Te imaginas cómo fue tu primera cita con Kunimi
Kindaichi observó su reloj otra vez. Por cuarta mirada entonces podría argumentar que las cosas marchaban bien.Juntaba las manos y los dedos pensativo y con algo de nerviosismo por sacar conjeturas al azar. Intentando sacarle un chiste a sus pequeñas preocupaciones para no parar en que le llamarías molesta o decepcionada. Después de todo, que Kunimi aceptara salir contigo era la bocanada de aire que dejaba mucho que desear.
Se explica que Kunimi no es de citas. Alargando el tema, no es de salidas. Después de todo, es su mejor amigo pero el mismo Kindaichi Yuutaro se permite sudar en frío si se saca a relucir el tema del rostro estoico de Kunimi y ojo que no se fijaba, pero sí lo sabía.
Kunimi es reservado. Y no porque no quiera, así es él. Odia los sonidos molestos o esa gente que observa a otros llegando a ser tan detallistas que le dan un poquito de miedo; para cubrirlo, Akira mantiene la facción más seca e indiferente que tenga y finge demencia.
Entonces, es más fácil acercarse a Kindaichi. El pelinegro marchó en plena amistad contigo y sonreías tan despreocupada que un canto de angeles parecía resaltar en algún sitio, ¿era tu soundtrack personal? Qué misterio. Pero no le llamabas la atención, ni él a tí. El que sí podría llamarte la atención es ese silencioso tipo de cabello lacio y finas cejas marrones que acompañaba al bloqueador central, Kindaichi no lucía tan malo y Kunimi tampoco. Entonces, ¿por qué no gustarte un chico tan objetivo? Calmo, apaciguado, algo cerrado pero con un incierto conformismo con todo su alrededor. Sería desperdicio decir que no le echabas una mirada de vez en vez para reconocer que seguía ahí y comentaba cosas a sus conversaciones animadas. Su voz es fina, ojos redondeados y piel tersa.
«—¿Crees que Kunimi me acepte una salida?
Alzó una ceja. Confundido, miró al techo y alzó los hombros.
—¿Te gusta? –se rascó la patilla izquierda incómodo y te observa– No veo porqué no te aceptaría una salida.
Claro que eso te brindaba el paso de lleno a lo que sea que organizas. No quería alarmar tu aura o algo así, pero también añoraba bajarte de esa nube».
~
Con las manos en los bolsillos, Kunimi seguía absorto en tus dedos escurridizos que dibujaban figuras abstractas en la mesa húmeda por el frío de diciembre.—Si no tienes cuidado, se te congelará un dedo y se te pegará ahí.
Por ese tipo de cosas Kindaichi en su cuarto se preocupaba. Una vez que Kunimi tomaba ligera confianza, decía y soltaba frases ¿Tajantes? Las que sea, pero en definitiva, las suficientes.
En cambio, el castaño abre los ojos ofuscado. Tu risa le pilla de sorpresa.
—¿Qué crees? Si se congela en la mesa, tendrán que cortarlo y no podré escribir más nunca.
Lo cómico de la situación, además de que le continuas el comentario sarcástico, es que pensó tu respuesta. Como si lo dijeras en serio, pero a la vez se encontró meditativo y a forma errática curva un sonrisa por creer que estaba cayendo en una trampa. Pero no era una trampa, era una broma, entonces pasó a hacer una mueca con los labios y te empezaste a reír con carcajadas petulantes.
—Puedes escribir con los pies –y te sigue la cuerda. No es de quedarse con las última palabra pero la cosa sonaba hasta divertida–. Vi un vídeo de un tipo que pintaba apretando el pincel entre sus dedos de los pies y resulta famoso de nada.
—Hay que darle crédito, también existen personas que tocan guitarra con los pies.
Sonó como un murmullo, no, más bien como un resoplido así bien reprimido pero el cuello de la chaqueta lo ocultaba ¿Una pequeña risilla? Sí se podía reír.
Después de retirar el pedido por la caja, dos enormes pedazos de tarta y café, te sugiere que se vayan a otro sitio porque se quedarían pegados a sus sillas si se estaban ahí contando las nubes grises del día gris pero extrañamente bonito.
Otra cosa de Kunimi, es que tal vez no sea el más hablador de todos, pero tampoco carecía de encanto, como si le acompañara una especie de diadema Anti molestias o así pretendía él andar.
—Akira-kun, no te haría daño caminar conmigo.
Y lo arrastras para cruzar tu brazo con el de él mientras blandía otro de sus gestos graciosos y soltabas pequeñas risas de ternura.
—Acabamos de comer y tú recomiendas pasear alegremente.
—Pues no veo razón mala en ello.
—¿Y si se cae el cielo en una lluvia horrible?
—No estamos en otoño.
Aparte de unos silencios, juras que podías ver cómo su cerebro máquina otro argumento que vaya en contra de la idea.
—Mira, no estoy para enfermarme después de que sean las 6 de la tarde.
Te ríes tiernamente y Kunimi te indaga con los ojos cafés en señal de hostigamiento. Como pidiendo una explicación.
—¿Por qué insistes en ahorrar energías?
Listo, fue cachado con las manos en la masa y lo más irónico es que aún empleas ese tono alegre, carismático, algo que no sabía...
—Es que yo, no sé –se interrumpe para quedarse viendo el árbol navideño en la plaza de la zona comercial de tantas zonas comerciales que existen en Sendai, justo ahí, contigo–. Son manías mías, se podría decir.
Aprietas el agarre y el paso se relantiza, esperaste la otra cosa que diría, de verdad parecía que diría otra cosa. Quita la mirada del suelo y te mira por fin.
—¿Por qué yo?
—¿Que por qué tú?
Pone los ojos en blanco, mira el árbol brillante, luego una vitrina y te vuelve a mirar.
—Ya sabes, podrías aburrirte conmigo.
—¡Ah! Es eso.
Alza una ceja, discordante con esa respuesta tan torpe de tu parte y reniega el paso para que te quedes ahí quieta con él, sus brazos cruzados y netamente confundido. No quería un balde de agua fría, quería otra cosa más que un “¡Ah! Es eso”. Por tu parte le miras, se había dejado crecer el cabello un poco más, le lucía mucho más lacio o era tu imaginación, pero el punto es que tiene cejas finas y las expresiones más enojonas y graciosas que habías visto.
Cuando le besas al estilo medialuna de repente, lo dejas pasmado y con los ojos bien abiertos.
—Créeme, soy incapaz de aburrirme así esté contigo, además, supongo que agregando esa misma razón, es mucho mas imposible aburrirme. No sé si me entiendes Akira-kun.
El calor que se le suma a su estómago, no se compara al otro sentimiento de escucharte hablar alegre o con ese tono positivo, era eso, siempre tan positiva y divertida. Justo lo descubre allí y por muy idiota cursi que suene, le gustaría quedarse otro rato así pero sigue caminando para ocultarlo.
—Muy bien, vamos, pero no te cuidaré si te enfermas.
—¡Ja! Está bien para mí aunque quién sabe si soportes.
—Tengo mejor contextura física que tú.
—Y aquí vamos de nuevo... –acotas con una sonrisa que le da cosquillas en la garganta y se aguanta otro resoplido–.
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Quiero decirles que sólo quedan cuatro partes más o menos y este libro termina ♡˖꒰ᵕ༚ᵕ⑅꒱
Gracias por su apoyo
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HQ!! ━ [ᴱˢᶜᵉⁿᵃʳⁱᵒˢ ⁻ ᴵᵐᵃᵍⁱⁿᵃˢ ⁻ ᴼⁿᵉ ˢʰᵒᵗˢ]
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