Capítulo XII

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~Creamos que el amor
puede con todo,
aunque sea mentira.~

— Me cago en todo.— murmuró la joven mientras se acostaba con cuidado en su cama, con cuidado de no abrir la herida que acababa de cerrar, o al menos había parado la hemorragia.

Después de escapar de su madre, se encerró en su habitación y en su baño privado encontró algunos vendajes, yodo y alcohol. Quizás no era lo mejor para tratar una herida así, sabía que esa rajada no se cerraría sola y que tendría que hacer algo, sin embargo no le apetecía marcharse al hospital y decir "mi madre me ha clavado un trozo de plato y me ha abierto el abdomen". ¡Vamos! Era absurdo. A demás, los de servicios sociales vendrían a su hogar y se llevarían a su madre a un psicólogo o algo así, estaba enferma, mucho.

Sintió una punzada en el abdomen. No le gustaba esa sensación de dolor, aunque cuando era pequeña la había sentido en sus brazos había dejado de hacer eso, se dió cuenta que eso la lastimaba más. Si, a sus once años comenzó a cortarse, era una niña, eso no era normal, en absoluto, pero así se olvidaba de lo mal que se sentía y sólo se enfocaba en el dolor físico. Años después supo que eso no estaba bien y lo dejó por meterse pastillas más fuertes. ¡Todo era muy normal! Mikasa intentaba ser lo más común posible pero estos días se le estaban haciendo increíbles, y en el sentido malo.

Giró su cuerpo con cautela de su herida. Sus ojos se aguaron, ella intentaba no soltar ninguna lágrima, pero era difícil. Tampoco tenía a nadie a quién llamar y pedir ayuda. Sasha ya la había soportado todo este tiempo, aunque para la castaña eso no era nada, eran amigas, pero Mikasa sentía que era una carga, luego estaba Annie, que a pesar de todo, también se preocupaba por la Ackerman, la delataban las tres llamadas perdidas. Temía confiar en ella, pero lo pensó bien, necesitaba a alguien.

¿Mikasa?— dijeron desde la otra línea.— ¡Oh, Mikasa! ¡Te he llamado tres veces! ¿Estás bien?

Annie... Hola.— susurró. Casi no sabía que decir pero necesitaba a alguien.

¿Estás llorando?— cuestionaron con preocupación a la ojigris y como respuesta se escuchó el sollozo de la joven.— Joder, ¿Qué ha pasado? Acaso es por lo de... ¿La otra noche?

El silencio inundó el lugar. Es verdad. Anteriormente habían intentado abusar de ella. Eso la hacía sentir extraña, la avergonzaba en gran manera, por eso sólo quería olvidarlo, al menos lo había asimilado rápido y sólo debía dejar eso en el pasado y como si nunca hubiese sucedido.

¿Qué sucedió?— murmuró Annie causando un temblor en Mikasa.

— Nada.— respondió al mundo tiempo que colgaba la llamada con la rubia.

Supuso que esta noche sería otra igual, en la que lloraría hasta quedarse dormida.

~

El pitido de aquel aparato era lo que inundaba en esa habitación. Era muy incómodo entablar una conversación con su mayor y sólo miraba el rostro de su madre dormida en la camilla.

Después de que salió con Connie, el joven volvió al hospital. Pudo ver cómo unas enfermeras hablaban con su progenitor y trás eso, su padre se dirigió a él para explicarle lo que sucedió con su madre. Y al parecer si habían dado en el clavo, la mujer tuvo un ataque cardíaco pero se encontraba mejor, lo único que sucedió complicado fue descubrir que la castaña estaba enferma.

Aneurisma.

Sólo una de cada cincuenta personas caía en esa enfermedad. Sus consecuencias fueron una increíble debilidad, dificultad al andar e incluso podía tener problemas con la memoria o habla. La verdad, era algo muy complicado y su madre no era tan mayor, eso lo hacía extraño.

Entiéndeme {EreMika}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora