Capítulo XXVII

676 68 52
                                    

~Marchaos.~

Sus pasos eran desesperados y quería llegar a casa de una vez. Su pecho estaba lleno de culpa, eso la hacía lamentarse de sus actos. Creyó que estaría sola en aquella gran vivienda, al menos durante esos días, dónde se madre estaría buscando consuelo en algún lugar.

¿Historia de verdad estaba embarazada? Pero, eso era imposible, ¿no? Y ella, casi le arranca los pelos. La verguenza llenó su rostro y se arrepintió totalmente de lo que hizo. Había actuado antes de tiempo, debía haber respondido con "cállate" o "no es asunto tuyo", mientras mantenía un rostro frío, pero no, Mikasa decidió lanzarse sobre la chica y así acabaron las cosas.

Estaba tan asustada que creyó haber matado al bebé, pero era algo no posible, ya que Historia hubiese dicho algo, entonces la razón por la cuál se dejó tirar fue que escondía aquel embarazo. Bien, ¿cómo ha pasado eso? La Ackerman estaba confundida, no entendía nada y la conducta de la Reiss era aún más confusa.

— Eren no tiene nada que ver con el embarazo.— llevó sus manos a la cara mientras se repetía eso. Durante un segundo dudó, pero al tener ella cinco meses en ese estado dedujo que no podía ser así ya que no se llevaba con Eren desde ese tiempo.

¿Entonces qué tiene con Eren? Esperaba una simple amistad, pero quizá, de la misma forma que el chico le dijo que la necesitaba a ella, Historia también necesitaba un apoyo.

Demasiadas ideas en su cabeza. Ya había llegado a su vivienda y no había sido consciente del tiempo, aún así, no era muy tarde cómo para estar por la calle. Quería olvidar todo, ahora ir directamente a dormir, lo necesitaba, pero antes, se daría un baño, pero un buen baño.

Rodeó desesperada la sala de estar, pasando por la cocina durante un instante. De repente las luces de su casa se encendieron, ella estaba sola y no había tocado ningún interruptor.

Giró su rostro hacia atrás, cómo un impulso, pero no encontró a nadie. Se acercó más a la entrada, entretanto que sus ojos revisaban de puerta en puerta si había alguien en casa. Sabía que su madre no sería, estaba demasiado segura. Un ladrón o algo así, tampoco podía ser posible, su sistema de seguridad en casa era grande, sobretodo desde el momento que Mikasa empezaba a escaparse.

— Ha pasado mucho tiempo, Mikasa.

Una voz.

La reconoció al instante pero era no podía creerlo. Habían pasado años, jamás pensó volver a verla, pero ahí estaba, en lo alto de las escaleras, con un kimono bellísimo, con su peinado de siempre y más joven que nunca. Seguía teniendo esa mirada, la sonrisa en su rostro pero detrás de ella era el ser más cruel que había visto nunca. Tenía en sus manos un abanico, negro, del mismo color que su prenda, sus tacones hacían resonar el único ruido de la casa, bajando escalón por escalón. Se acercaba, esa aura de maldad en ella se aproximaba a Mikasa, pero debía reconocerlo, había extrañado a esa mujer más que a nada en su vida.

— K-kiyomi...— tartamudeó ante la presencia dominante de la mayor, quién estaba delante suyo, mirándola penetrante y fijamente, cómo si la estuviese analizando.

La mujer tomó el rostro de la joven entre sus manos y empezó a quitar el maquillaje del rostro de la Ackerman, ayudándose de un pañuelo blanco que siempre llevaba. Sin descaro, se alejó un poco de la menor y puso sus manos en la cintura de ella, después tiró de brazo de Mikasa para observar su muñeca. Suspiró aliviada.

Aclaró su garganta y puso su rostro serio, observando cómo su pequeña tenía un semblante extrañado, quizá acostumbrado a su análisis, pero su presencia había sido imprevista por Mikasa, de esa forma cerró sus ojos frunciendo el ceño levemente, su abanico estaba sobre la punta de su nariz, dándole un aire intelectual al ver cómo pensaba en algo que parecía importante.

Entiéndeme {EreMika}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora