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- eso qui...quiere decir que no... - murmuró - yo no pasé.

- si eso, pero mi amor, habrán más oportunidades ¿de acuerdo?- le explicaba su padre arropando su pequeño cuerpo hasta los hombros.

La hora dormir había llegado. Después del viaje de regreso a casa en el tren, la pequeña habia quedado dormida en los brazos del mayor con una enorme sonrisa en su rostro creyendo que después de unos días los resultados de su audición serían positivos y que entraría a la academia en donde su madre habia desempeñado el deporte que más amaba. Sin embargo, su padre durante todo el transcurso a casa, mantuvo la frustrante noticia esperando el momento indicado para decirle a su hija que no, lamentablemente no había sido admitida.

- ahora vamos a dormir- le informó su progenitor, quién se dirigió hacia la puerta de la habitación, llevándose con él la triste mirada que su hija le dio.

-pa...pá lo hice mal ¿verdad?

- nena, no digas eso, lo hiciste de maravilla - le respondió desde el umbral de la puerta.

- mamá... esta decepcionada, yo... yo la decepcioné.

- no, ella está feliz...- le hizo saber. Su hija lo vio con ese brillo especial que contenía su mirada aún así estuviera a punto de las lagrimas.

- ¿puedes hablar con ella?

- sí - mintió - y dice que debes descansar por que hoy hiciste la mejor pieza y que...- el padre tomó su mentón pensando en alguna otra palabra de motivación para su pequeña niña - esta orgullosa de ti y también que me debes un beso de buenas noches- terminó de decirle, acercándose a su pequeña para apoyar sus labios en la frente de la niña. Cuando intentó separarse la pequeña tomó su cuello para acercarlo a ella y dejar un sonoro beso en la mejilla del mayor. - te amamos, descansa.

La noche sería larga para un padre que luchaba por los sueños de su hija. "Una niña con trastornos como los de su hija" recordó. No dejaría que alguien como esa señora viniera a poner de menos a su pequeña, tratando que sus inicios fueran insignificantes como le habia hecho creer a Rebecca. Por mucho tiempo, su esposa lucho contra la sobreexplotación que le generaba el amar ese deporte. Le venía costando unas cuantas noches de insomnio y diferentes problemas alimenticios, además de fuertes dolores de cabeza provocados por la exigencia que le imponía la directora y dueña de la famosa academia Ântoine. Al ser una imagen nacional debia mantenerse al margen de lo que era. Aún en su etapa de embarazo, se encontraba cumpliendo con sus horarios de entrenamiento y actividades extracurriculares como lo eran entrevistas para difetentes revistas internacionales y viajes a diferentes puntos del país. Pero llegadas las veintidós semanas de gestación, tanto sus entrenamientos como viajes quedaron en suspenso por petición del doctor y por el mismo cuidado que debía mantener por el riesgo a que el ejercicio o el movimiento extremo ya no beneficiara el crecimiento sano de la pequeña. Cuando la bebe estuvo en sus brazos la pasión por el deporte pasó a segundo plano. Manteniéndose pegada a su nueva razón de ser durante el tiempo que le habían propuesto. Exactamente seis meses pasaron y ella debía volver a su agitada rutina dejando a la bebe bajo cuidado de su amoroso esposo, el respetable muchacho del que ella cayó perdidamente enamorada.

Cada competición era una oportunidad para dedicar su victoria a la pequeña Eilyss y a su esposo Haruk. Con el pasar de los años, ambos fueron absorbidos por las agendas en sus trabajos. Él padre gozaba de un poco mas de libertad a comparación de su esposa. Éste daba clases en la escuela para niños con diferentes capacidades, la misma en donde su hija al tener interés por continuar aprendendiendo, a pesar del pasado mal trato, comenzó a asistir. Realizaba su horario completo de 7:30 a.m. a 12:00 de la tarde. Justo a tiempo para que ambos tuvieran una merienda con su madre, la abuela Elena. Ese tiempo que él mayor compartía con su hija a solas le favoreció para conocer las habilidades de la niña, siendo una de ellas muy especial, la misma de su madre. Al parecer las visitas que les permitian a algunos entrenamientos hizo que la pequeña desarrollara su capacidad para imitar los pasos de patinaje que su madre impartía. Recuerda que su hija se paraba a media clase en su escuela para poner las poses del entrenamiento que había visto días antes y los niños le aplaudían eufóricos por cada nuevo paso que ella les mostraba.

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