Capítulo III

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~No soy capaz de llamar hogar
a un lugar dónde solo escucho
gritos y quejas~

La envidiaba. Tenía envidia de su mejor amiga, en concreto, de la familia Blouse.

Despertó en la cómoda cama de su amiga y con velocidad fue al baño de su habitación para expulsar toda la fiesta de ayer en el retrete. Trás esto, Sasha le explicó lo sucedido, se detuvieron a hablar unos segundos del joven que la había salvado de atroz y vergonozos acto de la Ackerman.

— ¿Eren?— cuestiona Sasha dudando del nombre del chico.

— ¡Eren!— exclama la azabache con los ojos abiertos.— Ese idiota...

— ¿Os conocíais?— interroga la de melena castaña con sus ojos brillando viendo un destello de romance en la historia de su amiga.

— Para nada, sólo me lo tope una vez y me jodió bastante, nada más.— explica con su mirada indiferente y levantándose del lecho de su contraria.— Gracias por no llevarme a casa...

Hubo un silencio entre ellas en el cuál, los ojos chocolate de la joven miraban a la muchacha de pelo negro con inquietud. Algo preocupada por su amiga, seguro, pero no se atrevió a preguntar si había sucedido algo en la mansión Ackerman.

Sonrió a Mikasa mencionando que iban a desayunar en su casa, eso afectó a la ojigris quién quiso escapar de aquella casa llena de amor y carisma, con un número de peleas reducido, pero es que su amiga tenía ventaja, sus padres estaban separados y ella vivía con su madre, solas, era mucho más fácil para Sasha, habían muchas razones por la que envidiaba no tener lo mismo que ella.

Y puso excusas para no quedarse a desayunar. De un momento a otro, la madre de la Blouse apareció apoyada en el marco de la puerta de su amiga. Siempre vestía elegante, esa falda de tubo se encajaba bien al cuerpo de la mayor, y la blusa blanca con mangas largas le daban un aire de inocencia. Su labial siempre estaba perfecto al igual que sus ojos pintados. El cabello castaño con ondas que la hacían relucir mucho más joven de que su edad decía.

Esta mujer se dirigió hasta Mikasa para abrazarla con una sonrisa pintada en su semblante. El cuerpo de la joven tembló al sentir la muestra de cariño que era dada por la señora Blouse. No le gustaban esas ñoñerias. No estaba acostumbrada, eso la hacía enfurecer, pero se limitaba a quedarse quieta hasta que la mayor se alejase de ella. Su madre nunca la había abrazado como lo hacía aquella mujer.

— Hace tiempo que no venías a visitarnos, Mikasa.— dice con voz dulce. Eso destrozaba a la joven azabache, nadie se preocupabs por ella como la madre de su amiga.— Me alegro que estés aquí.— la sujetaba de sus hombros mirándola a los ojos.

— Hola, señora Blouse.— saluda con una mirada seria desviando sus ojos al suelo. Sabía que si sus ojos se encontraban con los de la mayor demostraría su llanto como una obra de teatro.

— ¿Te quedas a desayunar, cariño?— cuestiona a la asiática con un toque de insistencia, del cuál, Mikasa fue consciente.

— ¿Si?— asiente Sasha desde lejos con unos ojos brillantes para Mikasa.

— Y-yo...— sin saber que decir sólo se alejó de la madre de Sasha con la cabeza hacía abajo para suspirar fuertemente.— Yo t-tengo... Mmph, me gustaría.— sonrió a la señora Blouse provocando una gran sorpresa en ella abriendo sus ojos y un poco sus labios.— Pero no puedo quedarme, lo siento mucho.— siguió con la misma sonrisa mientras una pequeña lágrima cayó por su mejilla para trás eso, tomar su chaqueta y marcharse de la casa de su mejor amiga.

~

— ¿Cómo puedo ser tan estúpida?— espetó con furia apretando sus ojos, creyendo que de esa forma dejaría de llorar.

Entiéndeme {EreMika}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora