Capítulo X

627 59 48
                                    

~ Nuestra vida es la única
cosa que lamentamos~

Trás haber acabado las clases todo comenzó a ponerse oscuro, incluso el mismo día. El hermoso cielo que habían visto por la mañana estaba desapareciendo, cambiaba por un lienzo nublado lleno de nubes negras que amenazaban con lluvia en cualquier momento.

Hoy sería el día perfecto para quedarte en casa viendo alguna película, engañándote mientras escapas de la mísera realidad y de lo repetitiva que era la vida.

Mikasa se encontraba en clases aún, junto con algunos compañeros más, la última clase que tenía era la de arte y se había cabreado un poco, quizás por esa razón la había liado algo y su maestra pedía que se quedase ella ahí para hablar de lo sucedido. Mientras sus labios murmuraban maldiciones no se atrevía a mirar a su figura de enseñanza, no la estaba gritando, en absoluto, más bien, su profesora le hablaba dulcemente y quizás algo preocupada por las reacciones violentas de la asiática. Desde que comenzó su clase pudo ver cómo la Ackerman se encontraba inquieta, algo enfadada y decaída al mismo tiempo, mucho más antisocial de lo común. Esas reacciones de ella habían llamado la atención de la mayor, lo único que quería era saber si la joven tenía algún problema.

— Si tuviese un problema nunca contaría con la ayuda de los adultos.— exclamó la ojigris cansada de esa situación, la planta de su pie golpeaba cada segundo el suelo con desesperación.

— Ackerman, tu comportamiento no es el más adecuado y hoy has estado mucho peor.— responde la mayor intentando no perder los nervios al ataque de su estudiante.

— ¡Ya sé que no lo es!— grita desesperada. — Si me has visto otras veces, ¿por qué actúas ahora?— interroga con tono amenazante ganándose que su maestra se encontrase intimidada por la mirada de la azabache.

El silencio se encargó de obtener el papel protagonista en ese momento porqué ninguna de las dos se dignó a decir algo.

Si lo ves de distinta perspectiva Mikasa tiene razón. Su profesora debía haber atendido a la joven mucho antes, no servía de nada que se preocupase cuándo todo estaba sembrado. Nada cambiaría lo que le sucedió a la chica ayer, ni siquiera su propia maestra ni nadie.

— Puedes irte.— resopló la mayor.

Mikasa tomó sus cosas, aún molesta por ella misma, sabía que debía dejar de tener ciertas reacciones. Era difícil reeducarse ahora, aunque no era escusa.

La chica salió por la puerta de clases y trás la ventana pudo ver el diluvio que caía fuera. Su rostro se tornó enojado y pisó el suelo fuertemente casi apunto de gritar. Desde la mañana se había comportado como si no le hubiese sucedido nada pero ya no podía esconderlo y ahora mismo pasaba totalmente de llorar, aunque ni siquiera era capaz de hacerlo, sólo podía permanecer en plena ira y sin contacto con las personas.

Siguió bajando las escaleras para llegar hasta fuera. Dos de cada tres palabras suyas ahora mismo eran maldiciones. No tenía un paraguas encima, no podía hacer nada, sólo esperar hasta que acabe la lluvia, no era fan de ella, en verdad la detestaba.

Una vez llegó al porche de fuera se quedó plantada ahí, sin dejar que las gotas de agua la toquen. El cielo también parecía no estar en sus mejores momentos, las gotas caían con fuerza y penetraban en el suelo causando diminutos charcos.

Los oídos de la joven pudieron captar como una voz la llamaba, al parecer lo hacía de forma feliz cosa que la irritó.

Giró su rostro mientras se abrazaba a si misma. Hacía mucho viento, se escondió detrás de una de las columnas de ahí para que la lluvia no llegase a su rostro pero seguía temblando, el frío comenzaba a invadirla y su manera de vestir no ayudaba mucho, sobre todo porqué hoy la ropa que llevaba era un poco de la  rubia Leonhart, desde la mañana aceptó algo de ella pero no una chaqueta.

Entiéndeme {EreMika}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora