Entiéndeme {EreMika}

Capítulo XXXV

~ Déjame aliviar tu dolor ~

El desayuno estaba cargado de tensión, pero poco le importaba.

Eren había dormido toda la noche con Mikasa a su lado, ante cualquier tipo de pesadilla que pudo haber tenido ella estaba a su lado y se sentía muy agradecido.

Debía haber pensando que algo así sucedería. En aquella mesa de la cocina se encontraba junto a aquellas mujeres asiáticas, tomando una taza de leche caliente, evitando su mirada con Kiyomi.

— ¿Eren lo sabe?— fue lo primero que preguntó la mayor azabache, también mirando su taza de café al igual que la menor. Hacia referencia a aquel suceso ocurrido hacía medio año, lo sucedido entre Mikasa y Zeke.

— Sí.— respondió la muchacha sin mostrar mucha importancia.— Pero a todos nos ha sorprendido que haya sido su hermano.

Los ojos de Kiyomi se posicionaron sobre Eren.

— ¿Es tu hermano?— se aseguró la mujer con una expresión desinteresada.

— Así es. Necesito que sepa que nunca he conocido a Zeke hasta ahora pero desde niño he estado molesto con él, con un hermano a quién no conocía.— explicó el Jeaguer de forma serena, no quería que pensaran que él era igual que el agresor de Mikasa.— Probablemente porque era hijo de la otra mujer de mi padre.

— Oh.— tomó su café.— Mikasa me ha contado que tu padre ha fallecido, ¿debo darte el pésame?

— ¡Kiyomi!— saltó la joven pelinegra ante la insensibilidad de su mayor.

Eren miró a Mikasa tratando de calmarla.

— No es necesario.— medio sonrió el chico.— Tampoco me llevaba bien con mi padre.

Kiyomi alzó una ceja.

— ¿Y qué hay de tu madre?— interrogó curiosa la mujer, borrando su rostro inexpresivo común, pasando a uno más interesado.

Mikasa chasqueó la lengua y cerró sus ojos durante un segundo. Que Kiyomi fuese tan indiscreta no era del todo amable. Había pasado la noche con Eren hablando sobre sus padre, queriendo aliviar su dolor, olvidándose del suyo, no quería que todo lo conseguido lo destruyese aquella mujer.

— Me ha echado de casa.— contestó logrando sorprender ligeramente a la Azumabito.— Extraña a mi padre.

— Entiendo.— volvió a tomar un sorbo de su bebida.— Cielo, este chico me cae bien, no cortes con él.— habló formando una pequeña sonrisa inocente en su rostro mirando a Mikasa.

Fue una conversación extraña.

— Eren, ¿no te importaría que destruya a tu hermano?— la sonrisa en el rostro de la Azumabito era dulce, pero el tono de su voz decía de lo que era capaz esa mujer.

Los ojos verdes de él se cruzaron con los oscuros de la asiática y sintió temor.

— Es mi sangre.— respondió el Jeaguer logrando confundir a la mayor.— A pesar que haya herido a Mikasa sigue siendo hijo de mi padre.

— Tu padre ha fallecido.— interrumpió la mujer perdiendo su compostura, frunciendo el ceño.

— Deberá pagar por sus actos, sin embargo, señora Kiyomi, no puede tomarse la justicia por su mano.— se levantó de su asiento y quedó en frente de la mujer Azumabito. Su rostro reflejaba confusión, aunque hubiese herido a Mikasa, él sabía que no era correcto que Kiyomi actuase por su propia cuenta.— Deberíamos tener en cuenta los sentimientos de Mikasa, también...— susurró para volver a sentarse lentamente.