wait for the moment.

131 12 11
                                    

- ¿sucede algo, Eilyss?- preguntó la joven entrenadora quién preparaba el salón con espejos para poder practicar. Moviendo un tapete de lugar, dirigió su vista preocupada a través del espejo viendo como la niña detrás de ella seguía parada en la misma posición desde que su padre partió para dejarlas practicar comodamente. -Eil...

- las luces del tren estan enfermas- ¿Qué? La entrenadora se detuvo para verle con una sonrisa creciendo en su rostro, creyendo que solo estaba bromeando, pero esa misma sonrisa se borró al ver la preocupación en los ojos de la pequeña.

- no lo creo, solo es...

- no, claro que lo estan- informó segura- . El martes conté 87 veces que se encendía. El jueves 103 y hoy, sábado 100.- explicó. Respirando pausadamente su mano fue a parar a su cabello comenzando a rascarse. - no entiendo porqué.

- ah- se rio por las palabras de la niña - yo tampoco, pero por ahora no vamos a concentrarnos en eso, ¿de acuerdo?

- papi y yo entramos siempre a la misma hora al tren- continuó hablando, ignorando la petición de la entrenadora - pero... fueron diferentes números. Tal vez parpadié de más, supongo que no la conté. - siguió hablando, llevó su mano a su cuello para rascar duramente sobre su piel - ¡oh!- exclamó de repente, sacándole un susto a la chica.

- ¿que pasó? - la chica llegó hasta ella tratando de tocar su hombro, a lo que la nena se alejó.

- la caída. - murmuró. Sus manos corrieron a su boca. Estaba preocupada y la joven no entendía su verdadera preocupación, ¿qué de importancia tenían las luces del tren?

- Eilyss, ven aquí, ayúdame- pidió la joven ignorando la situación, caminó a los espejos para colocarse frente a ellos. Y rogando porque esta vez la pequeña le hiciera caso, sin embargo, esta parecía sumergida en sus pensamientos -. Eilyss, necesitamos comenzar- avisó, su semblante serio comenzaba a aparecer. La niña veía atenta cada uno de sus movimientos con determinación e incluso le escuchaba, pero no se disponía a mover ni siquiera un pie. - Eilyss...

- sí, señorita - le hizo saber que le escuchaba -. Solo tengo que cambiarme - cierto. La joven le vio de pies a cabeza tratando de entender a la niña, que le veía desesperada. - necesito cambiarme, a solas- reclamó resaltando sus últimas palabras haciendo comprender a la entrenadora.

- bien, saldré entonces. Avísame cuando termines.

Desde la enorme ventana, que era el principal llamativo del tercer nivel de la academia, se lograba admirar las calles principales divididas y las personas que caminaban apuradas a sus trabajos o con bolsas llenas de compras. La joven inspeccionaba todo con determinación y no es que fuera metida en asuntos que no le eran importantes, sino que así recordaba a su abuelo y el dichoso día de la semana en dónde, en esa misma ventana, admiraban a las personas y con la infinita imaginación que ambos tenían, inventaban historias con cada una de las personas que pasaba. La mejor historia narrada tendría una ración doble del postre que el abuelo horneaba los fines de semana para recibir visitas. Sin querer, la joven soltó un suspiro alto al recordar los buenos momentos con su abuelo y el extraño hecho de ya no tenerlo junto a ella.

- estoy lista - escuchó justo a su lado. Sin dirigir su vista hacia ella, guió sobre sus pasos para regresar al aula, pero la misma voz la detuvo segundos después -. Lamento la perdida de tiempo. Y comprendo si esta mo... molesta- sus pasos se detuvieron al escuchar lo último.

- ¿por qué dices que estoy molesta?

- su cara... tiene las cejas unidas y... también esta triste - con un murmuro hizo de sus palabras quedar en el aire, señalando el rostro de la mayor.

Second Chance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora