Capítulo XXX

388 44 28
                                    


~Brecha~


Abrió sus párpados con cuidado al sentirse incómoda con la luz de la mañana que se infiltraba por la habitación de su pareja.

Giró su cuerpo en dirección al chico y observó cómo él había dormido sobre su escritorio, con el rostro entre sus brazos y su espalda encorvada sentado en la silla.

Mikasa suspiró para así levantarse con cuidado y darse cuenta que eran las siete de la mañana, por lo que debían presentarse rápido para curar su herida. Con un movimiento despacio, trató de despertar al Jeaguer pero este únicamente ignoraba a la joven. La azabache tomó un libro fino y  lo lanzó a la cabeza del chico logrando despertarlo al instante.

— ¿Auch?— arrugó su frente confuso por aquel movimiento de su chica.

— Tienes que ver a tu madre.— murmuró Mikasa al recordar que hacía un día el esposo de Carla había fallecido.

— Nunca me contaste que ella trabajaba en tu casa.— dijo Eren mirando a otro lado.

— Debías ser hijo de Carla...— se mofó irónicamente contra el castaño.

— Sé las cosas que sucedían en tu casa, pero jamás pensé que eras tú la hija.— explicó trayendo a memoria los hechos de anoche, dónde descubrió que su madre trabajaba en la residencia Ackerman.

— Hablaremos de eso más tarde.— se acercó al muchacho quién se mantenía en su asiento. Tomó el rostro del Jeaguer en sus manos con preocupación.— Debes ver a Carla.— repitió ganándose una expresión de desgano en su chico, quién apegó a Mikasa más a su cuerpo.

— Debemos ver tu herida.— susurró sin apartar sus ojos verdes de los grises de la Ackerman, mientras sus propias manos alzaban con lentitud la prenda que escondía la herida de la joven.

Mikasa sintió calor. Él ya había visto aquel corte en su abdomen, sin embargo, el ambiente lo sentía diferente y eso provocaba una sensación abrumadora en su pecho.

Instintivamente la azabache llevó sus manos desde las mejillas del moreno hasta su cabello, aferrándose a los mechones castaños cuándo sintió los dedos de Eren sobre su vientre desnudo. ¿Cómo podía ver tan erótico el hecho de que Eren le estuviese quitando el vendaje? Se sentía idiota, tener que inquietarse por algo así y esas esmeraldas clavadas en ella no ayudaban nada. Empezaba a desesperarse.

Sin tener esas vendas sobre ella, la vista del Jeaguer podía apreciar aquella herida que la madre de su pareja le había obsequiado. Ver aquel corte le hacía sentir impotente. Ya no miraba a Mikasa, pero podía sentir a la chica temblar entre sus brazos, sin embargo, no había nada que lo detuviese y comenzaba a sentirse un peligro.

Mikasa separó sus labios sorprendida y al momento tiró del cabello del ojiverde.

— ¿Eren?— susurró nerviosa.

Había recorrido parte de su abdomen con los labios para plantar un beso sobre su vientre.  Su pareja era delgada, muy delgada, se preguntaba qué cosas le habrían sucedido en casa para encontrarse así, ya que no era nada comparada a cuando la conoció por primera vez.

La Ackerman se alejó algo apresurada del músico, mientras volvía a recomponer su vendaje torpemente, pero finalmente lográndolo. Cuando volvió su vista al frente encontró que Eren ya se había ido, probablemente a hablar con su madre.

Quiso marcharse a su casa para dejar a madre e hijo dialogar sobre la muerte del progenitor, pero la escena que contemplaría la obligaría a retenerse en casa del castaño más tiempo. Simplemente era perturbador. Eren, quién se había quedado estático, también se sentía espantado. Los ojos del castaño expresaban claramente lo que sucedía, estaban atemorizados.

Entiéndeme {EreMika}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora