trust me

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Uno de diciembre.

Uno de diciembre en su mayor esplendor. El sol tratando de hacer su mejor trabajo al calentar el día en el pueblo, fallando casi como los últimos días de noviembre. Un año se cumple desde que Rebecca abandonó este mundo, un año desde que la pequeña Eilyss no ha vuelto a ser plenamente feliz, un año en donde Haruk lucha contra su propia depresión.

No es un día tan especial como afirma el noticiero, solo es un día más. 24 horas del día de las cuales, la familia Amurabi, ha invertido tres en ir al cementerio. Vieron alguno que otro fanático salir del espacio en donde el cuerpo de su esposa descansaba, limpiando lo que parecía mocos y lágrimas, para luego, permitirles entrar y dejar el hermoso ramo de lavanda, recordarle cuanto la amaban y aman y así salir de ahí lo más rápido que podían para prevenir un ataque de ansiedad por parte de la nena.

- mamá... mamá está bien ¿verdad? - preguntó la chiquilla, siendo cargada por el más alto, mientras caminaban hacia la salida - gracias por tra...traerme papi.

- ella esta mejor, cariño. - aceptó, apretando más el agarre que tenía con su hija - te amo.

Sus pasos los llevaron a las afueras del lujoso cementerio en donde una gran masa gente se acumulaba para ingresar, sintió como su madre indecisa lo miraba y luego llevaba su vista a sus pies, en un movimiento constante, así, hasta que se animó a preguntar - ¿sucede algo, madre?

-¿Irán a la Academia? - indagó la mujer a su lado, sosteniendo fuertemente el brazo de su hijo, quien asintió mientras la veía - quiero ir con ustedes.

- ¡oh! Claro, mamá...

El viaje era aún más largo de lo que creía. Esta mañana, salieron temprano de casa para llegar a la ciudad del Este a buen tiempo y no encontrar a tantas personas en el cementerio, y ahora debían cruzar por el pueblo, esperar unos cuantos minutos para transbordar el tren hasta la ciudad lejana, para la práctica del día. Sus pies pesaban por todas las lágrimas que habia aguantado desde un día anterior, sin embargo, agradecía que su pequeña no se viera tan afectada. Las palabras faltaron en todo el transcurso, distraído recordando a Rebecca y su hermosa sonrisa, negó sintiendo como sus mejillas se calentaban tomando un leve color rojizo, inconsciente y es que por más que lo quisiera evitar, esa sonrisa lo mataba cada que la recordaba.

El cuerpo de Eilyss se relajó con el movimiento del transporte que quedó dormida en el fornido pecho de su padre, sujetando su camisa formal entre sus manos. Su madre, al igual que su nieta, quedó dormida con su cabeza recostada en el hombro del mayor quien un poco incómodo, suspiró.

Dirigió su mirada a la ventana, notando el leve cambio de climas que habia de un lugar a otro. Recordando cuando fue la primera cita con su esposa y le tocó caminar más de veinte calles y avenidas buscando en donde ella vivía solo porque "quiero ser caballeroso y hacer las cosas bien" pues él creía que ella era el amor para toda su vida y quería pedir permiso a sus padres antes de que salieran a su cita. Rebecca era un alma libre, salía y venía de un lugar a otro, tranquila, sin percatarse de la preocupación que ponía en sus padres al tener una hija tan extrovertida. Y Haruk era consciente de ello, pues cuando le habló por primera vez, en esa esquina, la escuchó alegar con su padre por el sobrecuidado que tenía por ella. La palabra "aterrorizada" quedó pequeña a lo que realmente sintió su esposa en ese instante, pues, si bien ella era ruda, en ese momento solo pudo llorar en los brazos de Haruk, que incómodo aceptó consolarla.

- hijo, ya llegamos - le despertó su madre - ah, y no tenías sueño, mentiroso, ¿quién te cambio? Que yo no te crié así - bromeó mientras cargaba a la pequeña para que su único hijo se lograra levantar.

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