El grabado.
The Mezzotint; M.R. James (1862-1936)Hace un tiempo pude narrarles la historia de una aventura que le aconteció a un amigo mío llamado Dennistoun cuando andaba buscando objetos de arte para el museo de Cambridge. A su regreso a Inglaterra, no quiso divulgar lo que le había ocurrido, pero los hechos llegaron a oídos de sus amigos, y entre otros, a los de un señor que dirigía un museo de arte en otra universidad.
Era natural que el suceso causara cierta impresión en el espíritu de un hombre que tenía la misma vocación que Dennistoun, y que quisiera aferrarse a cualquier explicación del caso que pusiera de manifiesto las pocas probabilidades que había de que se viera en la necesidad de enfrentarse con semejante contingencia. En efecto, era un alivio pensar que no tenía que adquirir manuscritos antiguos para su institución, y que ese asunto le incumbiera exclusivamente a la Biblioteca Shelburnian. Que registraran las autoridades de esta entidad, si querían, los oscuros rincones del continente. Por el momento, él se contentaba con ampliar la excelente colección de dibujos y grabados topográficos que poseía su museo. No obstante, como se vio más adelante, incluso un departamento tan entrañable y familiar como éste podía tener también sus rincones sombríos, y el señor Williams se vio metido en uno de ellos inesperadamente.
Los que hayan sentido algún interés por adquirir estampas topográficas, saben que existe un londinense cuya ayuda es indispensable para sus búsquedas. El señor J. W. Britnell publica periódicamente catálogos verdaderamente admirables de extensos y renovados surtidos de grabados, planos y viejos proyectos de mansiones, iglesias y pueblos de Inglaterra y de Gales. Para el señor Williams, estos catálogos son, como es natural, el abc de su trabajo; pero como su museo contiene ya una enorme cantidad de estampas, sus compras no son abundantes, sino más bien moderadas, y acude al señor Britnell más para llenar algún vacío en su colección que para que le proporcione rarezas.
Ahora bien, en febrero del año pasado apareció en el museo, sobre la mesa del despacho del señor Williams, un catálogo de las existencias del señor Britnell, acompañado de una nota mecanografiada del propio vendedor. Dicha nota rezaba así:
Muy señor nuestro:
Nos permitimos sugerirle examine el núm. 978 de nuestro catálogo adjunto. De interesarle, tendremos mucho gusto en enviárselo para su aprobación. Suyo, J. W. Britnell.Fijarse en el núm. 978 del catálogo era para el señor Williams (como se dijo él) cuestión de un momento, y en el lugar indicado encontró la siguiente referencia: 978.- Anónimo. Interesante grabado. Vista de una casa de principios de siglo. 15 20 x 10 pulgadas; marco negro. 2 libras, 2 chelines.
No tenía nada de excepcional, y el precio parecía elevado. Sin embargo, como el señor Britnell -que conocía su negocio tan bien como a su cliente- parecía darle importancia, el señor Williams le escribió una tarjeta rogándole que le enviara dicho artículo para examinarlo, junto con otros grabados y dibujos consignados en el mismo catálogo. Así que, sin el menor sentimiento de impaciencia, pasó a ocuparse de las tareas corrientes de la jornada.
Todos los paquetes suelen llegar un día más tarde de lo que se espera, y el que mandó el señor Britnell no fue la excepción a la regla. Llegó al museo con el correo del sábado por la tarde, cuando el señor Williams ya había terminado su trabajo, y el conserje se lo llevó a su residencia de la universidad.
El único artículo al que quiero referirme es al grabado, de tamaño algo grande y enmarcado en negro. Añadiré algunos detalles, aunque temo que no podré ofrecer una imagen tan clara como la que tengo ante mis ojos. Era un grabado corriente, y un grabado corriente es, quizá, la peor clase de obra gráfica que cabe imaginar. Representaba la fachada de una casa, no demasiado grande, del siglo pasado, con tres filas de ventanas de guillotina y molduras biseladas alrededor, una balaustrada con bolas o ánforas en los ángulos, y un pequeño pórtico en el centro. A uno y otro lado había árboles, y frente a ella se extendía un gran espacio de césped. En el estrecho margen tenía grabado lo siguiente: A. W. E. sculpsit, nada más. Daba la impresión de que era obra de un aficionado. Le dio la vuelta con el mayor desprecio; en la parte de atrás tenía pegada una etiqueta, de la que habían arrancado la mitad de la izquierda. Todo lo que quedaba era el final de dos líneas escritas: de la primera sólo las letras ...ngley Hall de la segunda, ...ssex.
ESTÁS LEYENDO
Recopilación cuentos de terror
HorrorQue tal amigos, esta vez pensé en lugar de entregarles un cuento de terror, traerles en su lugar una recopilación donde les iré entregando diversos cuentos de terror de diferentes autores. Todos los derechos a estos mismos. Bueno espero los disfrute...