Capítulo XXVIII

978 73 50
                                    

- Levi, no puedes vender eso.

- ¿Quién te hizo tan puritana, primita?

Mikasa formó una fina línea en sus labios sin saber qué responder. Su pareja la estaba esperando a unos pocos metros, pero ella había pedido alejarse para ir a reprender a su familiar, a quién vió con un muchacho desconocido y a Hanji un poco más lejos.

Apretó su mandíbula y lo miró molesta. Ella había cometido un error al tratar de compartir aquello a Levi y, justo ahora le pedía que no hiciese eso. Algo hipócrita, pero había entendido que no estaba bien hacer eso, mucho más si lastimaba a Hanji, aquella chica que se tomaba más de su tiempo en estar con Levi, pero que, por cosas de su vida, últimamente estaba muy distraída.

Tomó al azabache del cuello de su camisa y agudizó sus ojos. Los Ackerman se mataban con la mirada.

- No puedes hacerle esto a Hanji.- bisbeó la muchacha arrugando la frente.

- ¿Qué te importa?- espetó librándose del agarre de la su prima.- Ella está en su modo idiota.

- ¿Te vas a aprovechar de eso?- cuestionó Mikasa sorprendiendo al chico.- Con todo lo que ha hecho Hanji por ti y aquí estás vendiendo droga de nuevo. ¿Qué tiene de divertido hacer eso? Tienes todo el dinero que necesitas y más, ¿por qué lo haces?

- Mikasa, no son temas de los cuáles hablaré contigo.- se alejó de la mencionada y dirigió sus pasos hacia la castaña.

El otro chico con quién pretendía comerciar ya se había ido al sentir el aura terrorífica de los dos familiares.

Levi de vez en cuándo se aprovechaba de Hanji, tenía que admitirlo. Le hacía promesas e ilusiones, porqué le gustaba verla sonreír satisfecha, pero después iba por calles poco conocidas para comenzar con su negocio, ¿por qué? Ni él lo entendía, pero le gustaba desafiar a Kenny.

Lo hacía para marcharse de una vez de ese estúpido pueblo, llevaba unos meses y ya estaba harto. La Zoe lo había entretenido bastante, pero ya no aguantaba. Con el dinero ahorrado se largaría de ahí.

- Hanji, vámonos.- tomó la mano de la nombrada quién simplemente se dejó guiar con su rostro en blanco, cómo si no estuviese ahí.

Levi al verla en ese estado al que llamaba "idiota", no podía dejar de irritarse. Si le buscaba pelea ella sólo asentía, prácticamente para todo decía que sí. Eso sucedía desde hace unos días, en los que regresó después de casa con un rostro demacrado, ojeras y ojos con signos de llanto. Al principio ignoró esos hechos, pero después vió que cada vez eran más evidentes y ella no los escondía.

- Oye, tonta, camina más rápido.- tiró de la de gafas provocando que esta cayese al suelo de rodillas.

Él rápidamente se arrodilló con ella.

- Cuatros ojos, ¿qué te pasa?- murmuró mirando al suelo al igual que ella.- Se supone que tú eras mi psicóloga...

- No voy a poder hacer eso...- respondió en forma de susurró. Asombró a su contrario, habían pasado días en los que ella no había hablado ni una sola vez con él.

Levi no quiso desaprovechar esa oportunidad y la haría hablar cuánto quisiese.

- ¿Por qué? Es lo que quieres hacer y te pega porqué tienes gafas.- al decir aquello subió una de sus manos de forma inconsciente a la mejilla de la joven.

- Las gafas no le importan a mi padre.- murmuró con su mirada aún clavada en el suelo.- No necesito estudiar, tengo la vida hecha gracias a él.- sus ojos empezaban a aguarse.

El Ackerman se tensó al instante. Nunca sabía cómo controlar las situaciones cuándo una chica se ponía a llorar delante de él. Había tenido a bastantes jóvenes que habían derramando lágrimas por él y Levi jamás sintió interés en ellas, ni se apenó al verlas rotas, eso lo hacía sentir mal pero así era. Este no era el caso, cuándo vió la primera lágrima caer un impulso interior hizo que él la abrazase ahí mismo.

Entiéndeme {EreMika}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora