Capítulo cuarenta y dos.
Horribles verdades.
Mia Hobbs.
Me despierto de la manera más abrupta, un balazo. Mi corazón se acelera levantándome de la cama lo más rápido que puedo, me quedé a dormir en casa de mi tía, porque ya era demasiado tarde ayer, Y despertar de esa manera fue lo más curioso del día. Me coloco los zapatos lo más rápido que puedo para cuando voy a abrir la puerta entra el guarura lleno de sangre cerrando la puerta con lo que puede. Mis ojos se abren como platos retrocediendo.
— ¡Tenemos que irnos ya!
— ¿Qué? ¿A donde? ¿Mi tía dónde está? — pregunto rápidamente.
— señorita, su tía… fue asesinada hace unos minutos.
Mi vida se derrumba y mis ojos se cristalizan, intento mantenerme en pie y otro balazo me hace gritar. El señor me sujeta del brazo para empujarme lejos de la habitación.
— ¿A donde me lleva?
Me mira a los ojos, para sacar una cadena, la cual me pasa y me sonríe, — Su tía se la iba a entregar hoy, pero no pudo, así que sea fuerte y venga conmigo porque ella me ordeno antes de morir cuidarla con mi vida.
Sujeto la cadena entre mis manos colocándola en mi pecho para luego sollozar, no entiendo porque, ella estaba bien ayer. Todo estaba bien.
— Cuando yo le diga va a correr lo más rápido que pueda y se va a meter en un lago que está un poco lejos, de allí no sales por unos minutos después yo me encargo de buscarla donde se encuentre.
— ok, pero… quiero que me entregue las cenizas de mi tía.
— Bien, haré lo posible para recuperar su cuerpo sin salir herido yo.
De un momento a otro ya estamos en el primer piso por sus jardines, se ven unos autos entran por todos lados. Uno de ellos lleva un placa a la cual recuerdo, niego rápidamente. No puede ser, es que no se puede, me niego a creelo.
En eso se escucha una risa, varias risas, y esas voces que me dejan en una parálisis.
— Ay, mí Jaile, te dije que me vengaría de ti.
Alex.
— no… no puede ser, esto no maldición, — susurro tapándome la boca.
— ¡Como disfruto estoooo! — el grito de Amber me desconsuela.
Ya no hay dudas, Daxon tenía razón.
— ¡Corra!
No doy tiempo de nada y pego a correr lo más rápido que puedo, el señor me cubre. Los sollozos no me dejan correr bien y mis ojos cristalizados me hacen caer de rodillas lastimandome. Aún así, me levanto y sigo corriendo con la medallita en la mano, estoy destrozada, y jamás me vi venir esto.
Olivia debe estar preocupada y necesito hablar con ella, pero no tengo ni siquiera mi teléfono, me siento apoyando mi espalda en un árbol, mis manos cubren mi rostro lleno de lágrimas.
— Debo seguir.
Susurro caminando cómo puedo, después de unos quince minutos veo el lago donde me tenía que ocultar, volteó hacia atrás y no veo a nadie, así que sigo caminando para salir a la carretera. No sé dónde peligro más, estando aquí sola, o junto a ellos.
Me enamoré de lo que más odio, una persona que destruye hogares.
Me siento de nuevo pero esta vez en unas bancas que hay saliendo de esta calle, me acuesto de nuevo y con la vista nublada me dejó caer. Llorar ya no es algo a lo que pueda negarme, necesito tener una vida normal.
Recordad aquello me hace querer matarme, el chico que me gusta mato a mi tía,y sabrás a cuantos más a matado. Cierro mis ojos perdiendo la noción del tiempo.-
Un zarandeo en mi brazo, me hace abrir los ojos lentamente para luego ver la silueta de una mujer la cual me hace reaccionar levantándome por inercia. Parpadeo un par de veces para recuperar mi compostura, una chica de cabello marrón y ojos verdes, me hace fruncir el cabello, a su lado está un auto y un niño dormido en la parte de atrás.
— Eh… ¿Estás bien? ¿Te puedo llevar a algún lugar? — habla con esa hermosa y melodiosa voz.
La abrazo asintiendo.
— Ok, entonces vámonos hermosa, no tienes porque estar aquí.
Me levanto adentrándome a su auto para luego estar lejos de allí, pensando bien las cosas creo que siempre supe que algo así pasaría, no exactamente esto pero sí que entrar a este mundo traería consecuencia que me dejarían con la mente en blanco.
— Llegamos.
— Muchísimas gracias. — digo antes de bajarme del auto.
— ¡Espera! — me volteó mirándola fijamente, — Te dejo mi número de teléfono para que me llames cualquier cosa ¿Si?
Asiento regalándole una triste sonrisa.
Me dirijo a la puerta de la casa de Carlos, llame a Olivia y me dijo que estaba aquí, al entrar los veo sentados en el sofá. Me abrazan en cuanto llegó y sin soltarme empiezo a sollozar.
— ¿Qué pasó, muñeca? — pregunta Carlos en el abrazo.
— Solo quiero que nunca me dejen de abrazar.
— Nunca lo haremos, recuerda este es nuestro grupo, nuestro voslaiyir.
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Tú eres mía, princesa© (Libro I)
Teen Fiction«La vida es una ruleta rusa que nadie a podido descifrar, y los que quieren mueren en el intento » Me llamo Alex McKay, y tú eres mía princesa, por las buenas o por las malas.