Entiéndeme {EreMika}

Capítulo XXV

~Huyamos de estos sentimientos~

Anoche su madre no volvió a casa, aunque tampoco le preocupó del todo. Hacía años ella también solía desaparecer unos días, siempre sucedía después de que su padre la engañase con otra mujer. Pero le parecía extraño que justo en esos momentos la señora Ackerman no estuviese presente y es que no había una razón en si para largarse de casa.

Mentira.

Habían muchas. La principal era que, por culpa de Mikasa, su progenitor estaba muerto. No había dinero, no podían sacar nada de ningún lugar y es que la mujer asiática no había trabajado desde que se embarazó de su hija. De hecho, una de la escusas era cuidar de la pequeña Mikasa, pero lo único que hacía era dejarle a la niña a Carla y ella bebía vino mirando por la ventana, con un rostro devastado.

Aún así, la joven Ackerman sintió miedo de salir de su habitación. Carla no estaba en casa y eso la espantó. Pasó la noche despierta, por cualquier cosa. El séquito de su padre, los que siempre le cubrían las espadas, habían desaparecido una vez que el mayor no había vuelto a casa y eso era hace mucho tiempo. En el hogar tan sólo estaban las trabajadoras y madre e hija.

Cuándo se levantó por la mañana, agradeció la luz que entraba desde su balcón. De alguna forma eso la tranquilizó, pero pronto descubriría que su madre tardaría en volver y ella se encontraría sola en casa durante ese tiempo. La única idea de quedarse abandonada en aquel lugar la aterraba, de hecho, si la hubiesen dejado ahí hacía unos meses, ahora lo estaría disfrutando. Las circunstancias había cambiado y desde entonces se encontraba frágil y le costaba recuperar su antigua conducta, la que la protegía de alguna forma, el ser tan evasiva.

Tomó una falda y una sudadera negra. Tardó en darse cuenta que esa prenda que se ceñía a su cintura ahora era más grande y le quedaba ancha. Eso provocó que ella lanzase la falda y empezase a respirar con dificultad. Empezó a mirarse al espejo y fue consciente por fin que había perdido mucho peso, ni sus mejillas estaban del todo llenas y tenía el rostro más palido de lo que era. De alguna forma se imaginó ver un monstruo reflejado.

Se descubrió desnuda del espejo, totalmente asqueada por su cuerpo. Estaba lleno de heridas, producto de sus autolesiones y su rostro, con los signos de golpes, los últimos por parte de su madre. Se preguntaba, ¿de verdad Eren había sido capaz de besar aquella cara?

Era impensable.

Empezó a tocarse la cara, arrugaba la nariz cuándo descubría otra marca. Le avergonzaba que Eren la hubiese besado, pero no podía creer que lo haya hecho con semejante semblante. Y todo su autoestima se vino abajo cuándo recordó las palabras de Historia y empezó a comparase con ella. No sabía cuándo ni cómo, pero la reina de las zorras se había besado con Eren, no le costaba admitirlo, pero sabía de sobras que la rubia era mucho más hermosa que ella, empezando por su cabello y grandes ojos azules. Comenzó a envidiar las características físicas de la Reiss cuándo esta se relacionaba mucho con el castaño.

Frunció el ceño y negó varias veces con la cabeza. Estaba odiando esa situación. No supo cuánto tiempo se miró, pero se retrasó al vestirse, así que tuvo que salir rápidamente de su casa para ir a clases. De alguna forma, hubiese deseado no ir al centro, pero también quería afrontar aquello, no pretendía quedar mal delante de Historia, de hecho tenía ganas de reprocharle algunas cosas, quizá esa era la única razón por la que quería ir, porqué respeto a Eren, le importó una mierda, no soportaba la idea de que los mismos labios que la besaron, anteriormente también estuvieron en contacto con los finos de la Reiss.

De alguna forma, cuándo llegó a los grandes jardines que rodeaban su destino, pudo visualizar a sus compañeros y se sorprendió al ver a Armin por ahí. Apretó sus brazos contra su cuerpo, seguía sintiéndose inquieta después de lo que el rubio le dijo, no podía asimilarlo y honestamente, quería olvidarlo, aunque había una pizca de compasión para su amigo, tampoco quería verlo en mal estado.