igual que Carlos para luego dedicarme una sonrisa a boca cerrada.— ¿De verdad no quieres ir? — pregunta por última vez Olivia.
Niego, — No tengo ánimos, solo quiero pensar.
— Pensar te destruye.
— Tal vez — lo acepto escogiendome de hombros, — Me quiero autodestruir.
Un abrazo me hace parpadear calmando mis ganas de llorar, — Cuídate y no salgas ¿Ok?
— está bien.
Cuando escucho la puerta cerrarse dejo salir las lágrimas para resbalar por mis mejillas, una mirada triste se adueña de mi rostro. El timbre me hace temblar nerviosa y me sobresalto caminando hacia la puerta. Me asomo por la ventana y veo a Alex junto a los chicos que los esperan adentro de los autos, no sé cómo reaccionar.
No se que hacer.
No se cómo actuar sinceramente.
— ¡Carlos, es Alex! ¿Has sabido algo de Mia? — habla tocando nuevamente el timbre — Joder, estoy demasiado preocupado.
En eso abro la puerta en un tirón. Alex me miró confundido, y los chicos se buscan acercar.
— No, tengo que hablar a solas con Alex, — los chicos se detiene y miro a Alex con una ceja enarcada, — Pasa.
— ¿Por qué actúas de esa manera?
— las preguntas las haré yo de ahora en adelante. — digo al cerrar la puerta.
— Bien.
Me le quedó mirando, tal vez estoy tratando de disimular pero mi enojo se nota en mi manera de hablar, de respirar y hasta de mirar.
— ¿Qué me ocultas?
— Mia, por favor, no empecemos.
Muerdo mi labio inferior, Alex se acerca y retrocedo, — Alex, más te vale decírmelo, así que dime, ¿Qué me ocultas?
Baja la cabeza, — No te lo puedo decir, es por tu seguridad.
— ¿¡Y quién eres tú para elegir por mi!? — subo el tono de voz golpeando la mesa, — ¡Dímelo! ¡Maldición! ¡Si te lo pregunto es porque no me importa lo que me pueda pasar!
— ¡Carajo! — se agarra el cabello en desesperación, — ¡Pero a mí sí me importa lo que pueda pasar!
— ¡Pero es mi decisión, dímelo! ¡Me haces desconfiar de ti! ¡Me haces dudar de esto!
Su semblante cambia repentinamente, — ¿De esto? Espera, ¿Te hago dudar de nuestra relación? — mira hacia otro lado — ¿Te hago dudar de que si en verdad me amas?
— Tus acciones me hacen dudar de ti y de tus amigos. — hablo sin despegar la mirada.
— ¡Ah ya! Mis amigos claro — susurra molestó. — No se que haces conmigo si dudas de mi.
— exactamente eso me pregunto.
— me estás dando a demostrar que quieres dejar esto hasta aquí, ¿Eso quieres?
— ¡Eso lo estas diciendo tú! — me acerco golpeando su pecho.
— ¡Me duele lastimarte, me duele hacerte sentir así! ¡Me duele verte con los ojos rojos de tanto llorar!
Chillo de la molestia, — ¡Si lo hicieras me dijeras la verdad!
— ¿Todo esto es por eso? ¿Por qué no te quiero decir?
— si, — asiento segura, — si, porque tengo que buscar a los demás por cosas que mi NOVIO me tendría que decir.
— Si me quisieras como decís, esperarías a que yo buscará el momento indicado para decirte.
Camino a abrir la puerta, — oh, por Dios, cállate y vete.
— Tranquila, no es necesario que me lo digas.
Pasa a mi lado para quedar a centímetros para mirarme, su mirada me coloca nerviosa pero aún así no la quitó.
— Cuando-cuando estés dispuesto a decirme, me buscas.
— yo no puedo continuar contigo así, te buscaré en la tarde para hablar.
— Vete.
Al cerrar la puerta, apoyo mi espalda en la puerta para luego dejarme caer al piso, me acurrucó sin entender nada. Debo admitir que estuve apunto de lanzarme a sus brazos pero no me lo puedo permitir, mi tía Jaile me lo prohibió aquel día, se murió antes de darme las pruebas que me tenía, recuerdo muy bien sus palabras.
— Promete que no volverás a caer en sus redes antes de que yo consiga las pruebas que necesito para explicarte todo, — asiento mirándola fijamente, — Comportate fuerte y dominante así te estés muriendo por dentro, no le demuestres que es tu debilidad.
— ¿Y qué pasa si no puedo? — pregunto dudosa.
— Podrías estar mal, alejate si te sientes mal y no bajes la cabeza, tienes que darte a respetar y verás como bajará la guardia y empezará a ser la víctima del cuento.
Respiro profundamente para luego levantarme, camino a la habitación de Carlos para luego meterme a bañar, tengo que calmarme. Como dijo mi tía, es mejor pensar con la mente fría.
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Tú eres mía, princesa© (Libro I)
Teen Fiction«La vida es una ruleta rusa que nadie a podido descifrar, y los que quieren mueren en el intento » Me llamo Alex McKay, y tú eres mía princesa, por las buenas o por las malas.