Capítulo XXIX

383 50 14
                                    

~ Si estamos juntos, podemos con todo~

Oh, no.

Escuchó un "plop", un pequeño chapoteó y es que se había olvidado totalmente de la herida en su abdomen. Había pasado un tiempo, pero ese corte seguía ahí.

Las ganas de alejarse de su casa, de esos hombres, de aquel trajeado rubio que salía de coche, de Kiyomi, todo eso había provocado que se lanzase con brusquedad a correr e incluso se chocase contra una esquina. El miedo había vuelto a inundarla y perdió sus sentidos. Lo único que quería era retroceder y llegar a casa de Eren, él sabría qué hacer.

— ¡Ah!— Mikasa presionó contra su herida mientras se mordía los labios después de haber gritado. Las punzadas estaban molestándola.

Con fuerza siguió caminando, a pesar de la hora, de la oscuridad, incluso de la gente que pasaba y la miraba de forma extraña. Mikasa debía volver a Eren, tenía que explicarle lo que acababa de ver, a pesar de ser egoísta ya que su padre acababa de morir. Simplemente no tenía otro lugar a donde ir.

Lanzó una risa irónica mientras avanzaba, agradeciendo que ya salía de su barrio. Lo que su madre le había hecho era de locos, pero es que ella estaba así, estaba segurísima que también se había metido en problemas, por algo Kiyomi estaba en su casa. Mikasa no le diría a aquella mujer asiática elegante que su propia madre le había clavado un trozo de cerámica en su abdomen. Había pensado incluso en coser su propia herida ella sola, pero lo pensó mejor y dejó que se curase sola. Hasta el momento, creyó que ese corte podía arreglarse sólo con vendas, pero acababa de descubrir que no.

Respiraba con fuerza, tratando de ahogar su dolor.

Mikasa miró a su derecha, totalmente sombría. Unos chicos más o menos de su edad estaban acercándose a ella. No pudo evitar temblar, ignoró las sonrisas entre ellos y siguió caminando más rápido, al menos trató de adelantarse, sin embargo, la herida se lo impidió y cayó al suelo.

Empezaron a caer gotitas de agua. Era lluvia y el oído de la Ackerman estaba al tanto de las risas que provenían detrás de ella. Se asustó y quiso arrastrase así separándose de aquellos muchachos que cada vez se aproximaban más.

Ella se había olvidado de que el barrio donde su novio vivía no era el mejor de todos, que únicamente no le había pasado nada porque solía ir con Eren. Ahora estaba sola en plena oscuridad, una única farola que le permitía poco ver estaba a unos tres metros de ella.

La lluvia emepezaba a molestarla. De la nada había caído mucha más agua, provocando que su ropa se mojase más rápido. Quiso levantarse, poniendo mucha fuerza por su parte, aún así, las punzadas le ardían.

— Es guapa.

Escuchó la voz grave de uno de los chicos de ahí. Parecían divertirse al verla tan lamentable.

— Es una pija, mira su ropa.

Ahora quería matar a Kiyomi por hacer que se ponga faldas como de instituto privado.

— Joder, sí que es guapa, tío.

Trás ese comentario ella lanzó un grito de susto al sentir como uno de los presentes la había tocado. Mikasa se giró sobre su cuerpo pero lo hizo solo para encontrarse a esos chicos en el suelo. Una persona estaba a su lado, quién estaba acariciando su puño, probablemente por haber golpeando a alguien, quizá esa fue la razón por la que ahora la joven estaba a salvo.

Entiéndeme {EreMika}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora