Serás adicto a su insensibilidad

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-Mamá, eso es absurdo- me levanté de la cama dirigiendo mi vista hacia la ventana. Tenía una vista hacia el estacionamiento subterráneo, recordé lo que había pasado ahí y mis nervios comenzaron a fluir.

-Lo sé, seguramente fue mi mente, aunque también recuerdo que tú y Edward me hablaron- ¿Qué? ¿Que nosotros le hablamos? Eso era cierto. Osea que sí nos escuchó y lo recordó, pero...¿Cómo pudo mi padre haberle hablado del más allá? Dí media vuelta y la mire, ella mantenía la mirada perdida en sus manos, yo maquinaba mil posibilidades por segundo en mi mano, debía hablarlo con un doctor.

-Exactamente...¿Qué fue lo que nos escuchaste decir a nosotros?- me acerqué lentamente.

-No recuerdo cada letra, pero me estaban dando apoyo, recuerdo sus voces- parpadeaba repentinamente.

-Mamá, la voz de Edward se parece a la de papá, seguramente lo confundiste.

-No. Cameron me llamó como sólo él lo hacía- me miró pensativa.

-Su niña mal- murmuré dudosa. Mi mamá asintió.

-Mamá, mi papá fue cremado- susurré, ella presionó sus ojos atrapando las lágrimas que fluían de sus ojos.

-No quiero hablar de eso, mejor ven mi nena- extendió sus brazos, yo me acerqué, la puerta se abrió.

-Aquí está ya- dijo Jack extendiéndome una botella y el paquete. Miré el rostro de Danielle que no estaba muy a gusto que digamos, algo había pasado allá abajo. ¿Donde estaba Ed?

-Dame eso- revisé la etiqueta- ¡Esto trae azúcar! ¿Acaso quieres matarme?- le aventé la barra de maní.

-¿Qué? No, si yo le dije que sin azúcar a la mujer- revisó el paquete, mi madre me miraba con una sonrisa de orgullo fingida por ojos de desaprobación.

-¿Dónde está Edward?- pregunté.

-Afuera- dijo Dani de mala gana. Esto iba mal, aquí hubo pleito.

-Dile que entre- sonreí malévola en mis adentros, vamos a echarle un poco de leña a este fuego.

-Amor, ahí dice cero por ciento de azúcar, no tiene nada malo, no te vas a morir- murmuró inocentemente señalándome donde decía que era light- Permíteme- me abrió el tapón de la botella.

-Bueno, yo soy la agonizante aquí y no me trajeron ni un chicle de maquinita. Jóvenes de mierda no consideran a los moribundos.

-Yo si te traje algo, mamá- entró Edward y le acercó un paquete de galletas con queso.

-Dime que trae un millón de calorías, no soy anoréxica como Jane- abrió el paquete y comenzó a devorarlas.

-No soy anoréxica, sólo me cuido- Jack metió la barra de maní en mi boca con suavidad.

-Oigan y dejaron al papi chulo de Jane afuera, con razón la miro tan nerviosa a la tipa y es que le hace falta su Adonis- se burló mi madre. Yo sentía que me ponía cada vez más colorada, mi mamá no tenía pelos en la lengua, ni siquiera porque Jack estaba presente. Edward mordió sus labios para evitar soltar una carcajada, incluso Dani que estaba sulfurada sonrió burlona. A quien no le pareció el chiste fue a Jack quien apretó la botella al escuchar el comentario.

-No hay problema, mami, ya se lo traigo- Edward abrió la puerta. Ni él se creía que lo hacía por obedecer a mi madre. Todo era para ver como me ponía de roja, porque seguramente mi mamá iba a lanzar mil bromas al respecto. Cameron entró unos segundos después.

-¿Cómo se siente señora? Lamento mucho lo de su esposo- dijo educadamente. Ni rastros del tipo que me chacoveó en el estacionamiento o el que me recogió anoche drogada.

Mala JaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora