El gato blanco de Drumgunniol.
The White Cat of Drumgunniol, Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873)¡Quién no ha oído contar de niño la famosa historia de la gata blanca! Pero yo voy a contar aquí la historia de un gato blanco muy distinta a la de la amable y encantada princesa que tomó este disfraz durante una temporada. El gato blanco del que voy a hablar es un animal mucho más siniestro. El que viaja deLimericka Dublín, tras dejar atrás las colinas de Killaloe a la izquierda, cuando el monte Keeperse yergue a su vista, se va viendo gradualmente rodeado, a la derecha, por una cadena de colinas más bajas. En medio se extiende una llanura ondulada que se va hundiendo paulatinamente hasta un nivel inferior al del camino, cuyo carácter agreste y melancólico alivia algún que otro seto desparramado.
Uno de los pocos habitáculos humanos que proyectan hacia lo alto sus columnas de humo de turba en medio de esta llanura solitaria es el construido con tierra y de techumbre malamente cubierta de paja de un «granjero duro», como llaman en Munster a los más prósperos de los labriegos. Se asienta en medio de un racimo de árboles junto al borde de un riachuelo serpenteante, a medio camino entre las montañas y la carretera de Dublín, y durante muchas generaciones ha dado cobijo a una familia de apellido Donovan.
Lejos de allí, deseoso de estudiar varios legajos irlandeses que habían caído en mis manos, y tras preguntar por algún profesor capaz de instruirme en la lengua irlandesa, me recomendaron a un tal Mr.Donovan, personaje soñador, inofensivo y muy instruido. Descubrí que había estudiado con una beca en el Trinity College de Dublín. Ahora se ganaba la vida dando clases, y supongo que la índole especial de mi estudio debió de estimular su amor patrio, pues me confió muchos pensamientos suyos largo tiempo callados y muchos recuerdos de su terruño y de sus primeros años. Fue él quien me contó esta historia, que intentaré repetir aquí, de la manera más fiel posible, con sus mismas palabras.
Yo he visto muchas veces esa antigua y singular granja de labriegos: su huerto de inmensos manzanos cubiertos de musgo; la torre desmochada cubierta de hiedra, que doscientos años atrás había servido de refugio contra agresores y bandidos,y que aún ocupa su antiguo emplazamiento en la esquina del granero; el seto, tan frondoso, a ciento cincuenta pasos de distancia, testigo de los trabajos de una raza ya pasada; el perfil oscuro y dominante del viejo torreón al fondo;y, cerca de allí, haciendo barrera, la solitaria cadena de colinas cubiertas de aliaga y brezales, con una línea de rocas grises y racimos de robles enanos o abedules.
La impresión general de soledad hacía de todo aquello un escenario ideal para un relato salvaje y sobrenatural. Yo imaginaba perfectamente cómo, visto en el gris de una mañana invernal, cubierta por doquier de nieve, o en la melancólica belleza de una puesta de sol otoñal, o en el gélido esplendor de una noche de plenilunio, aquel escenario coadyuvaba a sintonizar una mente soñadora como la del honrado Dan Donovan con la superstición, o una mente cualquiera con las ilusiones de la fantasía. Es cierto, no obstante, que jamás he encontrado en mi vida a una persona más sencilla y más de fiar. Cuando era niño, me contó, y vivía en Drumgunniol, solía llevarme la Historia romana de Goldsmith a mi lugar favorito, una piedra lisa situada cabe un espino junto a una laguna bastante profunda, similar a lo que en Inglaterra he oído llamar lago alpino.
Se encuentra en una vaguada limitada al norte por el viejo huerto, un lugar solitario de lo más apropiado para estudiar con tranquilidad. Un día, después de la habitual panzada de lectura, me cansé finalmente y me puse a mirar a mi alrededor, pensando en las escenas heroicas que acababa de leer. Estaba tan despierto como lo estoy ahora mismo, y vi a una mujer que asomaba por un extremo del huerto y empezaba a bajar la cuesta.
Llevaba un vestido gris claro y muy largo, tanto que parecía acariciar la hierba bajo sus pies; la manera como iba vestida me resultó tan singular en aquella parte del mundo donde el atavío femenino estaba perfectamente reglamentado por la tradición que no pude quitarle los ojos de encima. Iba atravesando diagonalmente el vasto campo con paso regular. Al acercarse noté que iba descalza y parecía ir mirando a un punto fijo, como si le sirviera de guía. Su itinerario en línea recta la habría hecho pasar -haciendo abstracción de la laguna- a unos diez metros más abajo de donde yo estaba sentado. Pues he aquí que, en vez de detenerse al borde de la laguna, como yo había esperado, prosiguió como si el agua no fuera obstáculo, y así la vi, con la misma claridad como lo veo a usted, señor, atravesar la laguna sobre su superficie y pasar, al parecer sin verme, a la distancia aproximada que yo había calculado.
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Recopilación cuentos de terror
HorrorQue tal amigos, esta vez pensé en lugar de entregarles un cuento de terror, traerles en su lugar una recopilación donde les iré entregando diversos cuentos de terror de diferentes autores. Todos los derechos a estos mismos. Bueno espero los disfrute...