—Supongo que te marcharás pronto, ahora que se han terminado las clases —decía una persona que no interviene en la historia al profesor de Ortografía poco después de sentarse juntos en una comida que se celebraba en el hospitalario comedor del St. James College.
Era el profesor un hombre joven, pulcro y preciso en sus palabras.
—Mis amigos han hecho que me aficione al golf este curso —dijo—, y quiero ir a la costa del este, concretamente a Burnstow (apostaría a que lo conoces), a pasar una semana o diez días perfeccionando mi juego. Espero marcharme mañana.
—Hombre, Parkins —dijo el que estaba sentado al otro lado—, si vas a Burnstow me gustaría que echaras una mirada a lo que fue el convento de templarios y me dijeras si merece la pena hacer excavaciones allí este verano.
Como podéis suponer, el que acababa de hablar era una persona interesada en la arqueología, pero, puesto que sólo aparece en este preámbulo, no hace falta que enumere sus títulos.
—Desde luego —dijo el profesor Parkins—: descríbeme los alrededores del lugar y haré todo lo posible por darte una idea del estado del terreno cuando vuelva; o te escribo, si me dices dónde vas a pasar estos días.
—Gracias, no te molestes. Pienso llevar a mi familia hacia esta parte del Long y se me ha ocurrido que, como se han sacado muy pocos planos de los conventos templarios ingleses, podría aprovechar la ocasión y ocuparme en algo útil los días que no tenga nada que hacer.
El profesor dio un respingo al oír que sacar el plano de un convento podía considerarse algo útil. Su vecino prosiguió:
—El emplazamiento (dudo que las ruinas sobresalgan del suelo) debe de estar actualmente muy cerca de la costa. Como sabes, el mar ha penetrado enormemente a lo largo de toda esa parte del litoral. A juzgar por el mapa, diría que está a unos tres cuartos de milla del Hotel el Globo, al norte del pueblo. ¿Dónde te vas a hospedar?
—Pues en el Hotel el Globo precisamente —dijo Parkins—; tengo ya reservada una habitación allí. Me ha sido imposible conseguir habitación en otro sitio. La mayoría de los hoteles están cerrados en invierno, al parecer, y aun así, me dijeron que la única habitación que tenían disponible es doble, y que no tienen ningún rincón donde guardar la otra cama y demás. De todos modos, necesito una habitación grande porque quiero llevarme algunos libros y trabajar algo; aunque no me hace mucha gracia tener una cama (por no decir las dos) desocupada en lo que va a ser mi despacho, tendré que aguantarme y conformarme por el poco tiempo que voy a estar allí.
—¿Dices que te molesta tener una cama de más en tu habitación, Parkins? —dijo un individuo campechano que estaba sentado enfrente—. Oye, si quieres, puedo irme contigo y ocuparla por unos días; así te hago compañía.
El profesor se estremeció, pero se sobrepuso y sonrió con afabilidad.
—Naturalmente, Rogers, me gustaría muchísimo. Pero creo que te resultaría aburridísimo. A ti no te gusta el golf, ¿verdad?
—¡No, a Dios gracias! —dijo el impertinente señor Rogers.
—Bueno, pues te advierto que cuando no esté trabajando, lo más seguro es que esté en el campo de golf, por eso creo que te iba a resultar aburrido.
—¡No sé! Conozco a varias personas en ese pueblo; pero naturalmente, si no quieres que vaya, dímelo, Parkins; no me voy a ofender por eso. La verdad, como siempre nos dices, no ofende.
Efectivamente, Parkins era escrupulosamente cortés, y sincero a ultranza. No es de extrañar que a veces el señor Rogers, conociéndole como le conocía, se aprovechara de estas dos virtudes. En el pecho de Parkins se entabló una lucha que, durante un momento o dos, le impidió contestar. Transcurrido este intervalo, dijo:
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Recopilación cuentos de terror
HorrorQue tal amigos, esta vez pensé en lugar de entregarles un cuento de terror, traerles en su lugar una recopilación donde les iré entregando diversos cuentos de terror de diferentes autores. Todos los derechos a estos mismos. Bueno espero los disfrute...