what need

98 13 3
                                    

- estas bromeando ¿verdad? Ya viste la hora, por favor vuelve a dormir.

- pero Nitty, no mencionaste casi nada en el almuerzo.

-basta, Agnés, ahora no. - comentó molesta dando un bufido al aire. La chica se encontraba preocupada por su amiga, al otro lado de la línea, que desde la mañana de ese día estaba de muy mal humor, irritada y bufando al escuchar a Agnés preguntar el porque de su estado de ánimo oponiéndose a la idea de comentarlo con la pecosa.  - voy a colgar el teléfono, no te preocupes de más. Además anda a dormir que dentro de unas horas tienes trabajo.

- Nathya... recuerda que puedes confiar en mí. Por favor háblame luego, te amo. - sin escuchar alguna otra respuesta el pitido le informó que la chica habia colgado.

Con una sonora carcajada la chica se dirigió al baño de su habitación, pensando en que realmente la hora a la que habia marcado a la joven entrenadora no era una muy buena. Menos sabiendo el cuidado que tenía la chica de sus horas de sueño. Decidida a no dormir esa madrugada, salió del espacio y caminó hasta la sala en donde encontró a su joven hermanastro quien parecia igual o más decidido en no dormir.

- ¡ey! ya que vas a la cocina, traeme leche - gritó el joven desde el sillón para dos personas. La chica regresó sobre sus pasos y le vio con el ceño fruncido.

- es broma ¿verdad? - en un intento de sonar fastidiada, le contestó - no creo que tengas dos piernas solo por decoración.

- pero podrías hacer el favor - reclamó Louí, resaltando la última palabra - espera... eres tan vieja que ni eso puedes hacer... ah que fastidio - sin embargo, la chica le ignoró, como solía hacer cada que el muchacho "bromeaba" acerca de su edad.

- te la traje... - avisó después de un rato llegando hasta el sillón, viendo como el joven levantaba la vista con sorpresa - haber abre la boca - sin esperar a que él lo hiciera, derramó la leche la cual dudaba que haya entrado a su boca - para... que aprendas a respetarme. - salió del espacio esperando que el liquido no haya alcanzado a su sillón de lo contrario tendría un apestoso olor al comenzar a descomponerce.

Ese mocoso, que había obtenido su apellido hace más de quince años, rebalsaba su nivel de paciencia. Llegó teniendo 7 años y solamente le bastó un par de horas para saber que tenía serios problemas de atención. Irrumpía en su cuarto como si de el suyo tratase y pasaba tirando gases cuando ella comía la merienda. Paseaba en calzoncillos por toda su casa aún cuando habían invitados. Y eructaba a media oración, que hacían sus padres agradeciendo la comida antes de comenzar a cenar. Realmente ese niño tenia un déficit de atención sin tratar con un psicólogo. Cuando tenía doce años, ella aún vivía en el pueblo, al lado de su hermoso mejor amigo, Haruk, al quien siempre consideró como un miembro más de su familia y juraba que si llegaba a tener un hermano pequeño como él, estaria agradecida con el cielo por darle a tan bondadoso ser. Así fue ese día cuando se enteró que tendría un hermano pasó agradeciendo a lo alto por el nuevo ser que venía en camino, sin embargo, las semanas pasaban y a su madre no se le inflaba la barriga, por lo que comenzó a dudar de la verdad de ese embarazo. Pasaron 3 años y el tema del nuevo integrante no se volvió a tomar. Si no, hasta que se encontraban en la ciudad lejana, lugar en donde estaba el orfanato del cual sacaron a su hermanastro y deseaba volver a meter. "Es tu regalo, Aggie" recuerda exclamar a su mamá, sosteniendo la pequeña mano del tormentoso niño. Esa primera noche deseaba tener tanto a Haruk para decirle que cumplieran su promesa de huir de ese país. Pero no tenía el permiso para enviar cartas y mucho menos para viajar sola en el tren. Así que tuvo que aguantarlo hasta ese momento.

- ¿puedo pasar, Aggie? - tocó la puerta su madre quien, sin esperar una respuesta, abrió la puerta - buenas noches, cariño. Me dijeron que no podías dormir, amor mío.

Second Chance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora