CAPÍTULO 41 - Un regalo del cielo

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Después de las clases y del entrenamiento que fue más duro de lo normal, pues el entrenador los obligó a quedarse media hora más por lo ocurrido ayer. La capitana se duchó en el instituto para dirigirse directamente a la casa de cierta personita.

Delante del porche, no sabía si llamar al timbre o a la puerta. Se decantó por lo primero, esperando unos segundos hasta que se abrió.

"¡Oh, Adora! Pasa, pasa."

Nerviosa obedeció.

"He venido a ver a Catra. ¿Cómo está?"

"Lo siento mi niña. Se tomó la medicación después de comer, y se quedó frita. Está durmiendo en su cuarto."

"Ah pues... No quiero molestar." - decía cabizbaja, como volviendo a la salida.

"No molestas para nada. Vamos a merendar, que voy a preparar té."

La hizo sentarse en un mullido sillón, trayéndole recuerdos de todas las actividades a las que se vio sometido aquel inocente mueble, recuerdos de cuando eran pequeñas, y jugaban a esconderse por la inmensa casa, o cómo saltaban de un lado a otro pretendiendo que el suelo ardía o que fuera el basto mar, y si lo tocaban, se hundirían para siempre en su profundidad abismal.

De cómo le daban la vuelta al cojín, para que sobresaliera un punzante muelle, ocultándose a esperar a que Mara se aposentara, para seguido perseguirlas por los pasillos, en busca de una culpable. Y de cómo lo compartían la felina y la rubia, dividiéndose aquel pequeño hueco, para que tuvieran la misma visión del suelo, y darle nombre a las estrafalarias formas y manchas que encontraban en el parqué. Rápidamente localizó al pato con sombrero, a la cabeza de bruja, y al conejo bizco.

Tal era su concentración en aquellas memorias, que cuando una cuidadosa mano portadora de una taza a punto del desborde por el contenido que en ella guardaba rozó la mesa, dejando tras de sí un sonido cristalino. Adora revotó. Tal fue el respingo, que Castaspella dejó emanar un sobresaltado grito, derramando unas gotas de su famoso té.

"¡Ay mi niña! ¿Qué sucede? ¡qué susto me has dado!"

"Lo siento Tía Casta." - dijo levantándose en busca de una servilleta. Casta le hizo un gesto dando a entender que se sentara. - "Estaba pensando."

"¿En qué pensabas mi niña?" - preguntaba mientras se hacía con un paño húmedo que le permitiera limpiar el pequeño desastre.

"..." - dudó un poco, no sabía si por vergüenza. - "En cómo nos divertíamos de pequeñas."

"Sí. Eráis enemigas de la limpieza y el orden." - se rió. Sacándole los colores a la capitana, que cogió la taza de té con rapidez intentando disimular. - "Cuidado..." - Antes de que pudiera terminar la frase, Adora ya había sacado la lengua y casi atragantado. - "... que quema." - concluyó sonriente con una pizca de lástima, por aquel manojo de nervios que tenía delante. - "Adora cálmate, no pasa nada. ¿Por qué estas tan inquieta?"

La joven depositó la taza sobre la mesa. Empezó a acariciarse las manos con fuerza, ocultándolas con las piernas, mientras movía sus rodillas cada vez más rápido.

Casta se dio cuenta, y con un gesto detuvo aquel tic de la rubia.

"¿Quieres galletas?" - observando cómo asentía la muchacha.

Pasó un rato, hasta que Adora se sintió con confianza para hablar.

"Es que... Ha pasado muchísimo desde la última vez que vine." - Casta la escuchaba sorbiendo un poco de su querida infusión. - "Me siento como si fuera una extraña..."

TE DESEO (Omegaverse) (CATRADORA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora