19

678 37 1
                                    

El reloj da la una de la tarde antes de que Harry y Jim por fin salgan del despacho.

Se ríen.

Tengo hambre. Y el retumbo de la magnífica risa de Harry me tiene extasiada. Y la fluctuación de sus músculos bajo la camiseta cuando le da la mano a Jim. Y la forma en que los tejanos le marcan todo lo que importa. Y lo mucho que quiero lamerle todo lo que importa.

Alguien silba. Chasquea los dedos.

—Hola... Peaches...

Levanto los ojos de golpe y me encuentro con los de Harry. Es curioso cómo me deja de funcionar el cerebro cuando le miro la entrepierna.

—Hola, Harry. —Busco a Jim, pero no está. Y la idea de que estemos solos (de nuevo) me pone como una moto.

—¿En qué pensabas, reina?

No puedo creer que me haya llamado reina estando sobrio. Con la polla metida dentro de los pantalones.

«Le estoy empezando a afectar».

—En un montón de cosas. ¿Habéis terminado? ¿Ya lo has conseguido? ¿Los Canton ya son ricos de cojones? ¿Eres el nuevo propietario de un aparatejo que sirve para regar los cultivos?

Harry sacude los brazos como aspas de molino. Da una patada al aire. Hace una mueca extraña. Sus ojos saltan de mí a su derecha y de nuevo a mí. Es un espectáculo entretenido, pero muy desconcertante. Entonces me dice entre susurros como si me estuviera gritando:

—¡Cállate, cojones! ¡Todavía está aquí! —Y entonces lo pillo.

—¡Jolín, no lo sabía! —respondo en el mismo tono.

Se abre una puerta a mi espalda y Harry me fulmina con una mirada de advertencia antes de ataviarse con su sonrisa característica. Pongo los ojos en blanco, pero enseguida mi sonrisa hace competencia a la de Harry cuando Jim se nos acerca.

Mientras debaten sobre ciertos detalles de alguna mierda que no me interesa, le agarro el móvil a Harry, que tiene en la mano, para encargar un poco más de comida en Uber Eats. La aplicación esta es maravillosa. Y van a cualquier sitio. Incluso a la otra punta de la ciudad a por la pizza que me comí la primera noche que estuve aquí.

Justo acabo de hacer el pedido cuando Harry me echa el brazo por encima de los hombros con

aire despreocupado para atraer mi atención. Meto con cuidado su móvil en el bolsillo trasero de sus pantalones y le rodeo la cintura con el brazo mientras finjo que me interesa lo que dice en vez de no poder dejar de pensar en la pizza que va a llegar en treinta minutos.

—La Administración Federal de Aviación ya permite que despeguen aviones, así que Jim regresa a casa esta tarde.

Aunque no me importa, reacciono como debo: hago mala cara para expresar mi desilusión.

—Vaya, ha sido un placer conocerte, Jim.

—El placer ha sido mío, Peaches. —Jim me agarra la mano y me la besa casi con aire reverencial—. Hasta la próxima.

Harry lo acompaña a la puerta y no puedo evitar que los ojos se me vayan hasta el culo perfecto de Harry mientras este se aleja. Pero no es comparable a la sonrisa que luce cuando regresa.

—Alguien está contento. Supongo que la reunión ha ido bien. Asiente y sus ojos me repasan de pies a cabeza.

—Ha ido muy muy bien.

—Mmm...

Sus manos me envuelven la cintura y me atrae hacia él.

—Te vas a venir conmigo a Kansas.

that man.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora