we are here, now.

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Las calles en el pueblo se imponen ante el silencio. La muchedumbre que paseaba alegres por la tarde, ahora ya reposa en sus hogares, acompañados de una cena dichosa, con comida por doquier casi desbordando de la mesa. La razón, hoy se festejaban dos fechas importantes: el aniversario de nombramiento del pueblo y el cumpleaños de una niña de cabellos dorados. 30 de septiembre apuntaba como el día más alegre para la pequeña Eilyss. Habían estado en todo el festejo, compartiendo con los vecinos y dueños de granjas, disfrutando de un almuerzo espléndido. Sin embargo, la luna se posaba en la noche para terminar la celebridad y la pequeña sabía que era hora de soplar las velas.

- ¿pedirás tu deseo, verdad?- le preguntó su abuela entrando a la pequeña sala en el primer nivel. Dejando el pastel sobre una mesita al centro del conjunto de sillones. - ya viene tu padre.

- muy bien, mujeres. ¡oh pastel!- exclamó el padre aplaudiendo con una enorme sonrisa en su rostro. - mi nenita cumple ya diez años, ¿como se siente, señorita?- Preguntó, fingiendo que su mano era un micrófono, imitando una entrevista.

- yo...yo- rio la nena, nerviosa.- tengo que estar felíz.

-¿no estas felíz?

- no... digo sí, estoy felíz.- el ánimo de la nena, a pesar que en la tarde era muy activo, ahora había decaído. Y trataba de disimularlo con sonrisas que terminaban siendo muecas. Muecas que no pasaban desapercibidas para su padre.

- sé lo que sucede... pero por ahora, vamos a poner atención al pastel. - le animó su padre con cariño, dando un leve masaje a su hombro mientras le sonreía con nostálgia, se levantó de donde yacia sobre sus rodillas para apagar las luces de la sala, volvió a tomar asiento frente a su niña. - pide un deseo, amor.

La pequeña, de pupilas dilatadas le sonrió. Para luego, cerrar sus bellos luceros y juntar sus manos. Comenzó a balbucear su deseo y después de varios minutos sus ojos se abrieron sorprendidos y, emocionada, apagó las luces de las velas. La abuela corrió a encender la luz general.

- bien, ahora ¿quién quiere una rebanada?- preguntó Elena, caminando a la cocina, para después regresar con un cuchillo, preparada para repartir el pastel.

La noche pasó. Lenta y nostálgica. El padre sabia bien la confusión de sentimientos a la que su hija habia sido orillada. Siendo este el primer cumpleaños que pasa sin su madre, es de suponer que la nena extrañó la calidez en la mirada de Rebecca. Ella, una niña con autismo regresivo a quién le es dificil describir como se siente, tuvo confusión porqué se supone que es su cumpleaños, ¿no? Tendría que estar saltando de felicidad por toda la casa. Más ahora, solo la ves dormida, tratando de mitigar el dolor que en su corazón comienza a infundir, con sus manos hechas un puño pegadas a su corazón. ¡Vaya cumpleaños!

-¿vamos a dormir, madre?- dudó el hombre en un murmuro. Su madre expulsó todo el aire que tenía retenido y sonrió.

- vamos.- se impulsó para poder levantarse, para luego comenzar a reírse por ver como su hijo peleaba al intentar ponerse de pie desde el suelo - ay, Haruk estás tan viejo ya- bromeó.

- sí mamá, sí, puedes burlarte de la vejez de tu hijo.

Cuando ya estuvieron los dos adultos de pie, se acercaron a la niña que estaba dormida sobre el sofa de dos piezas. El padre atento, la tomó en sus brazos, tipo princesa y llevó cargada a la pequeña hasta la habitación continua a la de él. Acomodando su cabeza sobre la almohada, dejo un casto beso en la coronilla de su hija y suspiró con pesar al verla. Susurró un delicado "descansa, amor" y salió, tratando de no hacer ruido.

- todo bien mamá, puedes ir a dormir ya - le avisó. Su madre era preocupada desde que tenia memoria de ella. Siempre cuidando cada una de sus deciciones o calculando sus acciones. Su hijo le dio una leve caricia en su cabeza y giró para al fín caminar a su habitación a descansar.

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