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Esta mañana, el sol hizo su mejor esfuerzo en aparecer, aún así las calles mantenían tanta nieve sobre ellas que se lograba hundír los pies, haciendo lento el caminar de cada una de las personas que eran admiradas por la pelinegra desde la elegante ventana del tercer piso. La chica, que habia madrugado, trenzaba su cabello desde la raíz riendo por la escena que se desarrollaba frente a ella. Pues una pequeña niña de cabellos dorados corría emocionada de una esquina a otra para luego caer de espaldas a una montaña de nieve que había sido recogida por los vecinos y luego sacudirse, como lo haría un perro, el sobrante de nieve sobre su ropa. La pequeña Eilyss disfrutaba del clima tanto como la joven entrenadora, cuando era una niña. Asombrada por la hermosa reacción del padre de la pequeña al verla reír decidió emprender su camino hacia ellos, en la entrada  tomó un abrigo largo y grueso en conjunto con sus enormes botas con felpa en el interior y salió de la cálida mansión. Con cada paso que daba alcanzaba a escuchar con mas claridad las carcajadas de la nena y junto con ellas la debil risa del hombre.

- buen día- saludó detrás de ellos -me despertaron unas risas que venían desde aquí - mintió llamando al fin la atención de los dos, que le daban la espalda. Estos voltearon a verla mostrando su sorprendida reacción y sus hermosas sonrisas. - hola.

- buen día, señorita Nathya.

- ¡señorita Nathya! Hola - exclamó emocionada la pequeña mientras sacudía su mano de un lado al otro en modo de saludo - estabamos jugando aquí - volvió a decir señalando la, ahora destruida, montaña de nieve.

- ya veo...- le dedico una sonrisa-  ¿qué tal el clima por el pueblo? - preguntó la chica llevando sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo.

- caluroso, a pesar de ser muy temprano - aseguró el mayor - la nenita aquí, no quería traerse el abrigo - dirigió su vista a su hija quien parecía ajena a la conversación - tremendo berrinche el que hizo.

La joven se rio mostrando los delicados hoyuelos que tenía como decoración - vaya, ¿y ahora que opinará? - atinó a responder.

- supongo que me debe agradecer. - respondió como si eso fuera lo más lógico. Después de varios minutos de silencio y solo de risas por las bobadas que hacia la pequeña, el señor volvió a hablar- hoy venimos más temprano a lo normal, hoy comienzo en la escuela del señor Ben.

- cierto- la entrenadora se golpeó levemente la frente, recordando la fecha - entonces... espero que le vaya muy bien, señor Haruk - animó la joven.

- gracias, me siento como un niño en su primer día de clases y en un colegio nuevo, de forma casi literal- ejemplificó su emoción con su voz gruesa haciendo reir a la chica a su lado - Eilyss, es hora de entrar.

- bien- alargó su respuesta la nena, arreglando su pelo lleno de nieve - adiós, papá. - se despidió de su progenitor dejando un sonoro beso en la nariz de su padre. Quien copió sus acciones aprovechando la altura. Riendo por ver como su hija comenzaba a arrugar su nariz.

- entonces me voy. Felíz día.

Ahora, cuando solo quedó la joven y la niña, se dispusieron regresar rapido dentro de la mansión para refugiarse del fuerte viento que comenzaba a azotar y también tratar de que la nena recuperara su temperatura. La chica veía por el rabillo de su ojo que la nena sonreía enormemente por ninguna causa, aparentemente, disfruto de ver la calma reflejada en sus facciones durante todo el trayecto. Al entrar por las enormes puertas de madera que la mansión poseía optaron por deshaserce de sus húmedos abrigos y colgarlos en el perchero de la entrada, junto con las botas rojas de la nena que estaban llenas por dentro de nieve. Ambas se rieron al ver la cantidad de nieve que desbordaba de estas.

- ¿puedo quedarme en medias? ¿No se congelaran mis pies?

- claro que no, me quedaré en medias también - le aseguró la chica, comenzando a caminar por uno de los tantos pasillos que conducían a la cocina, enorme cocina- Eilyss, ven, por aquí - le llamó, la nena de cabellos dorados le vio con terror impregnado y llamativo en su mirada, pues al no saber a donde llevaba ese oscuro y largo pasillo se quedó estática en su lugar. - ¿quieres conocer a mi abuelo?- preguntó llamando la atención de la nena, que con suaves pasos llego hasta ella. - es él - dijo señalando la fotografía que anteriormente el padre de la nena había descubierto - y esta de aquí, soy yo... ¿que te parece?

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