He observado cómo Harry abraza ancianos, acaricia perros y besa a bebés tanto como he podido hasta que el miedo de que me explotaran los ovarios me ha consumido. Así que me he encaminado hacia fuera. Y allí, en la plataforma de carga trasera del almacén, he encontrado a un grupo de trabajadores jugando al póquer con mucha vehemencia.
Incapaz de resistirme, me he unido al grupo.
Y gracias a mis dotes y habilidades para marcarme un farol como una profesional, soy uno de los dos últimos jugadores.
—Veo tu... —Agarro el reloj de mi contrincante y lo alzo hacia la luz—... Timex y lo subo a una bota Louis Vuitton. —Separo mi asiento (un cubo de veintidós litros) de la mesa, me quito una bota y la coloco en la pila.
Jasper, un chico que tiene veintilargos y que lleva trabajando para los Canton desde que tenía quince años, da una calada al cigarrillo, le da un golpe a la bota y me mira, incrédulo.
—¿Qué cojones voy a hacer yo con una bota?
—Vendérsela a un pirata. Yo qué sé. Y no me importa. Pero vale muchísimo más que esa mierda zarrapastrosa que estás apostando. —Todo el mundo se echa a reír. Al parecer, Jasper es uno de esos que reparte pero no encaja bien los golpes. Y ha encontrado la horma de su zapato cuando me ha conocido, hará unas veinte manos.
—¿Y cómo diablos veo yo esto? —Levanta la bota y la examina—. ¿Cuánto cuesta esto?
Solo hay un par de mujeres entre la gente que nos rodea. Y ninguna de ellas, igual que yo, tiene ni idea. Sin embargo, igual que yo, saben que es cara. Lo están discutiendo mientras yo trato de decidir qué posesión de Jasper podría equivaler a una de esas botas.
—Con el sombrero. Jasper se pone tenso.
—¿Perdona?
—Con el sombrero. —Con el dedo le señalo el sombrero que lleva en la cabeza y que no para de toquetearse. Es viejo y está muy usado. Estoy segura de que tiene poco valor excepto para él.
—Añade el sombrero si quieres ver. Niega con la cabeza.
—No. Es mi sombrero de la suerte.
—¿En serio? ¿Y de qué te ha servido hasta ahora? —Señalo mi montón de ganancias, que
consisten en dinero, unos cuantos llaveros, un par de navajas, un montón de bolis, una pelota de goma, una caja de pelotas de goma y un pollo de goma; la gran mayoría de las cuales eran pertenencias suyas—. Añade el sombrero o retírate.
Me mira con los ojos entrecerrados.
—Añade la otra bota y me lo plantearé.
—Esta bota vale mucho dinero.
—No. El par de botas vale mucho dinero. Una sola bota no vale una mierda. —Se señala el sombrero—. Y este sombrero... No hay dinero que pueda pagarlo.
Asiento despacio.
—De acuerdo. —Me saco la otra bota y la lanzo sobre la mesa—. Bueno, aquí van mis quinientos dólares.
—Eh... Lo acabo de buscar en Google —tercia una de las mujeres—. Y creo que sería mejor decir dos mil dólares.
Todo el mundo empieza a murmurar que no es una apuesta igualada. Que Jasper es un mierdecilla por tratar de apostar un viejo sombrero contra un par de botas de diseño.
Creo que se puede afirmar que soy la favorita del público.
—¿Los oyes? —Jasper hace un ademán hacia la gente que nos rodea—. Tengo que trabajar con estos imbéciles cada día. Salgo perdiendo lo mires como lo mires. Si gano, me humillarán por llevarme las botas de una señorita. Y si pierdo, nunca dejarán de darme la lata con cómo lo perdí todo ante la novia de mi jefe.